miércoles, 31 de octubre de 2007

HALLAR A DIOS EN TODO Y EN TODOS, Y A TODOS Y TODO EN ÉL.

Hallar a Dios en todo y en todos, y a todos y todo en Él.

Yo tenía una perla preciosa
y Dios me dijo
"Arrójala al abismo de mi corazón"
Lo hice
y me sentí miserable;
pues no conocía
la profundidad del abismo de su corazón.
Tenía la impresión de que todo
lo había lanzado a las tinieblas
¡Oh noche amable más que la alborada!
Señor, enséñame a encontrarte
en todo lo que me cruzo en mi peregrinación hacia ti,
para que mi deseo de ti
se haga cada vez más fuerte, más completo
y más radicalmente fiel,
y que así mi amor hacia todo y hacia todos,
no deje de crecer siempre más y más,
hacia su pleno esplendor
Egide Van Broeckhoven SJ
1933 - 1967
Cura obrero fallecido en accidente laboral.
FUENTE : www.cvxchile.blogspot.com/2007/09/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

LA CONVERSIÓN DE ZAQUEO - LECTIO DIVINA EV LC 19, 1- 10.

La conversión de Zaqueo
Lucas 19, 1-10
1. LECTIO

a) Oración inicial:
Oh Dios, creador y Padre de todos los hijos de Abrahám, concédenos la luz de tu Espíritu para poderte servir de un modo meritorio y digno, haz que caminemos sobre los pasos de tu Palabra demostrando con las obras que somos discípulos del único Maestro que se ha hecho hombre por nuestro amor y por nuestra salvación.
b) Lectura del evangelio:
1 Entró en Jericó y cruzaba la ciudad. 2 Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. 3 Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. 4 Se adelantó corriendo y se subió a un sicómoro para verle, pues iba a pasar por allí. 5 Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: «Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.» 6 Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. 7 Al verlo, todos murmuraban diciendo: «Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador.» 8 Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré cuatro veces más.» 9 Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abrahán, 10 pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.»
c) Momentos de silencio:
para que la Palabra de Dios pueda entrar en nosotros e iluminar nuestra vida.
2. MEDITATIO
a) Clave de lectura:
En el relato del Evangelio, Lucas gusta mostrar la misericordia del Maestro hacia los pecadores. Lc 19, 1-10 es un ejemplo. La narración de la conversión de Zaqueo nos demuestra que ninguna condición humana es incompatible con la salvación: Hoy la salvación ha entrado en esta casa, porque también éste es hijo de Abrahám, (Lc 19, 9) declara Jesús. El texto que abre el capítulo 19, viene después de las enseñanzas y comportamientos de Jesús, que nos ha presentado en el capitulo 18. En este capítulo encontramos la parábola del fariseo que juzga y el publicano que se humilla delante de Dios y pide perdón (Lc 18, 9-14). En seguida tenemos la escena de Jesús que acoge a los niños, advirtiendo a los discípulos que a quien es pequeño como ellos le pertenece el reino de Dios... el que no acoge el reino de Dios como un niño no entrará en él (Lc 18, 16-17). A renglón seguido Jesús demuestra al rico notable que quiere alcanzar la vida eterna (Lc 18, 18), la necesidad de vender todo y distribuir los bienes a los pobres para poder seguir a Jesús y obtener un tesoro en los cielos (Lc 18, 22). Sigue después la enseñanza de Jesús sobre las riquezas que obstaculizan la salvación y la promesa de ser recompensados a aquellos que renuncian a todo por causa del Reino de Dios (Lc 18, 24-30). Estas partes del capítulo 18 parecen conducirnos al relato de la conversión de Zaqueo. Antes de este relato siguen otros dos textos con detalles importantes.
1. El tercer anuncio de la Pasión donde una vez más Jesús nos recuerda que andamos a Jerusalén (Lc 18, 31). Parece que Lucas quisiera meter todo en el contexto del sequela Christi (seguimiento de Cristo); y
2. La curación del ciego de Jericó, que llamaba a Jesús, aunque la gente le impedía acercarse al Maestro (Lc 18, 35-39). Jesús dando de nuevo la luz a los ojos entenebrecidos, declara que la fe ha salvado a este ciego (Lc 18, 42). Recobrada la vista, el ciego podía seguir glorificando a Dios (Lc 18, 43).
Estos dos textos, junto a los precedentes, iluminan la narración de la conversión de Zaqueo. En el relato encontramos detalles sorprendentes que están ya presentes en los textos citados:
1. Zaqueo, un hombre rico, jefe de publicanos – Lc 19,2
2. Trataba de ver a Jesús, pero a causa de la muchedumbre no lo conseguía - Lc 19,3
3. Era pequeño de estatura – Lc 19,3
4. El juicio de la muchedumbre que señala a Zaqueo como: pecador – Lc 19,7
5. La distribución de los bienes a los pobres – Lc 19,8
6. La declaración de Jesús diciendo que la salvación ha entrado en casa de Zaqueo – Lc 19,9.
Zaqueo, pequeño de estatura, hombre rico, jefe de publicanos, acoge el reino de Dios como un niño. Humillándose y arrepintiéndose de su pasado encuentra la salvación que viene de Dios en Jesús Cristo buen Samaritano (Lc 10, 29-37) que nos viene al encuentro a buscar y salvar lo que estaba perdido (Lc 19, 10). Un tema al gusto de Lucas que puede verse en otras partes de su narración evangélica (ejemplo: Lc 15, 11-31)
b) Tema para la reflexión personal:
Colócate en silencio delante de la Palabra de Dios, reflexiona sobre los textos presentados en esta clave de lectura. Pregúntate:
1. ¿Qué conexión existe entre estos textos?
2. ¿Qué significa la salvación para ti?
3. Zaqueo, pequeño de estatura, nos muestra su disponibilidad para acoger a Jesús. ¿Qué haces tú para demostrar tu disponibilidad para recibir la salvación de Dios?
4. El gesto de Zaqueo nos recuerda la curiosidad de Moisés que le empuja hacia la zarza ardiente. También Moisés encontró la salvación. ¿Te acercas tú al Señor? ¿Te sientes atraído por Él?
5. Jesús va al encuentro de Zaqueo en su pecado y en aquella casa le dona la salvación. ¿Cuál es tu atadura al pecado? ¿Deja que el Maestro te encuentre allí, en aquella casa obscura?
3. ORATIO
a) La oración de la comunidad:
Oh Dios, que en tu Hijo has venido a buscar y salvar lo que estaba perdido, haznos dignos de tu llamada: lleva a buen fin toda nuestra voluntad de bien, para que sepamos acogerte con gozo en nuestra casa para compartir los bienes de la tierra y del cielo. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
b) Momento de silencio:
para la oración personal.
4. CONTEMPLATIO
Tú me indicas el sendero de la vida, Señor,
gozo pleno en tu presencia
(Salmo 15/16, 11)
FUENTE : www.ocarm.org/esp/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

SERVIR A DIOS.


SERVIR A DIOS.

Amo a todos mis hijos. Los amo tanto que di la vida por cada uno de ellos. morí en la cruz para salvarlos. Mi amor es tan grande que muchos no lo entienden. Muchos no comprenden cómo pude venir a la tierra y morir en una cruz para redimir a la humanidad. Hoy en día la gente pone en tela de juicio que yo sea el Hijo de Dios y quien afirmo ser. Por tanto, encomiendo a personas como tú la misión de proclamar este mensaje al mundo entero.
Necesito tu atyuda para difundir la nueva de que soy la verdad, de que soy amor y la única luz de este mundo. Estos tiempos son cada vez más tenebrosos. El mundo se ve anegado por tal avalancha de mentiras que a la gente le cuesta aceptar la sencillez del Evangelio y de mi amor. Por esta razón te he escogido a ti para que ayudes a difundir mis palabras ente los perdidos.
Muchos se sorprenderán cuando lleguen a mi Reino celestial y se den cuenta de la enorme importancia del amor, de las muestras de amor, así como de los actos de amor que pasan inadvertidos. Amar es más importante que muchas cosas a las que se confiere gran valor.

Ha llegado el día de elegir. ¿Quién responderá a la convocatoria? Digo hoy a todos mis hijos: ¿Cuánto van a amar? ¿Cuánto van a pensar en los demás? ¿Hasta qué punto se van a entregar? ¿Hasta qué punto dejarán ustedes de lado sus planes particulares, sus preferencias, a fin de entregar amor a los que tienen necesidad?

No tengo más ojos que los tuyos, más labios que los tuyos, ni más manos que las tuyas. Buena parte del amor que yo demuestro sólo se hace evidente cuando un ser humano se lo transmite a otro. Gran parte del consuelo, el aliento y el afecto que deseo comunicar requiere de personas que me sirvan de instrumento. Tú eres el mejor medio que tengo de manifestar mi amor.
Es hora de que mires hacia afuera en lugar de observarte interiormente. No guardes para ti las bendiciones que has recibido: deja la introspección. Mira más bien hacia afuera, a los que sufren, los sedientos, los hambrientos, los desesperados, los necesitados y los agonizantes. Mueren espiritualmente sin mis Palabras, sin mi verdad. Tú tienes en abundancia. Por eso, da en abundancia.

Da, y se te dará. Derramaré mi amor sobre ti y te investiré de gran fortaleza y ungimiento, cuando vayas a predicar mi Evangelio, mi Palabra, mi amor. De esa forma sanarás el corazón de los necesitados.
( Graciela Baquerizo ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

martes, 30 de octubre de 2007

EL SACRAMENTO DE LA SONRISA - JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO.

El sacramento de la sonrisa.

SAN ALBERTO HURTADO SJ.

Fuente: Razones para la Alegría
Autor: José Luis Martín Descalzo

Si yo tuviera que pedirle a Dios un don, un solo don, un regalo celeste, le pediría, creo que sin dudarlo, que me concediera el supremo arte de la sonrisa. Es lo que más envidio en algunas personas. Es, me parece, la cima de las expresiones humanas.

Hay, ya lo sé, sonrisas mentirosas, irónicas, despectivas y hasta ésas que en el teatro romántico llamaban «risas sardónicas». Son ésas de las que Shakespeare decía en una de sus comedias que «se puede matar con una sonrisa». Pero no es de ellas de las que estoy hablando. Es triste que hasta la sonrisa pueda pudrirse. Pero no vale la pena detenerse a hablar de la podredumbre.

Hablo más bien de las que surgen de un alma iluminada, ésas que son como la crestería de un relámpago en la noche, como lo que sentimos al ver correr a un corzo, como lo que produce en los oídos el correr del agua de una fuente en un bosque solitario, ésas que milagrosamente vemos surgir en el rostro de un niño de ocho meses y que algunos humanos -¡poquísimos!- consiguen conservar a lo largo de toda su vida.

Me parece que esa sonrisa es una de las pocas cosas que Adán y Eva lograron sacar del paraíso cuando les expulsaron y por eso cuando vemos un rostro que sabe sonreír tenemos la impresión de haber retornado por unos segundos al paraíso. Lo dice estupendamente Rosales cuando escribe que «es cierto que te puedes perder en alguna sonrisa como dentro de un bosque y es cierto que, tal vez, puedas vivir años y años sin regresar de una sonrisa». Debe de ser, por ello, muy fácil enamorarse de gentes o personas que posean una buena sonrisa. Y ¡qué afortunados quienes tienen un ser armado en cuyo rostro aparece con frecuencia ese fulgor maravilloso!

Pero la gran pregunta es, me parece, cómo se consigue una sonrisa. ¿Es un puro don del cielo? ¿O se construye como una casa? Yo supongo que una mezcla de las dos cosas, pero con un predominio de la segunda. Una persona hermosa, un rostro limpio y puro tiene ya andado un buen camino para lograr una sonrisa fulgidora. Pero todos conocemos viejitos y viejitas con sonrisas fuera de serie. Tal vez las sonrisas mejores que yo haya conocido jamás las encontré precisamente en rostros de monjas ancianas: la madre Teresa de Calcuta y otras muchas menos conocidas.

Por eso yo diría que una buena sonrisa es más un arte que una herencia. Que es algo que hay que construir, pacientemente, laboriosamente.

¿Con qué? Con equilibrio interior, con paz en el alma, con un amor sin fronteras. La gente que ama mucho sonríe fácilmente. Porque la sonrisa es, ante todo, una gran fidelidad interior a sí mismos. Un amargado jamás sabrá sonreír. Menos un orgulloso. Un arte que hay que practicar terca y constantemente. No haciendo muecas ante un espejo, porque el fruto de ese tipo de ensayos es la máscara y no la sonrisa.

Aprender en la vida, dejando que la alegría interior vaya iluminando todo Cuanto a diario nos ocurre e imponiendo a cada una de nuestras palabras la obligación de no llegar a la boca sin haberse chapuzado antes en la sonrisa, lo mismo que obligamos a los niños a ducharse antes de salir de casa por la mañana.

Esto lo aprendí yo de un viejo profesor mío de oratoria. Un día nos dio la mejor de sus lecciones: fue cuando explicó que si teníamos que decir en un sermón o una conferencia algo desagradable para los oyentes, que no dejáramos de hacerlo, pero que nos obligáramos a nosotros mismos a decir todo lo desagradable sonriendo.

Aquel día aprendí yo algo que me ha sido infinitamente útil: todo puede decirse. No hay verdades prohibidas. Lo que debe estar prohibido es decir la verdad con amargura, con afanes de herir. Cuando una sola de nuestras frases molesta a los oyentes (o lectores) no es porque ellos sean egoístas y no les guste oír la verdad, sino porque nosotros no hemos sabido decirla, porque no hemos tenido el amor suficiente a nuestro público como para pensar siete veces en la manera en la que les diríamos esa agria verdad, tal y como pensamos la manera de decir a un amigo que ha muerto su madre. La receta de poner a todos nuestros cócteles de palabras unas gotitas de humor sonriente suele ser infalible.

Y es que en toda sonrisa hay algo de transparencia de Dios, de la gran paz. Por eso me he atrevido a titular este comentario ha- blando de la sonrisa como de un sacramento. Porque es el signo visible de que nuestra alma está abierta de par en par.
FUENTE : www.catholic.net/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

lunes, 29 de octubre de 2007

Papa Benedicto XVI: Los medicamentos están para curar no para quitar la vida.

Papa Benedicto XVI: Los medicamentos están para curar no para quitar la vida
Discurso al Congreso Internacional de los Farmacéuticos Católicos

CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 29 octubre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI este lunes a los participantes en el vigésimo quinto Congreso Internacional de los Farmacéuticos Católicos.

* * *

Señor presidente,
Queridos amigos :

Con mucha alegría os doy la bienvenida, miembros del Congreso Internacional de Farmacéuticos Católicos, con motivo de vuestro vigésimo quinto congreso, que tiene por tema: «Las nuevas fronteras de la farmacia». El desarrollo actual de los medicamentos y las posibilidades terapéuticas que se derivan exige que los farmacéuticos reflexionen en las funciones cada vez más amplias que están llamados a desempeñar, en particular, como intermediarios entre el médico y el paciente; tienen además un papel educativo ante los pacientes en el uso adecuado de los medicamentos y sobre todo a la hora de informar sobre las implicaciones éticas de la utilización de ciertos medicamentos.

En este campo, no es posible anestesiar las conciencias, por ejemplo, ante los efectos de moléculas que tienen por objetivo evitar la anidación de un embrión o abreviar la vida de una persona. El farmacéutico debe invitar a cada uno a un despertar de humanidad para que todo ser sea protegido desde su concepción hasta su muerte natural, y que los medicamentos cumplan verdaderamente con su papel terapéutico.

Por otra parte, ninguna persona puede ser utilizada, de manera irresponsable, como objeto para realizar experimentos terapéuticos; éstos tienen que desarrollarse según los protocolos que respetan las normas éticas fundamentales. Todo tratamiento o experimento tiene que tener por perspectiva mejorar el bienestar de la persona, y no sólo la búsqueda de avances científicos. Perseguir el bien para la humanidad no puede hacerse en detrimento del bien de las personas en tratamiento. En el campo moral, vuestra Federación tiene que afrontar la cuestión de la objeción de conciencia, que es un derecho y que debe ser reconocido a vuestra profesión, para que no tengáis que colaborar, directa o indirectamente, en el suministro de productos que tienen por objetivo opciones claramente inmorales, como por ejemplo, el aborto y la eutanasia.

Es necesario, también, que las diferentes estructuras farmacéuticas, desde los laboratorios hasta los hospitales y la oficinas, así como el conjunto de nuestros contemporáneos, tengan la preocupación de la solidaridad en el campo terapéutico, para permitir el acceso a los tratamientos y a los medicamentos de primera necesidad a todas las capas de la población y en todos los países, en particular, a las personas más pobres.

Que bajo la guía del Espíritu Santo, como farmacéuticos católicos, podáis sacar de la vida de fe y de la enseñanza de la Iglesia los elementos que os guiarán en vuestro camino profesional junto a los enfermos, que tienen necesidad de un apoyo humano y moral para vivir en la esperanza y para encontrar los recursos interiores que les ayudarán en su vida.

Os corresponde, además, ayudar a los jóvenes que entran en las diferentes profesiones farmacéuticas a reflexionar en las implicaciones éticas cada vez más delicadas de sus actividades y decisiones. Para ello, es necesario movilizar y reunir al conjunto de los profesionales católicos de la salud y a las personas de buena voluntad, para profundizar en su formación no sólo a nivel técnico, sino también en lo que afecta a las cuestiones de bioética, así como para proponer una formación al conjunto de la profesión.

Dado que el ser humano es imagen de Dios, debe estar siempre en el centro de la investigación y de las opciones en materia biomédica. Al mismo tiempo, es fundamental el principio natural del deber de aportar tratamientos al enfermo. Las ciencias biomédicas están al servicio del hombre; si no fuera así, no tendrían más que un carácter frío e inhumano. Todo saber científico, en el campo de la salud, o toda decisión terapéutica están al servicio del ser humano enfermo, considerado en su ser integral, quien debe ser un socio activo en los cuidados y respetado en su autonomía.

Al encomendaros tanto a vosotros como a los enfermos a los que estáis llamados a atender a la intercesión de Nuestra Señora y de san Alberto Magno, os imparto, así como los miembros de vuestra federación y a vuestras familias, la Bendición apostólica.

[Traducción del original francés realizada por Zenit
© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana.
FUENTE : www.zenit.org/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

SAN FRANCISCO JAVIER - Desde un continuo ir y venir.

SAN FRANCISCO JAVIER - Desde un continuo ir y venir

A SUS COMPAÑEROS RESIDENTES EN ROMA
Cochín 15 de enero 1544

MAPA CON LOS VIAJES DE SAN FRANCISCO JAVIER.
Esta larga carta es una de las más preciosas de Javier. La escribe cuando lleva un año y tres meses en la costa de Pesquería, entre los paravas. Es una carta llena de matices y de espontaneidad. En ella Javier abre su alma, al comunicar a sus hermanos de Roma sus trabajos, tareas, ilusiones, sentimientos, y consolaciones. Su método de misionar, sus dificultades con la lengua, su continuo moverse de un lugar a otro, su trabajar en colaboración con otros, aparecen con toda claridad.

La gracia y amor de Cristo nuestro Señor sea nuestra ayuda
y favor. Amén.
1. Ha dos años y nueve meses que partí de Portugal y después acá os tengo escrito tres veces con ésta. Solas unas cartas vuestras tengo recibidas después que acá estoy en la India, las cuales fueron escritas a 13 de enero del año de 1542, y con ellas la consolación que recibí Dios nuestro Señor sabe. Estas cartas me dieron habrá dos meses; y llegaron tan tarde a la India, porque la nave en que venían invernó en Mozambique.

2. Micer Paulo, Francisco de Mansillas y yo estamos en mucha salud. Micer Paulo está en Goa en el colegio de Santa Fe: tiene cargo de los estudiantes de aquella casa. Francisco de Mansillas y yo estamos con los cristianos del Cabo de Comorín. Ha más de un año que estoy con estos cristianos, de los cuales os hago saber que son muchos y se hacen muchos cristianos cada día. Luego que llegué a esta costa, donde ellos están, procuré de saber de ellos el conocimiento que de Cristo nuestro Señor tenían; y demandándoles acerca de los artículos de la fe, lo que creían, o tenían más ahora que eran cristianos que cuando eran gentiles, no hallaba en ellos otra respuesta, sino que eran cristianos, y que por no entender ellos nuestra lengua, no sabían nuestra ley, ni lo que habían de creer; y como ellos no me entendiesen, ni yo a ellos, por ser su lengua natural malavar y la mía vizcaína, junté los que entre ellos eran más sabedores, y busqué personas que entendiesen nuestra lengua y suya de ellos. Y después de habernos juntado muchos días con gran trabajo, sacamos las oraciones, comenzando por el modo de santiguar, confesando las tres personas ser un solo Dios: después el Credo, mandamientos, Pater noster, Ave María, Salve Regina y la confesión general de latín en malavar. Después de haber sacado en su lengua y saberlas de coro, iba por todo el lugar con una campana en la mano, juntando todos los muchachos y hombres que podía, y después de haberlos juntado, los enseñaba cada día dos veces; y en espacio de un mes enseñaba las oraciones, dando tal orden, que los muchachos a sus padres y madres, y a todos los de casa y vecinos, enseñasen lo que en la escuela aprendían. […]

7. Dejando en este lugar quien lleve lo comenzado adelante, voy visitando los otros lugares haciendo lo mismo; de manera que en estas partes nunca faltan pías y santas ocupaciones. El fruto que se hace en bautizar los niños que nacen, y en enseñar los que tienen edad para ello, nunca os lo podría acabar de escribir. Por los lugares donde voy, dejo las oraciones por escrito, y a los que saben escribir mando que las escriban y sepan de coro, y las digan cada día, dando orden cómo los domingos se junten todos a decirlas. Para esto dejo en los lugares quien tenga cargo de lo hacer.

8. Muchos cristianos se dejan de hacer en estas partes, por no haber personas que en tan pías y santas cosas se ocupen. Muchas veces me mueve pensamientos de ir a los estudios de esas partes, dando voces, como hombre que tiene perdido el juicio, y principalmente a la universidad de París, diciendo en Sorbona a los que tienen más letras que voluntad, para disponerse a fructificar con ellas: ¡cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos! Y así como van estudiando en letras, si estudiasen en la cuenta que Dios nuestro Señor les demandará de ellas, y del talento que les tiene dado, muchos de ellos se moverían, tomando medios y ejercicios espirituales para conocer y sentir dentro en sus ánimas la voluntad divina, conformándose más con ella que con sus propias afecciones, diciendo: "Señor, aquí estoy, ¿qué quieres que yo haga? Envíame adonde quieras; y si conviene, aun a los indios". ¡Cuánto más consolados vivirían, y con gran esperanza de la misericordia divina a la hora de la muerte, cuando entrarían en el particular juicio, del cual ninguno puede escapar, alegando por sí: "Señor, cinco talentos me entregaste, he aquí cinco más que he ganado con ellos"! Témome que muchos de los que estudian en universidades, estudian más para con las letras alcanzar dignidades, beneficios, obispados, que con deseo de conformarse con la necesidad que las dignidades y estados eclesiásticos requieren. Está en costumbre decir los que estudian: deseo saber letras para alcanzar algún beneficio, o dignidad eclesiástica con ellas, y después con la tal dignidad servir a Dios. De manera que según sus desordenadas afecciones hacen sus elecciones, temiéndose que Dios no quiera lo que ellos quieren, no consintiendo las desordenadas afecciones dejar en la voluntad de Dios nuestro Señor esta elección. Estuve casi movido de escribir a la universidad de París, a lo menos a nuestro Maestre de Cornibus y al doctor Picardo, cuántos mil millares de gentiles se harían cristianos, si hubiese operarios, para que fuesen solícitos de buscar y favorecer las personas que no buscan sus propios intereses, sino los de Jesucristo. Es tanta la multitud de los que se convierten a la fe de Cristo en esta tierra donde ando, que
muchas veces me acaece tener cansados los brazos de bautizar, y no poder hablar de tantas veces decir el Credo y mandamientos en su lengua de ellos y las otras oraciones, con una amonestación que sé en su lengua, en la cual les declaro qué quiere decir cristiano, y qué cosa es paraíso, y qué cosa infierno, diciéndoles cuáles son los que van a una parte y cuáles a otra. Sobre todas las oraciones les digo muchas veces el Credo y mandamientos; hay día que bautizo todo un lugar, y en esta Costa donde ando, hay 30 lugares de cristianos.
[…]

13. De estas partes no sé más que escribiros, sino que son tantas las consolaciones que Dios nuestro Señor comunica a los que andan entre estos gentiles, convirtiéndolos a la fe de Cristo, que, si contentamiento hay en esta vida, éste se puede decir. Muchas veces me acaece oír decir a una persona que anda entre estos cristianos: ¡Oh Señor!, no me deis muchas consolaciones en esta vida; o ya que las dais por vuestra bondad infinita y misericordia, llevadme a vuestra santa gloria, pues es tanta pena vivir sin veros, después que tanto os comunicáis interiormente a las criaturas. ¡Oh, si los que estudian letras, tantos trabajos pusiesen en ayudarse para gustar de ellas, cuantos trabajosos días y noches llevan para saberlas! ¡Oh, si aquellos contentamientos que un estudiante busca en entender lo que estudia, lo buscase en dar a sentir a los prójimos lo que les es necesario para conocer y servir a Dios, cuánto más consolados y aparejados se hallarían para dar cuenta, cuando Cristo les demandase : "Dame cuenta de tu administración "!

14. Las recreaciones que en estas partes tengo, son en recordarme muchas veces de vosotros, carísimos hermanos míos, y del tiempo que por la mucha misericordia de Dios nuestro Señor os conocí y conversé, conociendo en mí, y sintiendo dentro en mi ánima cuánto por mi culpa perdí del tiempo que os conversé, en no haberme aprovechado de los muchos conocimientos que Dios nuestro Señor de sí os tiene
comunicado. Háceme Dios tanta merced por vuestras oraciones y memoria continua que de mí tenéis en encomendarme a él, que en vuestra ausencia corporal conozco Dios nuestro Señor, por vuestro favor y ayuda, darme a sentir mi infinita multitud de pecados, y darme fuerzas para andar entre infieles, de que doy gracias a Dios nuestro Señor muchas, y a vosotros, carísimos hermanos míos. Entre muchas mercedes que Dios nuestro Señor en esta vida me tiene hechas y hace todos los días, es ésta una, que en mis días vi lo que tanto deseé, que es la confirmación de nuestra regla y modo de vivir.

Gracias sean dadas a Dios nuestro Señor para siempre, pues tuvo por bien de manifestar públicamente lo que en oculto a su siervo Ignacio y padre nuestro dio a sentir.
El año pasado os escribí el número de las misas que en estas partes de las Indias por el Rmo. cardenal Guidación dijimos micer Paulo y yo: y las que de un año acá dijimos, no sé el número de ellas: creed que todas nuestras misas son por él. Por consolación nuestra hacednos saber cuánto se señala en servicio a Dios S. S. Rma., y también para acrecentarnos la devoción a micer Paulo y a mí, para que seamos perpetuos capellanes suyos. No deje de escribirnos del fruto que en la
Iglesia hace.
Acabo rogando a Dios nuestro Señor que, pues por su misericordia nos juntó y por su servicio nos separó tan lejos unos de otros, nos torne a juntar en su santa gloria. […]
De Cochín a 15 de enero, año de 1544.
Vuestro carísimo en Cristo hermano,
Francisco
Ante esta carta, ¿qué sentimientos te surgen?
¿Con qué consolación vives tu experiencia de misión?
Javier les cuenta a sus amigos sus “santas cupaciones”
itinerantes y sus dificultades con la lengua. Necesita la ayuda de otros.
Aquí está el famoso párrafo en el que resuena su tiempo de estudios en la Sorbona, un texto que suscitó, en su tiempo, muchas vocaciones. Javier deja traslucir su elección en los Ejercicios, la realidad actual que está viviendo, con los brazos cansados de bautizar. Un texto lleno de pasión y cercanía. Un texto que invita al “más”.
Intentando quedarse en el anonimato: “Me acaece oir decir a una persona…”. Javier comunica sus afectos: el Señor le envía a la misión y en ella le llena de consolación.
La carta concluye con la referencia a sus “carísimos hermanos”, en ausencia corporal pero siempre presentes, pues son sus “amigos en el Señor”. Y da gracias a Dios por la aprobación de la Fórmula del nstituto por Pablo III, al incluirla en la bula de fundación de la Compañía, y reconoce en Ignacio la paternidad del grupo de los primeros compañeros.
Oración:
Jesucristo,
Rey eterno y Señor universal,
mira a tus siervos,
los miembros de tu mínima Compañía,
esparcidos por todo el mundo
para trabajar contigo,
Envíanos tu Espíritu,
el Espíritu que inflamó
a nuestro padre Ignacio,
ardió en el corazón de Francisco Javier,
e inspiró a tantos santos, hermanos nuestros,
para que, rodeados de tal nube de testigos,
nos quitemos toda afección desordenada,
y corramos con fortaleza
por el camino de la vida,
fijos los ojos en Ti,
que sufriste la cruz,
que te humillaste
e hiciste obediente hasta la muerte,
y Dios te exaltó
y otorgó el Nombre sobre todo nombre,
para que al nombre de Jesús
se doble toda rodilla
y toda lengua proclame
que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre.
FUENTE : www.jesuitas.es/pages/javier/cartas/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

PARÁBOLA.

PARÁBOLA.

JESÚS EN LA SINAGOGA DE NAZARET.
Todos vivimos en casas. Unas son pequeñas y otras son grandes. Pero estas casas, grandes y pequeñas viven dentro una gran casas que es el mundo. Un mundo que cuando fue creado era para que todos fuéramos felices.

Surgieron unas personas que comenzaron a ser egoístas: sólo pensaban en si mismas y en como se podrían hacer ricos. Tener dinero, pantalones, camisas y zapatillas de marcas era muy importante para ellos. Poco a poco este mundo que era sólo uno se dividió en dos: el mundo de la abundancia y el mundo de la miseria

El mundo de la abundancia era pequeño comparado al mundo de la miseria. En el mundo de la abundancia la gente tenía de todo: Casas con habitaciones para los niños y los adultos, televisión, electricidad, agua potable. Los niños y los mayores podían divertirse: Iban al cine, tenían juguetes, hacían excursiones e incluso tenían vacaciones. Y comida tenían muchísimo. Algunos niños y adultos de tanto que tenían incluso tiraban la comida a la basura. La gente de este mundo podía ir a la escuela, al colegio y a la universidad. Así se preparaban para tener un buen trabajo. Aunque estas personas tenían de todo sentían que les faltaba algo. Decían que eran felices, pero se sentían vacíos. Había algo que no estaba bien.

Una persona del país de la abundancia, descubrió un libro muy antiguo en una casa muy grande. Este libro había sido escrito por Dios. Dios decía a través del libro que para ser feliz de verdad habría que hacer unos cambios importantes dentro de las personas que vivían en el mundo de la abundancia para que no existiera el mundo de la miseria, sino solamente un mundo, como lo fue desde el principio de la creación.

El hombre se decidió hacer unos cambios. A todas la personas que se encontraba, les animaba a cambiar y les leía lo que Dios decía en el libro que había encontrado: “Convertíos a mí de todo corazón, rasgad los corazones y comenzad a cambiar el mundo de la miseria en un mundo diferente”. Les decía que Dios pedía que cada año, durante cuarenta días se dispusieran en hacer un cambio, para cambiar el mundo de la miseria y el mundo de la abundancia en un sólo mundo. Muchos niños y adultos comenzaron a hacer estos cambios

El hombre entonces, decidió ir a conocer el mundo de la miseria. Pero necesitaba llevarles algo. El no sabía que llevar. ¿Vosotros me podrías decir qué cosas podría llevar al mundo de la miseria para ir cambiándolo?.
( Autor desconocido ).
FUENTE : www.pazybien.org/materiales/Textos/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.
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DA GRACIAS A DIOS.

DA GRACIAS A DIOS

" LA CONVERSIÓN DE LA MAGDALENA "- TINTORETTO.

Ser agradecidos es algo que nos somos frecuentemente, al mismo Señor Jesús le paso, sano a 10 leprosos y solo uno se volvio a El para darle gracias, porque sera que cuesta tanto darselas a El que nos da todo, que nos proporciona todo lo que somos, lo que tenemos, lo que disfrutamos, hagamos un alto en el camino y al observar lo que nos rodea, solo nos insta a hacerlo, ademas por lo que amamos, si no fuera por esas vidas que nos hacen la vida grata, seria vano vivir, asi que la vida que tienes se la debes a El y solo a El.

DA GRACIAS A DIOS
Da gracias por la vida misma, aunque la tuya no sea la más perfecta. Dios te la dio y el tenerla es ya un milagro. Aprende a valorarla para hacerla llevadera. No hagas de ella algo vano y vacío.

Da gracias por el aire que respiras, es tan natural y vital y ni cuenta te das de que sin él con seguridad no vivirías. Por cada respiro que des, recuerda y ten presente que Dios lo creó pensando en ti.

Da gracias por la luz del sol, es la que te permite ver el día en esplendor. La que da vida a la hermosura de la creación, y da calor a los seres vivos de la tierra.

Da gracias por la noche, Dios la hizo para darnos descanso, para que la tierra repose del afán del día. Es cuando realmente puedes relajarte y meditar, para poder reponer fuerzas para seguir adelante.

Da gracias por el agua que cae del cielo, Dios la envía para hacer de nuestro suelo uno fértil y productivo, y es la misma agua que al estar sedientos calma nuestra sed.

Da gracias por las pruebas que llegan a ti, no te lamentes cuando éstas llegan, mas bien tómalas de un modo positivo. Las pruebas purifican tu espíritu, y te hacen más fuerte para enfrentarte a la vida.

Da gracias por todo lo que eres, no te quejes de que no siempre es como quieres. Dios permite todo lo que llega a tu vida, pero lo permite porque tiene su razón de ser. Nada pasa sólo porque sí, al final verás y entenderás la razón.

Da gracias a Dios por todo, por las cosas grandes y aún por pequeñeces. Él muy agradecido nos recompensará. Da siempre gracias, sentirás alivio y paz si las das de corazón.
( María José Parra ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

domingo, 28 de octubre de 2007

MI CRUZ.

MI CRUZ.

“ JESÚS, CONSOLADO POR UN ÁNGEL EN GETSEMANÍ “- CARL BLOCH.

ME PREGUNTE MUCHAS VECES
PÓRQUE MI CRUZ, DOBLABA MI ESPALDA
HABLE CON DIOS, MIRANDO LAS ESTRELLAS
Y SOLLOZANDO DIJE. "ES MUY PESADA"
DIOS, ME HIZO VER CON TODA SU PACIENCIA
CUANTO Y PORQUE EQUIVOCADO ESTABA,
Y POCO A POCO, EMPECÉ A DARME CUENTA
DE QUE MI CRUZ TORNABASE LIVIANA
VI PASAR A LA MISERIA, TAN INMENSA,
COLGABA EN LOS HARAPOS DE UNA ANCIANA,
VI A UN JOVEN MORIBUNDO DE TRISTEZA,
POR UNA ENFERMEDAD QUE LO ACOSABA,
UNA INVALIDA, SOLA E INDEFENSA,
EN UNA SILLA VEGETABA.
Y UNA MADRE CON TODA SU ENTEREZA,
CON SU HIJO , CON SINDROME DE DOWN PASEABA.
LUEGO MIRE MIS MANOS.. VIVAS, BELLAS,
SOBRE ELLAS UNA CRUZ SE DESTACABA DE PRONTO DIJO DIOS...
"DI CUANTO PESA"
Y YO DIJE..."SEÑOR , NO PESA NADA"
( LUZ MARÍA GAYTÁN ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

sábado, 27 de octubre de 2007

LA HORMIGUITA FELIZ.

La Hormiguita Feliz.

Todos los días, muy temprano llegaba a su empresa la hormiga productiva y feliz. Allí pasaba sus días, trabajando y tarareando una antigua canción de
amor. Ella era productiva y feliz, pero ¡ay!, no era supervisada.

El abejorro gerente general consideró que ello no era posible, así que se creó el puesto de supervisor, para el cual contrataron a un escarabajo con mucha experiencia.

La primera preocupación del escarabajo supervisor fue organizar la hora de llegada y de salida y también preparó hermosos informes.

Pronto fue necesario contar con una secretaria para que ayudara a preparar los informes, así que contrataron una arañita que organizó los archivos y
se encargó del teléfono.

Mientras tanto la hormiga productiva y feliz trabajaba y trabajaba. El abejorro gerente estaba encantado con los informes del escarabajo
supervisor, así que pidió cuadros comparativos y gráficos, indicadores de gestión y análisis de tendencias. Entonces fue necesario contratar una
cuncuna ayudante para el supervisor y fue indispensable un nuevo computador con impresora a color.

Pronto la hormiga productiva y feliz dejó de tararear sus melodías y comenzó a quejarse de todo el papeleo que había que hacer ahora. El abejorro gerente, entonces, consideró que era momento de adoptar medidas.

Así crearon el cargo de gerente de área donde trabajaba la hormiga productiva y feliz. El cargo fue para una cigarra que alfombró su oficina e hizo adquirir un sillón especial. El nuevo gerente necesitó - claro está - un nuevo computador y cuando se tiene más de un computador hay que tener
una red local. El nuevo gerente pronto necesitó un asistente (que había sido si ayudante en la empresa anterior), para que le ayudara a preparar el plan
estratégico y el presupuesto para el área donde trabajaba la hormiga productiva y feliz.

La hormiga ya no tarareaba sus viejas melodías y cada vez se le notaba más irascible. "Vamos a tener que contratar un estudio de clima laboral un día de estos" dijo la cigarra.

Pero un día el gerente general, al revisar las cifras, se dio cuenta que la unidad de negocios (donde trabajaba la hormiga productiva y feliz) ya no era tan rentable como antes. Así que contrató al búho, prestigioso consultor, para que hiciera un diagnóstico. El Búho estuvo tres meses en la empresa y pronto emitió un sesudo informe:
"Hay demasiada gente en este departamento….."

Así el gerente general siguió el consejo del consultor y… despidió a la hormiga productiva y feliz.

¿Has pensado en alguien conocido? En más de uno supongo... pero en este caso… cualquier parecido con la coincidencia es pura realidad.
!POBRE HORMIGUITA!
( AUTOR DESCONOCIDO ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

viernes, 26 de octubre de 2007

LA CRUZ Y EL MUCHACHO.

LA CRUZ Y EL MUCHACHO.

“ SAN FRANCISCO DE ASÍS ABRAZANDO A CRISTO “ – BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO.

Una vez una persona andaba buscando al Señor. Le habían comentado de una invitación que hacía a todos para llegar hasta su Reino, donde decían que tenía reservada una morada para cada uno de sus amigos.
Y él también tenía ganas de ser amigo del Señor. ¿Porqué no ? Si otros lo habían logrado ¿Quién le impedía a él llegar a ser uno de ellos?
Averiguando acerca del paradero, se enteró de que el Señor se había ido monte adentro con una hacha, a fin de preparar para cada uno de sus amigos, lo que necesitarían para el viaje. Y se fue a buscarlo. Los golpes del hacha lo fueron guiando hasta un claro. Atravesó los arbustos tratando de acercarse al lugar de donde provenían los golpes. Las pegajosas hojas de la jara se prendía a la ropa, pero no lograron detenerlo, porque era hombre decidido.
Al fin llegó. Y se encontró con el mismísimo Nuestro Señor, que estaba preparando las cruces para cada uno de sus amigos antes de partir hacia su casas a fin de disponer un lugar para cada uno.
- ¿Qué estás haciendo? -le preguntó el joven al Señor.
- Estoy preparando a cada uno de mis amigos la cruz con la que tendrán que cargar para seguirme y así poder entrar en mi Reino.
- ¿Puedo ser yo también uno de tus amigos? -volvió a preguntar el muchacho.
- ¡Claro que sí! -le dijo Jesús-. Es lo que estaba esperando que me pidieras. Si quieres serlo de verdad, tendrás que llevar también tu cruz y Porque yo tengo que adelantarme para ir preparando un lugar .
-¿Cuál es mi cruz, Señor?
- Esta que acabo de hacer.Sabiendo que venias y viendo que los obstáculos no te detenían, me puse a preparártela especialmente y con cariño para ti.

La verdad que muy, muy preparada no estaba. Se trataba prácticamente de dos
troncos cortados a hacha, sin ningún tipo de terminación ni arreglos. Las ramas de los troncos habían sido cortadas de abajo hacia arriba, por lo que sobresalían pedazos por todas partes. Era una cruz de madera dura, bastante pesada, y sobre todo muy mal terminada. El joven al verla pensó que el Señor no se había esmerado demasiado en preparársela. Pero como quería realmente entrar en el Reino, se decidió a cargarla sobre Sus hombros, comenzando el largo camino, con la mirada en las huellas del Maestro,

No bien cargó la incómoda cruz, hizo también su aparición Mbas Pochy -el diablo-, Es su costumbre hacerse presente en estas ocasiones .Y en aquella circunstancia no fue diferente Porque donde anda Dios, asimismo anda el diablo. Sobre todo en los montes. Desde atrás gritó al joven que ya se había puesto en camino:

- ¡Te olvidaste de algo!
Extrañado por aquella llamada, miró para atrás y vio a Mandinga muy comedido, que se acercaba sonriendo con el hacha en la mano para entregársela.

- ¿Pero cómo? ¿También tengo que llevarme el hacha? - preguntó molesto el muchacho,
- No sé -dijo el diablo haciéndose el inocente-. Pero pienso que es conveniente que te la lleves por lo que puedas necesitar en el camino. Por lo demás, sería una lástima dejar abandonada una hachita tan linda,
La propuesta le pareció tan razonable que sin pensar demasiado, tomó el hacha y reanudó su camino.
Duro camino. Por varias cosas. Primero, y sobre todo, por la soledad. El creía que lo haría con la visible compañía del Maestro. Pero resulta que se había ido, dejando sólo sus huellas. Soledad, y a veces la ausencia que más duele en este camino es la de no sentir a Dios a nuestro lado. Algo así como sí nos hubiera abandonado. El camino también era duro por otros motivos. En realidad no había camino. Simplemente eran huellas por el monte y las estepas. Hacía frío en aquel Invierno y la cruz era pesada. Sobre todo era molesta por su falta de terminación. Parecía como si sus salientes se empeñaran en engancharse por todas partes a fin de retenerlo. Y se le incrustaban en la piel para hacerle más doloroso el camino.

Una noche particularmente fría y llena de soledad, se detuvo a descansar al descampado.
Depositó la cruz en el suelo, a la vez que tomó conciencia de la utilidad que podría brindarle el hacha. Quizá el Maligno -que lo seguía a escondidas- ayudó un poco arrimándole la idea mediante el brillo del hierro del instrumento. Lo cierto es que se puso a arreglar la cruz. Con calma y despacito le fue sacando los nudos que más le molestaban, suprimiendo aquellos muñones de ramas mal cortadas, que tantos disgustos le estaban proporcionando en el camino. Y consiguió dos cosas.
Primero mejorar el madero Y, segundo, se agenció un montoncito de leña que le vino al pelo para prepararse un fuego con el que calentar sus manos ateridas.

Esa noche durmió tranquilo. A la mañana siguiente reanudó su camino. Y noche a noche su cruz fue siendo mejorada, pulida por el trabajo que en ella iba realizando. Mientras su cruz mejoraba y se hacía más llevadera, conseguía también tener la madera necesaria para el fuego amigo de cada noche. Casi, casi se sintió agradecido hacia Mandinga que le había hecho traerse el hacha consigo. Después de todo había sido una suerte contar con aquel instrumento que le permitía el trabajo sobre la cruz.

Estaba satisfecho con la tarea, y hasta sentía un pequeño orgullo por su obra de arte. La cruz tenia ahora un tamaño razonable y un peso mucho mejor. Y además se trataba de algo esmerado. Bien pulida, brillaba a los rayos del sol, y casi no molestaba al cargarla sobre sus hombros. Achicándola un poco más, llegaría finalmente a poder levantarla con una sola mano a manera de estandarte, para así identificarse ante los demás como seguidor del crucificado, y si le daban tiempo, podría llegar a acondicionarla hasta el punto que llegaría al Reino con la cruz colgando de una cadenita al cuello como un adorno sobre su pecho, para alegría de Dios y testimonio ante los demás.

Y consiguió su meta. Es decir: sus metas. Porque para cuando llegó a las murallas del Reino se dio cuenta de que gracias a su trabajo, estaba descansado y además podía presentar una
cruz muy bonita, que ciertamente quedaría como recuerdo en la casa del Padre. Pero no todo fue tan sencillo . Resulta que la puerta de entrada al reino estaba colocada en lo alto de la muralla. Se trataba de una puerta estrecha, abierta casi como una ventana a una altura imposible de alcanzar.
Llamó a gritos, anunciando su llegada. Y desde lo alto se le apareció el Señor invitándole a entrar.

- Pero, ¿cómo, Señor? No puedo. La puerta está demasiado alta y no la alcanzo.
- Apoya la cruz contra la muralla y luego trepa por ella utilizándola como escalera- le respondió Jesús - Yo le dejé a propósito los nudos para que te sirviera. Además tiene el tamaño justo para que puedas llegar hasta la entrada.

En ese momento el joven se dio cuenta de que realmente la cruz recibida había tenido sentido y que de verdad el Señor la había preparado bien. Sin Embargo ya era tarde, su pequeña cruz, pulida, y recortada, le parecía ahora un juguete, inútil. Era muy bonita pero no le servía para entrar. Mandinga había resultado mal consejero y peor amigo.

Pero el Señor es bondadoso y compasivo. No podía ignorar la buena voluntad del muchacho y su generosidad en querer seguirlo. Por eso le dio un consejo , y otra oportunidad :

-Vuelve sobre tus pasos.Seguramente en el camino encontrarás a alguno que ya no da más, y ha quedado aplastado bajo su cruz. Ayúdale tú a traerla. De esta manera conseguirás que haga su camino y llegue. Y él te ayudará a vos a que puedas entrar.
FUENTE : www.pazybien.org/materiales/Textos/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

jueves, 25 de octubre de 2007

MI FAMILIA- P. MIGUEL ORTEGA R.

Mi Familia- P. MIGUEL ORTEGA R.
Del Libro "He Decidido ser Feliz"

“ DESCANSO DE LA SAGRADA FAMILIA EN SU HUIDA A EGIPTO “- ZURBARÁN.

MI FAMILIA
Tengo múltiples afectos,
Amistades, relaciones, conocidos.

Nada iguala a mi vida familiar.

Llevo las marcas registradas
de mis padres
impresas en mi rostro.

No importa el tiempo vivido con ellos.
Puede que haya sido mucho, poco o nada.
Su sello, sus palabras.
sus presencias, sus ausencias.
sus cariños, sus peleas, sus afectos,
su abandono, su manera de hablarme,
su recuerdo, sus castigos,
su forma de vivir con Dios,
su manera de entender el sexo, la vida,
el placer o la felicidad,
han quedado registrados
en todos los pliegues de mi alma.

Sus enojos y dolores
Influyen hoy en mi conducta.
Estén ellos vivos o muertos.
Sea yo un niño, un joven o un anciano.

Voy caminado por la vida,
y desde su proximidad o lejanía
busco, sin darme cuenta, agradar a mi padre
o seguir los consejos de mi madre.

Voy por los caminos
buscando de algún modo misterioso
reproducir o descubrir
la imagen paterna o materna
que llevo impresa en mi interior.
De no hacerlo, siento miedo.

En toda autoridad,
en el que manda, en el jefe, en el superior,
en el párroco, en el profesor o en el obispo,
descubro un grado de paternidad oculta.

Mi padre y mi madre viven
aunque estén muertos.

Ahora que soy consciente,
puedo valorar el bien que me hicieron
o el daño que me causaron.

Ahora puedo rehacerme como persona
si con ellos hubo conflictos o vacíos.
Ahora puedo acentuar las virtudes y valores
que ellos me entregaron.

Mis padres
Fueron artesanos que tallaron en mi roca
Los rasgos más firmes de mi personalidad.

Desde aquí hasta donde ellos estén,
en la ciudad terrena o en la celestial,
yo puedo expresarles en verdad
mis gratitudes o perdones.

No se puede vivir sin expresar
con claridad esta emoción.

“Gracias, papá, por tu amor.
Gracias, mamá, porque me entendiste”

“Te perdono, papá, por tus errores.
Te perdono, mamá, por tus limitaciones”.

Cuando estas palabras
salen desde el fondo de mi alma
yo logro encontrar la paz que necesito.

Por eso me lo digo muchas veces:
Sin duda mi familia me ha marcado.

Pasan los días y los años
y vuelvo progresivamente a valorarla.

La convivencia de los hermanos,
los juegos, las discusiones,
el diálogo, las diferencias,
han marcado mi vida para siempre.

Soy muy consciente
de los múltiples problemas
que hoy enfrenta la vida familiar.

Pero no hay ninguna escuela de este mundo,
ningún siquiatra, ningún consejero
que pueda darme lo que ella me dio
o enseñarme lo que ella me enseñó.

Hoy valoro a mi familia.

Con lo bueno y lo malo,
con el gozo y la tristeza.
con los gratos momentos y con las lágrimas,
con todo,
hoy valoro a mi familia.

Si algo estuvo mal
le regalo mi perdón con generosidad.

Si mucho estuvo bien
le expreso mi gratitud con abundancia.

Soy de los que piensan
que la familia debe unirse cada día más.
Debe tener momentos para el j uego,
para el paseo, para la conversación sin plazo,
para compartir los sentimientos
y expresar los afectos y ternuras.

Me inscribo apasionadamente
entre aquellos que la defienden y protegen.

No creo que sea moderna la actitud
de romper con facilidad vínculos y promesas,
o dejar que cada uno haga su vida
sin apoyos, sin amores, sin ayudas.

No puedo creer en los que consideran
la infidelidad como algo normal
“de estos tiempos que vivimos”.

Amo a mi familia.
Cada día más.

Y me declaro amigo de todas las familias
que con esfuerzo luchan para vivir mejor.

Por algo Dios es Padre,
(y me ama más que mi padre de la tierra).

Dios es Madre,
(y es más tierno que la madre que me dio a luz).

Dios es Hijo,
(y como él yo a Dios lo venero y lo respeto).

Dios es Hermano,
(y con él descubro una multitud de hermanos).

Dios es Familia.

Ahora entiendo algo fundamental
para mi propia vida:
La Santa Trinidad no es sólo la Familia de Dios.
Es mi Familia.
Ella llena mis vacíos y carencias,
me da todo su amor y sus afectos,
sana mis heridas y corrige mis desvíos.

A la Santa Trinidad,
la Santa Familia de Dios y de los hombres,
yo le puedo confiar plenamente
mi ser y mi vida entera.

P. Miguel Ortega
“He Decidido Ser Feliz”

FUENTE : www.laicosignacianos.cl/

ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

13 PRINCIPIOS PARA LA VIDA.

Trece principios para la vida

1. La verdad
Ser sincero al hablar. No digas nada a menos que sepas fehacientemente que es verdad.

2. Agilidad
Saber aprovechar el tiempo, lo que debe ser hecho hazlo inmediatamente.
El tiempo es muy valioso para ser malgastado.

3.La Diligencia
Tomar decisiones conscientemente. Decide que es lo que debes hacer y luego hazlo con entusiasmo. En caso de duda, pide consejo. No permanezcas en estado de confusión.

4. El Respeto
Debes tener mucho cuidado con el sentimiento de otras personas. Todo ser humano es precioso por haber sido creado a la imagen de Dios. Se amable con todas

5. La Tranquilidad
Tener serenidad. No dejar que pequeñas cosas nos saquen nuestra tranquilidad. Conserva la calma y la serenidad. Demuestra sosiego en todo lo que hagas.

6. La Serenidad
Acordarse del consejo del rey Salomón, "las palabras del sabio son dichas calladamente". Los sabios pausadamente. Fomenta ese hábito, te comprenderán y te comprenderás mejor.

7. La Higiene
Es importante mantener la higiene personal, ropas, casa y lugares públicos limpios. Respeta tanto a tu cuerpo, como a tus vestimentas.

8. La Paciencia
Es necesario cultivar la paciencia sea cual sea la situación. Hay un momento para todo en la vida, no pretendas adelantarlo.

9. El Orden
Es importante concentrarse en todo lo que sea hecho, sin distraerse.
Guardar cada cosa en su respectivo lugar, evitará perdida de tiempo y de paciencia. Maneja tu tiempo y tus objetos con orden. Planifica y organiza.
Así concretara tus proyectos con éxito.

10. La Humildad
Reconocer las propias limitaciones, e ignora los errores del projimo.
Aprender de todos. Cada persona tiene algún conocimiento o virtud que no poseemos. No sos perfecto.

11. La Rectitud
Acordarse del consejo del sabio Hilel, "lo que es desagradable a vos no hagas al otro" Aquel que ama y practica la justicia es justo y su conciencia es limpia. Haz siempre lo que es correcto, especialmente en lo que respecta a tus obligaciones.

12. La Austeridad Moderada
Acordarse de lo enseño Ben Zoma quien es rico, aquel que esta satisfecho con lo que tiene. El dinero es para ser usado, no amado. Es un medio y no un fin en si mismo. No malgastes el dinero innecesariamente. A otras personas le seria de vital importancia.

13. El Silencio
Juzga el valor de las palabras antes de hablar. Hablar es una de las armas mas poderosas. Es la única característica humana. El silencio es expresión de sabiduría. Piensa antes de hablar y no hables a menos que tengas algo importante para decir.
ENVIADO POR : EUGENIA ERICES.

miércoles, 24 de octubre de 2007

EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL DEL ADULTO MAYOR.

EL ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL DEL ADULTO MAYOR
+Marco A. Ordenes Fernández
Obispo de Iquique
Presidente Comisión nacional
para la Pastoral de la Salud.
Conferencia episcopal de Chile

Hablar de espiritualidad y su acompañamiento en la realidad de los adultos mayores pudiera parecer una cuestión restringida al campo de lo religioso, y por tanto, en la lógica actual, a una cuestión sólo personal. Sin embargo, si bien es cierto que es una cuestión personal e íntima; es también una cuestión de preocupación social, pues constituye un aspecto de tanta importancia del ser humano, como lo es lo es el bienestar física, la educación, la cultura, el trabajo, etc. Sobre la base de esta tesis, quiero desarrollar esta exposición, pues si bien experimentamos una apertura al tema espiritual y religioso por parte de la estructura estatal y de organización del mismo Estado, las comprensiones que se puedan hacer de ello pudieran ser equívocas: una simple moda que ya pasará, una cuestión de integrismos, cuestiones de “affaire político”, etc. De allí la necesidad de detenernos en una reflexión que busca fundamentar la existencia de lo espiritual en la misma identidad de lo humano. El tema lo expongo en los siguientes aspectos:

1. La espiritualidad como una necesidad humana
2. Las necesidades espirituales del adulto mayor
3. Algunas claves para el proceso de acompañar espiritualmente al adulto mayor
4. Consideraciones finales


1. LA ESPIRITUALIDAD COMO NECESIDAD HUMANA

En salud comprendemos muy bien el concepto de necesidad. Sobre este término se establece el plan de atención integral al enfermo, los procesos terapéuticos que buscan reestablecer el bienestar físico, psíquico y social del que ha experimentado una alteración en estas armonías fundamentales. Es importante decir, que la comprensión del ser humano desde la atención en salud, ha experimentado un proceso de desarrollo con evoluciones e involuciones. En los principios de la disciplina médica, la atención del paciente el desarrollo de la técnica y farmacología estaban reducidos a procedimientos muy básicos, pero no con menos inteligencia. En la medida del creciente desarrollo del ars médica, todos los procesos terapéuticos fueron haciéndose complejos, hasta llegar a estos tiempos donde el gran desarrollo tecnológico está transformando incluso el modo clásico de hacer medicina. Pero todo el proceso de desarrollo de la ciencia médica, ha estado unido a otros procesos muy fundamentales en la cultura, y que son los de la comprensión misma del ser humano.

La comprensión antropológica ha sido clave, no sólo para el modo de la autocomprensión del hombre, su sociedad y el entorno; sino también desde ella, y muchas veces como lógica consecuencia, el desarrollo de las diversas disciplinas del conocimiento humano y la utilización de los recursos y los modos de convivencia entre los propios hombres y mujeres. Así, en los orígenes de la atención médica, la atención física de la persona, estaba íntimamente ligada a los procesos de sanación implicando lo divino, en sus más diversas comprensiones, pues lo espiritual formaba parte sustancial de la comprensión del ser humano. Así, está descrito en todas las civilizaciones antiguas, como en las clásicas culturas del medio oriente y en el desarrollo de la cultura grecolatina; como también en las diversas culturas amerindias.

El cristianismo, heredero de las raíces hebreas, consolidó la concepción corpóreo espiritual de la persona. De esta forma, en diversos momentos, frente a doctrinas que intentaban desarticular esta unión, se establecía una mayor profundidad desde la comprensión filosófica y teológica de esta afirmación. Fue Santo Tomás de Aquino que desarrolló en el genial sustrato filosófico de Aristóteles, el fundamento de esta compresión de la naturaleza humana.

Con el proceso filosófico y cultural del racionalismo, lentamente se fue derivando a sostener una comprensión basada exclusivamente en la materialidad del sujeto. La comprensión ontológica del materialismo, tanto del positivismo como del materialismo dialéctico, sostuvieron que la naturaleza misma del ser humano se restringe sólo a cuanto es posible comprobar y sostener empíricamente. Con estas tesis, que marcaron la comprensión del ser humano, toda la dimensión espiritual, metafísica, quedó descartada como conocimiento cierto de la persona; uniéndose a un progresivo desprecio por todo cuanto pudiera ser “religioso” y de tradición oral. Esta tendencia ha marcado el modo de ser y hacer el mundo, la cultura y la satisfacción de las necesidades humanas. En esta lógica resultaba totalmente innecesaria cualquiera forma de religiosidad, pues constituía un “opio para el pueblo”, formas de represión social, o etapas de un proceso de desarrollo humano superadas. La verdad, que nosotros somos todavía hijos de estas formas de pensar, que siguen plateando como oposición de existencias la fe y la razón, donde la existencia de una anula a la otra. Esto tanto en el mundo de los creyentes, como de los que no lo son.

Pero ¿por qué volver a la espiritualidad? Sin duda que nos encontramos en una etapa histórica de redescubrimiento de muchos aspectos del ser humano que fueron olvidados o parcialmente comprendidos. Uno es estos aspectos es la espiritualidad. Tal como lo hemos afirmado, se formuló la idea que lo espiritual es una cuestión inexistente, pues sobrepasa los modos racionalmente empíricos del conocimiento. El principio de la comprobación empírica y experimental, se volvió un tótem al que se le rindió un culto idolátrico. Sin duda, que el método científico lo demanda, pero la formulación del mismo exige hoy, diversas variantes según las diversas formas del objeto del conocimiento, tomando la ciencia más conciencia de sí misma, que ella misma se estructura sobre bases axiomáticas que sobrepasan su propia fundamentación lógica experimental.

Es posible hoy asistir a un redescubrimiento de la identidad del ser humano, con mayor conciencia que la integralidad del sujeto implica muchos aspectos, los cuales implican un orden material y tanto más allá de lo material: psíquicos y espirituales. Lo espiritual se comienza a redescubrir como un elemento constitutivo de lo humano. Aunque también es cierto que este proceso de redescubrimiento de la integralidad de lo humano requerirá mucho tiempo más para que sea amplio y totalmente multidisciplinar.

El arte de la medicina vuelve a redescubrir, bajo múltiples motivaciones, las dimensiones “metafísicas de la persona” Así, desde fines del siglo XIX se comenzó a descubrir el complejo mundo de la psiquis humana. Hoy cada vez tenemos más incorporado la participación que tiene lo psicológico en muchas etiologías de patologías, como así también en procesos de recuperación. También las ciencias médicas están valorando el conocimiento de la medicina ancestral que no tiene las escisiones de la racionalidad, como así también la valoración a procedimientos de “medicina alternativas” que implican desarrollo de energías en fuentes naturales y la misma persona. Sin duda que el recorrido de la comprensión que exige la racionalidad es todavía mínima, pero hoy, la ciencia se vuelve más prudente para no declarar como sin existencia, lo que aún no logra lógicamente comprender.

La espiritualidad es referencia a un elemento constitutivo de la condición humana; y que no es sólo un adorno o complemento de ella; sino que es sustancial a la misma identidad de la naturaleza humana. Aristóteles, afirmaba en su teoría helimórfica que todas las cosas se constituyen en base a la materia y la forma. Es decir, no todo es material, no todo es espiritual, pero sin embargo ambas formas experimentan una íntima conexión. Del ser humano podemos afirmar lo mismo: no todo en él es sólo material, pero tampoco todo en él es sólo espiritual. Ambas realidades se implican y necesitan una de otra. Así donde hay experiencia material, hay también experiencia espiritual. Redescubrir esta unidad sustancial del ser humano puede ser un verdadero camino de plenitud y bienestar para la satisfacción del anhelo más intimo del hombre y la mujer.

Hay algunos momentos en el desarrollo de la persona que la experiencia de lo espiritual se vuelve más cercana, y estos son los momentos de conciencia de la precariedad y del límite. La proximidad de la muerte, la conciencia del inexorable paso del tiempo, la pérdida de personas queridas, vínculos y afectos, el drama de la experiencia del dolor físico y moral, predisponen para una mayor conciencia del olvidado plano de lo espiritual. De esta forma queda en evidencia un interrogatorio fundamental a nuestra conciencia sobre la condición de nuestra propia existencia: ¿Hay algo más? ¿Aquí termina todo? Y ¿si aquí no concluye todo? Son preguntas que se hacen profundas y muy concientes especialmente en estos momentos.

El desarrollo de la vida experimenta al final del natural proceso de la existencia humana un tiempo de envejecimiento corporal. A quienes inician esta etapa le llamamos adultos mayores. En este periodo de la vida, cuando el ritmo del trabajo disminuye considerablemente, la persona tiene, incluso “forzadamente” más espacio para el encuentro consigo mismo. Así pues, se vuelve un tiempo muy propicio para descubrirse más allá de la experiencia física, entrando en el conocimiento de otras situaciones tan reales, que son necesidades en ella, aunque pudiera ser que nunca en su vida, hubiera tenido necesidad. El orden de lo espiritual transita por estos carriles.


2. LAS NECESIDADES ESPIRITUALES DEL ADULTO MAYOR

Antes de hablar del acompañamiento espiritual del adulto mayor, conviene realizar una pregunta previa y básica: ¿Existe la necesidad espiritual? La respuesta puede tener muchos matices según las diversas mirandas que podamos dar, de acuerdo a la concepción de persona que tengamos. Yo expongo una respuesta basada en una concepción antropológica que reconoce en el ser humano una dimensión corpóreo espiritual.

En la persona humana el espíritu constituye el centro de la interna coherencia de todas las facultades y potencias psíquicas, biológicas y sociales que posee. El espíritu constituye una unidad sustancial en su autocomprensión, pues la materia no lo explica todo ni le entrega sentido a todos sus actos, incluso al mismo acto de existir. La dimensión espiritual en definitiva, entrega el sentido final de todo: de la existencia. Abre a las categorías de lo que no es manipulable por el modo del hacer humano. Lo espiritual es contacto con lo que trasciende al propio hombre, pero que de muchas formas intuye, experimenta y anhela. La misma búsqueda de la perfección de sus sistemas sociales, políticos, orgánicos, dejan entrever el anhelo de una perfección que sobrepasa a sus mismas capacidades, en el anhelo de una perfección perdurable en el tiempo, de todo y de todos.

La dimensión espiritual del ser humano responde a esta condición fundamental de la misma estructura de su naturaleza, por ello que experimenta como necesidad esta dimensión; así como experimenta como la necesidad de respirar, el equilibrio hidroelectrolítico, el reposo y sueño, etc. Podemos afirmar que lo espiritual es una necesidad básica y fundamental en el ser humano.

Al intentar comprender los modos de las necesidades espirituales de la persona descubrimos que ellas se manifiestan y se expresan especialmente en situaciones donde la potencia de la misma naturaleza humana se experimenta frágil, débil y finita. Allí el ser humano experimenta con mayor radicalidad la necesidad de satisfacer ese “algo más” que lo sigue cautivando y que impulsa en una búsqueda que muchas veces no comprende, y que experimenta como una “cierta insaciedad” Estas situaciones dejan en evidencia la gran necesidad que implica lo espiritual: la necesidad de sentido de la vida y de la muerte. Y sobre esta necesidad fundamental que no puede ser saciada por la comprensión meramente técnica de la vida y de la muerte, se inscriben muchas otras necesidades que implican aspectos variables propios del temperamento psicológico de la persona: compañía, afecto, reconocimiento, consuelo, etc.

El adulto mayor posee una condición per se frágil. La condición de este período es un envejecimiento de todo el proceso biológico que implica el camino hacia la muerte natural. Con diversos eufemismos muchas veces ocultamos esta realidad, muy de acuerdo con un modo de cultura que rechaza el sufrimiento, el envejecimiento y la muerte. Aquí ya describimos una necesidad de verdad, tan necesaria para enfrentar el proceso de la vida con realidad.

La persona que envejece, adulto mayor, lo hace hoy en una realidad diversa a la de décadas anteriores. Y hoy, nos encontramos con adultos mayores, nacidos en un período muy diverso a este nuevo tiempo, y que viven este período de la vida en una realidad muy diversa a la que fueron formados. Esto genera un tipo de concepciones y aprehensiones propias. Es posible que en algunas décadas más, los adultos mayores experimenten otras situaciones. Sin embargo, existen algunas que serán constantes por ser parte de la misma condición humana.

Entre las principales situaciones que debe enfrentar el adulto mayor y que implican aspectos que atañen directamente a su espiritualidad podemos nombrar: la pérdida de la autoestima, el cambio del modo de vida familiar, la sensación de una vida prolongada y sin sentido, la pérdida de significados, la falta de encuentros gratuitos, la pérdida de las capacidades de fácil adaptación, la pérdida de seres queridos y referenciales, etc. Todas estas situaciones implican una situación espiritual, y con ello, un modo de enfrentarlas adecuadamente o no.

La necesidad espiritual implica el reconocimiento de una orientación y orden fundamental de sentido de la misma existencia. La espiritualidad realiza este gran aporte: entrega sentido al conjunto y, orienta las pequeñas situaciones y acontecimientos en una gran dinámica de vida, donde se pueden vivir todas las experiencias, gozosas y duras con un gran horizonte de sentido.


3. CLAVES PARA EL PROCESO DE ACOMPAÑAR ESPIRITUALMENTE AL ADULTO MAYOR

Según el clásico esquema de organización de la atención al paciente, las acciones se desarrollan en el marco de las necesidades descubiertas en la persona. El adulto mayor, sabemos bien, tiene una serie de necesidades biológicas, psíquicas, sociales, que deben ser satisfechas. Incluso el marco regulador del mismo Estado, está desarrollando los cauces legales y administrativos para ir en apoyo a estas satisfacciones. Pero eso no es todo. Victor Frankl, hace presente la gran problemática de estos nuevos tiempos: la pérdida del sentido de la existencia. Aquí radican muchas de las situaciones complejas de la vida actual, y que sin duda afectan también al adulto mayor. La recuperación del sentido existencial es una tarea que no queda saciada con la satisfacción de acciones sólo materiales. La satisfacción del sentido implica el descubrimiento en la persona de un “plus maior” (algo mayor) como totalmente necesario en el desarrollo de la persona.

El descubrimiento de la dimensión espiritual de la persona implica un mirar la misma existencia en la óptica de absolutos trascendentes. La satisfacción de la necesidad espiritual no se remedia sólo con establecer espacios para ello, sino que es necesario entregar en esos espacios, una verdadera dimensión espiritual que toca lo esencial de su vida, y no sólo aspectos más superficiales de la misma, por importantes que éstos sean. También esta óptica no se desvincula de acciones efectivas materiales que apoyan el desarrollo de la integridad de la vida corpóreo espiritual. En esta perspectiva quisiera enumerar algunas claves fundamentales que pudieran orientar un acompañamiento espiritual del adulto mayor. No intento desarrollarlas, pero sí mostrar aspectos importantes en la vida espiritual que deben tenerse en cuenta en este período de la vida.

1. Conciencia de lo finito

Tanto el enfermo terminal como el anciano, van desarrollando una conciencia que hay un fin de la vida; y que este se hace próximo. Muchas situaciones invalidantes contribuyen a una mayor conciencia de lo finito de la vida. Esta es una realidad que debe ser acompañada en la verdad de la misma. Ocultarla con discursos de fantasía puede ser una nebulosa que distorsiona las cosas, pero que no arranca las interrogantes guardadas en el corazón de la persona. El diálogo en la verdad de la finitud de la vida, en la realidad de la muerte es necesario. Los modos, las mediaciones y los acentos, podrán ser variados y de acuerdo a las circunstancias; pero es un tema que debe ser colocado en la profundidad de su realidad.


2. Aceptación de las limitaciones y reconciliación

Otro aspecto a considerar es aprender a enfrentar la realidad de la condición de “adulto mayor” marcada por las limitaciones físicas y sociales. Hay un imposibilidad real de “ser como antes” Es importante la toma de conciencia de esta realidad, para convivir con ella sin frustración y amargura. La limitación puede transformase en fuente de creatividad y desarrollo de otras potencialidades.

Por otra parte es tan importante acompañar y animar procesos de reconciliación del adulto mayor consigo mismo y con los otros. Esta reconciliación implica la aceptación serena de su propia historia en la diversidad de los acontecimientos. Aquí la perspectiva creyente sostiene con mucha fuerza este camino que genera paz.

3. Aceptación de la soledad

Un aspecto muy duro del envejecimiento es la pérdida de los seres queridos, la pérdida de la familia, sobre todo hoy con la gran tendencia a la familia nuclear. El anciano no encuentra espacio en este nuevo modelo familiar. Experimenta con mucha frecuencia la soledad y la experiencia del abandono por parte de los suyos. Muchas veces las reacciones frente a esta realidad son de negación, frustración y depresión. Se requiere aprender enfrentar esta realidad sin ocultarla a sí mismo. Aquí el descubrimiento de su vida interior, de la vida religiosa marcada por la compañía de Dios, es una fuente de consuelo, de paz y esperanza.

4. Dinámica de la alegría desde la realidad

La espiritualidad que brota desde el encuentro con la realidad de sí mismo y la realidad divina, implica una mirada objetiva sobre las situaciones que se viven. Esto no siempre resulta fácil en la dinámica de la vida de un adulto mayor, especialmente cuando hay factores cerebrales que pueden interferir. Por ello que aprender a mirar con objetividad la realidad es fuente de sosiego y de renovada creatividad es una tarea que requiere un ejercicio de la más temprana edad.

5. Crecimiento en encuentro y diálogo consigo mismo

El camino espiritual requiere para su profundización el encuentro consigo mismo en la verdad de la realidad. Sobran las formas de autoengaño y discursos represivos y aduladores. El diálogo consigo mismo implica mirarse con verdad. Esta es una tarea de toda la vida, y que en este período de la vida, puede ser acompañada con delicadeza cuando acompañamos el proceso de un anciano.

6. Diálogo y encuentro con los otros

El acompañamiento espiritual debe animar el diálogo con los otros, favoreciendo los espacios de encuentro en la intimidad de la palabra. Muchas veces se favorece sólo el encuentro lúdico. Junto a lo anterior es muy importante dar espacios a estos otros tipos de encuentro que pueden permitir compartir situaciones de dolor, temores y esperanzas, animándose unos a otros.

7. Paradoja del sufrimiento y la alegría

El sufrimiento y la alegría son situaciones humanas que están siempre presentes en la vida del ser humano. Negar el sufrimiento es negar una parte importante de la realidad de la humanidad. Incluso el sufrimiento se vuelve un momento propicio para la apertura del ser a la realidad de Dios y de los otros; como también a la experiencia del amor gratuito y de la cercanía de los otros sin intereses. Acompañar espiritualmente a una persona implica ir mostrando la realidad de esta verdad, evitando hacer afirmaciones que pueden ser falsas. Es más sano y fuente de fortaleza en una persona aprender a vivir con la experiencia del dolor. Así también valorará con mayor intensidad la experiencia de la alegría como fuente de esperanza.

8. Encuentro con el Señor de la vida

Sin duda que el fundamento más hondo de todo camino espiritual se encuentra en el descubrimiento, no sólo de algo trascendente a sí mismo, sino que esa trascendencia tiene un carácter personal; es decir, es una persona trascendente; Dios. Aquí se encuentra el fundamento de una vida espiritual, pues en Dios se encuentra el sentido absoluto de todo. Es el horizonte de sentido de lo que en la vida parece sin sentido. Todos los intentos de comprensión inmanentes quedan con explicaciones parciales antes las preguntas más fundamentales de la vida.

Es muy posible que muchos adultos mayores hayan tenido una escasa experiencia de encuentro con Dios, pero es este período donde este encuentro pude constituir el descubrimiento del auténtico sentido de su vida y de todo. Siempre esta experiencia es una realidad que nos sobrepasa en su comprensión; sin embargo, que importante resulta para quien lo llega a realizar. Por otra parte, también hacemos la experiencia de tantos adultos mayores en situaciones de abandono, pobreza, soledad, patologías crónicas, etc. y sin embargo con una mirada esperanzada de la vida porque tienen la permanente experiencia de Dios.

Aquí el diálogo de oración es una buen camino que se debe animar y potenciar, pues en este diálogo se descubre al Creador, la verdad de la creatura, sus limitaciones, la finitud de la vida, y a la vez la grandeza de una vida en plenitud que Dios da, y que los cristianos hemos aprendido a llamar vida eterna.



4. CONSIDERACIONES FINALES

La dimensión espiritual de la vida plantea temáticas y desafíos de sentido absoluto. No es una simple formulación o una actividad más de las que se organizan al adulto mayor para su recreación. La espiritualidad conduce hacia la puerta de las grandes interrogantes humanas y plantea la apuesta fundamental por Dios. La espiritual posee un corazón esencialmente creyente. En ella se desarrolla el acto de construir la vida en referencia fundamental a Otro, sustancialmente distinto de nosotros; y a la vez, encarnadamente cercano. El desarrollo de la espiritualidad implica una apertura a lo trascendente.

Los variados cambios culturales que se están produciendo, tienen muchos orígenes en la insatisfacción del orden dado por los modos de organización social y humana que se desarrollaron. En estos modos, Dios, fue considerado “opio”, una cuestión de la moral práctica y personal, una idea intelectual, un producto muerto socialmente; o una cuestión reservada al intimismo de la persona. Actualmente asistimos a una construcción de lo social donde Dios sigue en el olvido; o por lo menos, debe quedar restringido a la esfera de lo particular, pues constituye un obstáculo para el total desarrollo de la libertad y la formulación de verdades particulares, negándose la universalidad de la verdad. Y sin embargo, el anhelo de sentido, de plenitud sigue en el corazón del ser humano. Y estas ansias se vuelven imperiosas en los momentos de límite de la vida y de su envejecimiento, cuando las puertas de lo finito, de la muerte se hacen más próximas.

Acompañar espiritualmente este tiempo, especialmente en el período de la tercera edad o ancianidad, implica a personas que tengan esta inquietud. No podemos ser transmisores de espiritualidad, si no andamos en la búsqueda del sentido absoluto. Entrar en la hondura del interrogante por el horizonte del sentido, por la necesidad de trascendencia, son exigencias para un verdadero acompañamiento espiritual, pues no podríamos hablar con otros de lo que no hemos experimentado como una vivencia existencial. No basta el conocimiento intelectual de tema. Esto ayuda, profundiza, pero no lo produce. Por ello, la principal característica del que apoya estos procesos, es el reconocimiento de sus propias búsquedas por la hondura y trascendencia de la vida, acompañando a otros a descubrir y caminar por lo fundamental del sentido de la vida, de la ancianidad, del sufrimiento y de la muerte.

El papa bueno, Juan XXIII, en su lecho de ancianidad y muerte expresaba: La vida es una peregrinación. Estamos hecho de cielo. Nos detenemos un poco aquí, en la tierra, y luego continuamos la senda. No debemos de temer. Es cierto, tenemos marcha hacia el cielo.
FUENTE : DR. JOSÉ ALVEAR.
( CUARTO CONGRESO DE ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL - SANTIAGO, OCTUBRE DE AÑO 2.007 ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

BARCOS DE PAPEL- RABINDRANATH TAGORE.

BARCOS DE PAPEL- RABINDRANATH TAGORE.

" TODOS LOS DÍAS ECHO MIS BARCOS DE PAPEL AL RÍO, DONDE FLOTAN UNO TRAS UNO, ARRASTRADOS POR LA CORRIENTE.

EN ELLOS HE ESCRITO, CON GRANDES LETRAS NEGRAS, MI NOMBRE Y EL NOMBRE DE MI PUEBLO.
CONFÍO EN QUE ALGUIEN LOS ENCONTRARÁ, EN UN PAÍS LEJANO, Y ASÍ SABRÁ QUIÉN SOY.

CARGO MIS BARQUITOS CON FLORES DE SIULI, ARRANCADAS DE NUESTRO JARDÍN, Y ESTOY SEGURO DE QUE ESTAS FLORES QUE SE ABRIERON AL AMANECER ARRIBARÁN A TIERRA, FELIZMENTE, POR LA NOCHE.

DESPUÉS DE HABER ECHADO AL AGUA MIS BARCOS DE PAPEL, LEVANTO LOS OJOS AL CIELO Y VEO QUE LAS NUBECILLAS LLENAS DE VIENTO IMPULSAN SUS VELAS BLANCAS Y COMBADAS.

TAL VEZ ALGUN AMIGUITO JUEGUE CONMIGO DESDE EL CIELO, LANZÁNDOLAS AL VIENTO, PARA QUE COMPITAN CON MIS BARCOS...

CUANDO LLEGA LA NOCHE, HUNDO LA CABEZA ENTRE MIS BRAZOS Y SUEÑO QUE MIS BARCOS DE PAPEL BOGAN SIN PAUSA,CADA VEZ MÁS LEJOS, BAJO LA CLARIDAD DE LAS ESTRELLAS DE LA MEDIANOCHE.

LAS HADAS DEL SUEÑO LOS RIGEN, CARGÁNDOLOS CON SUS CESTOS LLENOS DE ENSUEÑOS."

( DE " LA LUNA NUEVA ", DE RABINDRANATH TAGORE, ED. LONGSELLER ).

ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

La oración que verdaderamente transforma- PARÁBOLA DEL PUBLICANO Y EL FARISEO- LUCAS 18, 9- 14.

CATEQUESIS SOBRE LA ORACIÓN (III):
La oración que verdaderamente transforma
Lucas 18, 9-14


“La confesión de los pecados invita al médico que te va a curar,
del mismo modo que repele al médico aquella persona
que en su dolencia dice:‘Estoy sano’”
(San Agustín)

“Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás”
Comencemos orando:
Enséñanos a orar, Jesús,
con espíritu humilde,
abiertos a la obra
del Padre Creador
en nosotros
con la fuerza
generadora de vida
del Espíritu Santo.
Amén.

Introducción
El domingo pasado la liturgia nos presentó la parábola de “la pobre viuda y del juez inicuo”, con la cual se ilustraba la fuerza de una oración perseverante. Este domingo la catequesis sobre la oración continúa con otra parábola, la “del fariseo y el publicano”. Esta insistencia es importante, no es por acaso que una los temas importantes en la formación del discípulo, según el evangelio de Lucas, es el de la oración.
La parábola “del fariseo y el publicano” también nos muestra la eficacia de la oración, la cual no depende de la bondad del orante sino ante todo de la bondad de Dios quien escucha y responde las plegarias. Igualmente se denuncia un mal hábito, lastimosamente expandido entre algunas personas piadosas que piensan que la salvación depende de su esfuerzo solamente, razón por la cual se vuelven excesivamente rígidas en el cumplimiento de las normas, y olvidan que ella es esencialmente un don de Dios.
Leamos atentamente el texto:
18,9Dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola:
10«Dos hombres subieron al templo a orar;
uno fariseo, otro publicano.
11El fariseo,
de pie, oraba en su interior de esta manera:
"¡Oh Dios!
Te doy gracias
porque no soy como los demás hombres, rapaces, injustos, adúlteros,
ni tampoco como este publicano.
12Ayuno dos veces por semana,
doy el diezmo de todas mis ganancias."
13En cambio el publicano,
manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a alzar los ojos al cielo,
sino que se golpeaba el pecho, diciendo:
"¡Oh Dios!
¡Ten compasión de mí, que soy pecador!"
14Os digo que éste bajó a su casa justificado y aquél no.
Porque todo el que se ensalce, será humillado;
y el que se humille, será ensalzado.»
Profundicemos despacio en cada línea esta catequesis sobre la oración que nos ofrece Jesús en el evangelio de Lucas.

1.El texto y su contexto
La conexión con el pasaje anterior la vemos en la temática de la “justicia”. Mientras la parábola anterior enfatizó que Dios “hará justicia” (18,7.8), esta otra presenta la comparación entre un fariseo que “confiaba en su propia justicia” (se tenía por “justo”; 18,9.11) y un cobrador de impuestos que salió del Templo “justificado”, es decir, que buscaba la justicia de Dios (18,14).
La relación con Dios vuelve a colocarse sobre el primer plano. La última frase de Jesús en el pasaje anterior fue la pregunta: “Cuándo venga el Hijo del hombre, ¿encontrará la fe sobre la tierra?” (18,8). Esta la leímos como un llamado de atención sobre la actitud que debe corresponder a la justicia inminente de Dios. Dios obra, es verdad, pero es muy importante cómo nos presentamos ante él. El pasaje de hoy trata de la actitud correcta que hay que tomar ante Dios, la que se ajusta a “la fe”.
Por ser parábola esta no es una “historia verdadera” sino una “historia que dice algo verdadero”. Para ayudarnos a comprender cuál es la actitud “justa” del hombre con Dios, Jesús propone dos ejemplos contradictorios: el del un fariseo y el de un cobrador de impuestos.
El pasaje sigue una estructura a la que ya nos vamos familiarizando cada vez que leemos parábolas lucanas:
(1) La introducción (18,9).
(2) La parábola del fariseo y el publicano (18,10-13).
(3) La aplicación de la parábola (18,14).

2. La introducción (18,9)

Comienza el pasaje con la anotación: “(Jesús) dijo también a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, esta parábola” (18,9).
Esta introducción anticipa el objetivo primario de la parábola: expresar un juicio sobre aquellos que se presentan ante el Señor con la equivocada convicción de que son “justos”, o sea, de que están perfectamente sintonizados con la voluntad de Dios por el simple hecho de poner en práctica las normas legales y cultuales, al mismo tiempo que desprecian a los demás.
En el presentarse como “justos” y al mismo tiempo “despreciar a los demás” hay una contradicción interna. El Dios de la misericordia predicado por Jesús “es bueno con los ingratos y perversos” (Lc 6,35).
¿Cómo era este desprecio de los demás? La parábola que sigue lo va a ilustrar. Pero anticipemos un buen ejemplo de “desprecio por los demás” en la declaración altiva de un grupo de fariseos en Juan 7,49: “Esa gente que no conoce la Ley son unos malditos”.
La línea que demarcaba una clara división entre los fariseos y los demás era el conocimiento de la Ley. Su actitud orgullosa se basaba en el poder que les daba el conocimiento: “Yo conozco; tú eres un ignorante”, “Yo soy justo; tú eres pecador”, “Yo tengo valor ante Dios y los demás; tú eres un pobre tonto”.
¿Cuál era la realidad que había por detrás de esta mentalidad? Por el mundo-ambiente de los tiempos de Jesús, sabemos que el conocimiento “perfecto” de la Ley estaba reservado para la clase privilegiada de los escribas, particularmente los del grupo de los fariseos, quienes eran los más meticulosos. No era fácil conocer la Ley como la conocían estas personas piadosas, por eso era complicado conseguir ponerse al nivel de ellos. Para conocerla bien había que estudiar mucho tiempo, preferiblemente desde niños.
El hecho es que, puesto que la Ley era la expresión de la voluntad de Dios, solamente quienes la conocían a fondo estaban en condiciones de cumplirla y presentarse como “justos”. Los demás, quienes transgredían continuamente muchos de sus pormenores, fuera por ignorancia o por falta de una disciplina espiritual estricta, automáticamente eran clasificados entre los “pecadores”.

3.La parábola del fariseo y el publicano (18,10-13)
A aquellos que “se tenían por justos y despreciaban a los demás” Jesús les propone una parábola que pone en el escenario, en el Templo (=ante la presencia de Dios, que es quien determina quién tiene valor ante él y quién no), a dos personajes que representan las posturas extremas en torno al conocimiento y cumplimiento de las normas divinas: un fariseo y un publicano.

3.1. El contexto de la oración en el Templo (18,10ª)
La primera línea de la parábola levanta el telón del escenario y presenta de manera increíblemente sintética el lugar, los personajes y la acción: “Dos hombres subieron al templo a orar” (18,10ª).
Jesús se refiere al Templo de Jerusalén, el que conoció en su forma monumental con las reformas arquitecturales queridas por el rey Herodes el Grande, y que en este tiempo todavía tiene algunas partes en “obra negra”.
Para la mentalidad bíblica, el Templo de Jerusalén, era considerado como el lugar donde el Dios de Israel moraba de un modo especial; era un signo de la presencia del Dios de la Alianza que, sin perder su trascendencia, habita con su pueblo.
El Templo era lugar de oración comunitaria y también personal. En tiempos de Jesús, muchos judíos iban al Templo con motivo de las grandes fiestas y, para los que habitaban más cerca, el lugar preferido para recitar las oraciones cotidianas sobre todo la de los sábados.
Había una convicción profunda de que éste era el lugar más propicio para ser escuchado por Dios. Así se lo había pedido Salomón –el primer constructor del Templo- a Dios el día de la consagración del edificio: “Oye pues la plegaria de tu siervo y de tu pueblo Israel cuando oren en este lugar. Escucha tú desde el lugar de tu morada, desde el cielo, escucha y perdona” (1ª Reyes 8,30).
Hasta el Templo “suben a orar” (lo cual concuerda bien con el “bajar” al final; 18,14b) sugiere un acto formal y quizás peregrinación. Se dejan ver enseguida dos personajes que el pueblo identifica con facilidad por sus comportamientos públicos: el típico santo (el fariseo) y el típico pecador (el cobrador de impuestos).
¿Qué sucede al interior de la oración de cada uno de ellos?

3.2. La oración del fariseo (18,11-12)
La sola denominación “fariseo” ya es diciente, significa “separado”:
·Así se diferenciaban de los otros grupos judíos de su época: los saduceos, zelotas, esenio.

· Se caracterizaban por una estricta disciplina espiritual que los llevaba a tomar distancia de los otros que no seguían las normas al pie de la letra.

· Consideraban estar a una buena distancia física y espiritual de los “pecadores” y de todo aquello que pudiera “contaminarlos”.
Para cumplir la voluntad de Dios en sus detalles mínimos los fariseos le daban mucha atención a las obras externas. Éstas eran tantas que terminaban descuidando la actitud interna que debía acompañarlas. Terminaban poniendo su confianza, como dirá Pablo, en las “obras de la Ley”, logrando así una “justicia” –la actitud correcta que una persona debe adoptar ante Dios- por las obras, es decir, por mérito propio.
La rigidez externa que descuida la actitud interna será duramente combatida en diversos pasajes de los evangelios y es una de los motivos por los cuales el movimiento fariseo no parece ser muy apreciado. Sin embargo, no hay que generalizar: no todos los fariseos eran así, en los mismos evangelios encontramos fariseos dignos de grata recordación como Nicodemo, José de Arimatea; en los Hechos se presenta al gran Gamaliel y uno de sus discípulos más famosos, Pablo, quien –ya siendo cristiano- se vanagloriaba delante del Sanedrín por haber “vivido como fariseo conforme a la secta más estricta de nuestra religión” (Hch 26,5).
Los fariseos no eran los únicos a quienes se les podía aplicar el perfil de orante que aparece enseguida; pero puesto que en general el movimiento fariseo era más reconocido por su piedad externa estricta –la cual debía notarse más en ellos que en las otras personas- se ganaron el cliché que se refleja en esta parábola (una caricaturización).
¿Cómo ora el fariseo?
La oración del fariseo de la parábola es descrita con todos los detalles de un perfil:
(1) Ora “de pie”
Es la posición normal de la oración en el mundo hebreo. Sólo antes o después de la oración era que se adoptaban las otras posturas de reverencia: la inclinación profunda de cabeza y pecho, arrodillarse o postrarse completamente en el suelo. Entonces el fariseo se presenta con una postura formalmente correcta: una oración normal.

(2) Ora “en su interior”
Esto ya no es común en una oración en el Templo. Lo habitual es recitar las oraciones establecidas en voz alta o al menos susurrándolas.
Esto tiene su interés: cuando se ora en voz alta (pensemos por ejemplo en el rezo comunitario del rosario o del breviario) la mente puede distraerse fugazmente y aún así seguir orando. Si aquí se deja entender que ora con la boca cerrada (“diciendo en su interior”) es que hay un buen nivel de concentración, lo cual –ahora que se vea el contenido- indica que sabe muy bien lo que está cavilando. Su oración es una murmuración.

(3) Ora “diciendo…”
Después de invocar a Dios (¡Oh Dios!) entona una acción de gracias (en hebreo “agradecer” quiere decir también “alabar”) que se apoya en un doble listado: lo que no hace (18,11c) y lo que sí hace (18,12).
La frase “no soy como los demás hombres” aparece como el núcleo de la alabanza, de allí proviene su “hacer” distintivo:

- Lo que “no” hace: (a) Robar, (b) Cometer injusticias, (c) Cometer adulterios.

- Lo que “sí” hace: (a) Ayunar dos veces por semana, (b) Pagar el diezmo de todas las ganancias.

Hacer oración declarando la propia inocencia no es extraño para quien conoce el mundo de los Salmos, por ejemplo: “Odio la asamblea de los malhechores / y al lado de los impíos no me siento. / Mis manos lavo en la inocencia / y ando en torno a tu altar, Yahvé” (Salmo 26,5-6). Este estilo de oración encaja bien para un piadoso ilustrado, ya que un estudioso de la Ley evita el contacto con la gente mala: “ni en la senda de los pecadores se detiene, / ni en el bando de los burlones se sienta” (Salmo 1,1).
Llama la atención que el fariseo que se autoconsidera diferente de todo el mundo, al final enfatice: “Ni tampoco como este publicano”. Así el catálogo de vicios que son extraños a su vida se corona con algo peor de lo que se ha librado: ser “publicano”. Si ya es reprochable orar agradeciendo “no ser cómo los demás hombres”, mucho más lo es el agradecer comparándose directamente con quien tiene a su lado. Aquí se le va la mano al fariseo puesto que los Salmos no oran así. Su “piedad” cae en la vanidad que desprecia.
También en el catálogo de virtudes –la propaganda de sus buenas obras- se la va la mano al fariseo; éste cumple la Ley y un todavía un poquito más:
El ayuno es obligatorio una vez al año, en la fiesta de la “Expiación” (el “Yom-Kippur”), y quizás también en el aniversario de la “Dedicación” del Templo. Existía también el ayuno voluntario, opcional, dos veces a la semana (los lunes y jueves). El fariseo practica también éste último, esto indica que con frecuencia se le debía ver con la cabeza cubierta de ceniza y los vestidos rotos, esperando que Dios se apiadara de su miserable condición.
El diezmo –el 10% de todo lo que se adquiriera- debía ser pagado a los sacerdotes. El fariseo dice “de todas mis ganancias”.
El ayuno y el diezmo son actos externos que no necesariamente prueban las disposiciones íntimas del corazón. Ya en un pasaje anterior, Jesús había censurado esto: “Pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis de lado la justicia y el amor de Dios” (11,42); entonces la “justicia” de este hombre se presenta como “justo” no necesariamente es “justicia”.
El fariseo aparece aquí como la típica persona que pregona a los cuatro vientos lo que hace, esperando el reconocimiento y la felicitación. Él se considera una persona superior a todos los pecadores y su oración consiste en presentarle a Dios la factura de sus obras, como una especie de orden de cobro de la recompensa. Al fariseo no se le ocurre pensar que es un pobre pecador que tiene necesidad de la misericordia de Dios.

3.3. La oración del publicano (18,13)
También aquí cuando decimos “publicano”, tenemos que hacer una precisión: no es el típico de su grupo. Aquí no es el típico “pecador” sino el “típico” convertido que vuelve a la casa del Padre (ver Lc 15,1-2).
Su mención es familiar para los que venimos leyendo el evangelio de Lucas. Se trata de personas consideradas despreciables por su empleo al servicio del dominador romano. La manera de ganarse el cargo suponía procedimientos oscuros: era un puesto que se compraba. Por eso se veían obligados a compensar su inversión exigiendo más de lo establecido. De ahí que se ganaran correctamente el título de “pecadores” (contrarios al querer del Dios de la Alianza y la fraternidad: lejos de Dios y de sus hermanos) (ver lo que ya se ha dicho al respecto en la Lectio del 12 de septiembre pasado).
El “publicano” era marginado, mediante actos de desprecio, de la vida social hebrea y sólo era readmitido cuando cumplía los requisitos. Las posibilidades de que esto sucediera eran muy pocas. El común de la gente ya estaba habituada a pensar que no había que esperar la conversión de una persona así, porque para ser readmitido plenamente en la comunidad de fe (1) tenía que renunciar al cargo y (2) pagarle el 20% de intereses a todas las personas que hubiera defraudado. Con esas condiciones era prácticamente impensable la posibilidad de la conversión.

¿Cómo ora el publicano?
El “publicano” llega en desventaja ante Dios ya que el fariseo lo acaba de acusar explícitamente. Pero él acude ante Dios con una actitud diametralmente opuesta a del fariseo:
(1) Ora “manteniéndose a distancia” y “sin levantar los ojos”
El punto focal en el Templo es el “Santo de los Santos”, la “morada” del Señor. Con relación a éste el publicano se mantiene a distancia como un reconocimiento de su indignidad. No se siente con “derechos” ante Dios y expresa físicamente su real distanciamiento moral del Dios de la Alianza.
“Levantar los ojos” en la oración significa “confianza” en Dios. Éste en cambio “no se atreve” a hacerlo: siente vergüenza de su vida pasada.

(2) Ora “golpeándose el pecho”
Se trata de un gesto de arrepentimiento que es común en varias religiones. Este gesto era muy apreciado dentro los rituales hebreos. El gesto entraña tristeza y firme voluntad de querer cambiar el corazón:
Tristeza. En el antiguo Egipto las plañideras se daban golpes en su pecho desnudo para simbolizar la tristeza de la familia del difunto.
Querer cambiar el corazón. El corazón “duro”, allí donde nacen los pensamientos y las acciones malas, quiere ser sometido a la docilidad a Dios.
De esta manera el publicano admite públicamente (aunque no le interesa ser visto, como se vio anteriormente) que ha cometido un pecado grave. Su gesto físico –con su doble significación- muestra que el arrepentimiento es verdadero.

(3) Ora “diciendo…”
El gesto va acompañado de una sola frase que consta de tres partes: (a) La invocación, que es idéntica a la del fariseo (¡oh Dios!); (b) la súplica “Ten compasión de mí”, que retoma la primera línea del Salmo “Miserere” (51,3); y (c) el reconocimiento “soy pecador” (que es mucho más profundo que el “pues mi delito yo lo reconozco” del Salmo 51,5).
El orante no dice cuál es su pecado: todo él se presenta como pecador. El Dios que sondea los corazones (Salmo 139,1) sabe de qué se trata.
A diferencia del fariseo, este orante no trae nada entre sus manos para apoyarse en la relación con Dios. No trae ninguna obra buena, excepto su arrepentimiento. Es aquí donde el publicano corona su Salmo Miserere, como si quisiera decir: “Un corazón contrito y humillado, oh Dios, no lo desprecias” (51,19b).
El Salmo del Perdón no necesita ser recorrido en todas sus palabras, porque la actitud completa de este hombre le da voz y se hace su lenguaje.

4. La aplicación de la parábola (18,14)
Finalmente Jesús mismo se da la palabra para declarar cuál es la visión de Dios sobre los comportamientos analizados en la parábola: ¡Una conclusión sorprendente!
Jesús pone de relieve que en la parábola había un tercer personaje quien, además, es el personaje central: Dios mismo. Es a él a quien se le han dirigido las oraciones y es él quien las responde o las rechaza. Jesús interpreta la respuesta del Padre, a quien él conoce como ningún otro, y nos dice qué recibirá tanto el fariseo como el publicano: el Padre justificará a quien pide ser justificado y no podrá hacer nada por quien se justifica a sí mismo. La justicia de Dios es para quien se hace digno de ella abriéndose a su misericordia.
En el versículo conclusivo vemos entonces cómo Jesús hace dos declaraciones:
(1) Le pone el epílogo (la respuesta de Dios) a la oración de los personajes (“Os digo que…”; 18,14ª).
(2) Enuncia una enseñanza en forma de principio válido para todos (“Porque todo el que…”; 18,14b).

4.1. El epílogo (18,14ª)
Jesús le coloca el epílogo a la historia con esta frase: “Os digo que éste (el publicano) bajó a su casa justificado y aquél no” (18,14ª).
Se establece una diferencia al final: uno es justificado y el otro no. Es el publicano el que representa la actitud justa que se debe adoptar ante Dios.
Con el fariseo aprendemos que la orgullosa confianza en sí mismo anula la confianza en Dios. Con el publicano entendemos que la verdadera devoción a la cual responde la misericordia de Dios, no está relacionada con la humildad sincera.

4.2. La lección (18,14b)
Un principio general queda en la mente del lector de la parábola: “Porque todo el que se ensalce, será humillado, y el que se humille, será ensalzado” (18,14b).
La oración de Ana, en el Antiguo Testamento, ya evocada por Lucas en el Magníficat (1,46-55) parece asomarse detrás del enunciado de Jesús: es Dios quien “enriquece y despoja, abate y ensalza” (1 Sm 24-8).Se quiere decir que delante de Dios el hombre no puede vanagloriarse de nada y que, de hecho, no está en condiciones de hacerlo (ver Isaías 40,5). El ser reconocidos como “agradables” y “dignos” en la presencia de Dios es algo que le compete a él y no a nosotros. Esto aparece claro en la conciencia profética: “Yahvé, tú nos pondrás a salvo, que también llevas a cabo todas nuestras obras” (Isaías 26,12). “Yo sé, Yahvé, que no depende del hombre su camino, que no es del que anda enderezar su paso” (Jeremías 10,23).
Por tanto en lugar de gloriarnos de las buenas obras lo que hay que hacer es presentarse ante Dios para dejarlo ser nuestro Dios: aquél toma el barro de nuestra vida y lo moldea formando en nosotros el hombre nuevo. Es así Dios “ensalza” a su humanidad.

En fin…
La oración auténtica es aquella que en la cual nos abrimos a la obra creadora de Dios en el perdón: el perdón que transforma la existencia haciéndola renacer para la vida plena. La oración puede tener sus lugares, sus formas, sus posiciones, pero lo que más importa es la actitud que le da contenido: la entrega del “ser” (como bien dice el publicano: “soy”; no el “hago” del fariseo) completamente anonadado ante la infinita grandeza de la misericordia renovadora de Dios.

5. Releamos el evangelio con un Padre de la Iglesia
Veamos cómo aborda san Agustín el evangelio de hoy.

5.1. Reconoce lo que eres
“Nadie te dice: ‘Sé un poco menos de lo que eres’, sino ‘reconoce lo que eres’. Reconoce que estás enfermo, reconoce que eres hombre, reconoce que eres pecador; reconócete manchado, porque es Él quien te justifica. Que aparezca en tu confesión la mancha de tu corazón y pertenecerás al rebaño de Cristo. Porque la confesión de los pecados invita al médico que te va a curar, del mismo modo que repele al médico aquella persona que en su dolencia dice: ‘Estoy sano’.
¿No habían subido al Templo el fariseo y el publicano? Aquél se gloriaba de su salud, éste mostraba sus llagas al médico.
El primero decía: ‘¡Oh Dios! Te doy gracias, porque no soy como este publicano’ (Lc 18,11). Se gloriaba por encima del otro. Por eso, si aquel publicano estuviera sano, el fariseo tendría envidia de él porque no tendría sobre quién elevarse. (…) Por tanto, no estaba sano. Pero ya que decía que estaba sano, no bajó curado.
El otro, por el contrario, con los ojos mirando al suelo y no atreviéndose a elevarlos al cielo, se golpeaba en el pecho, diciendo: ‘¡Oh Dios! Sé propicio conmigo, que soy pecador’ (Lc 18,13).
¿Y qué dice el Señor? ‘En verdad os digo que bajó justificado del Templo el publicano y no el fariseo; porque todo aquel que se eleva será humillado y quien se humilla será elevado’ (Lc 18,14).”
(San Agustín, Sermón 137,4)

5.2. Guárdate de ser soberbio
“‘Yo –dice el fariseo- no soy como este publicano’. Yo soy único: éste es de los otros. Por mis obras justas, yo no soy como éste. Gracias a ellas, no soy inicuo. ‘Ayuno dos veces por semana y doy el diezmo de todo lo que poseo’.

¿Qué fue lo que el fariseo le pidió a Dios?
Examina sus palabras y no encontrarás nada. Subió a orar y en vez de rogarle a Dios, se alabó a sí mismo. Todavía es poco decir que en vez de rogarle a Dios se alabó a sí mismo; todavía más: subió para insultar a aquel a quien le rogaba.
‘El publicano se quedó a distancia’. Y, con todo, se aproximaba de Dios. (…) Y Dios lo atendía de cerca. El Señor es excelso, pero dirige su mirada al que es humilde. A los que se exaltan, sin embargo, como hacía aquel fariseo, los conoce de lejos (ver Salmo 137,6). A las cosas elevadas, por tanto, las conoces de lejos, pero las ignora.
Escucha ahora la humildad del publicano. No sólo permanecía a distancia, sino ‘sin siquiera atreverse a levantar los ojos al cielo’. No se atrevía a mirar, para ser visto. No se atrevía a mirar hacia lo alto: lo oprimía la conciencia, pero lo levantaba la esperanza.
Escucha todavía más: “se golpeaba el pecho”. Él mismo se aplicaba el castigo. Por eso el Señor perdonaba a aquel que se confesaba, sólo se golpeaba el pecho y decía: ‘¡Señor, ten compasión de mí, que soy pecador!’. He aquí el verdaderamente ora.
(San Agustín, Sermón 115,2)
6. Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón
6.1. ¿Con qué finalidad pronuncia Jesús la parábola de hoy? ¿Sigue siendo válida todavía en el contexto actual?
6.2. Los personajes están claramente delineados. ¿Qué caracteriza a cada uno?
6.3. ¿Mi forma de oración a cuál de ellos se aproxima más?
6.4. La oración auténtica hace que se salga de ella “justificado” (como el publicano). ¿Qué se quiere decir con esto? ¿Qué relación tiene con el ser “ensalzado”? ¿Qué habría que esperar de las experiencias de oración?
6.5. Hoy tenemos una buena ocasión para hablar en familia y en comunidad sobre la oración y los cambios que ella debería introducir en medio de nosotros. ¿Cómo vamos a impulsar caminos de oración que sigan el ejemplo del publicano convertido?
( P. Fidel Oñoro, cjm ).
Centro Bíblico Pastoral del CELAM.
FUENTE : www.celam.org/cebipal/
envió : PATRICIO GALLARDO V.