" La medida del amor de Cristo " - Monseñor Felipe Bacarreza Rodríguez.
Jn 13,31-35
" En la última cena, después que Judas salió a cumplir su designio de traicionar a Jesús, comenzó a desarrollarse la sucesión de hechos que llevarían a Jesús a su muerte en la cruz. Jesús sabía que este sería el desenlace y lo acepta voluntariamente. Es más, le urge ya realizarlo. Por eso dice a Judas: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto» (Jn 13,27).
La muerte de Jesús en la cruz es su propia glorificación y también la glorificación de su Padre. Cuando Judas partió, Jesús vio su muerte ya realizada (ocurriría dentro de pocas horas) y por eso afirma: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él». ¿Qué relación puede haber entre un hecho tan sangriento y cruel como la crucifixión de Cristo y su glorificación? La muerte de cruz era la clase de muerte que se daba en el Imperio Romano a la gente de condición despreciable. Se entiende, entonces, la relación entre crucifixión y humillación; pero ¿en que forma puede ser una glorificación?
La respuesta a esta pregunta se debe dar en clave de amor, de amor sobrenatural, de ese amor que consiste en olvidarse de sí mismo para procurar el bien del otro. Este amor es divino; no puede encontrarse en un ser humano si no está Dios en él: «Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1Jn 4,16). Por eso la gloria de un ser humano no es la riqueza, ni el poder, ni la belleza, ni la fama, ni la fuerza física, porque todo esto es de este mundo y pasa. Aunque tenga todo eso –dice San Pablo–, «si no tengo amor, no soy nada» (1Cor 13,2). La gloria de un ser humano es el amor, porque el amor es de Dios y no pasa (cf. 1Cor 13,8). En este sentido la muerte de Cristo en la cruz es su glorificación, porque la muerte de Cristo en la cruz es el amor llevado hasta el extremo: «Los amó hasta el extremo» (Jn 13,1).
Ahora podemos comprender el mandamiento que Jesús da a sus discípulos: «Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros; que, como yo los he amado, así se amen ustedes unos a otros». ¿Es posible a un ser humano conocer la medida del amor de Cristo? No, no es posible con sus propias fuerzas; ese conocimiento es un don de Dios. Esta es la ciencia de los santos. Ellos son santos porque conocieron el amor de Cristo. San Pablo lo conoció y ruega a Dios que conceda este conocimiento también a nosotros: «Doblo mis rodillas ante el Padre... para que les conceda, según la riqueza de su gloria... conocer, junto con todos los santos, el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que se vayan llenando hasta la total Plenitud de Dios» (Ef 3,14.16.19). El amor de Cristo excede todo conocimiento humano; no es dominio de la inteligencia humana; ese conocimiento es un don de Dios. Sólo Dios puede concederlo.
Le fue concedido este conocimiento al centurión que asistió a la muerte de Cristo en la cruz. Por eso, él, en el momento de mayor oprobio de Jesús en la cruz, le reconoce su mayor título de gloria: «Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”» (Mc 15,39).
En otra ocasión Jesús nos indicó esa medida de amor asegurando a sus discípulos: «Como el Padre me amó, así los he amado yo a ustedes» (Jn 15,9). El amor con que el Padre ama al Hijo lo conoce sólo el Padre y aquel a quien el Padre se lo dé a conocer. Es necesario conocer ese amor para conocer al amor con que Cristo nos amó a nosotros y de esa manera poder cumplir plenamente su mandamiento: «Amense unos a otros como yo los he amado». Por eso, como dijimos, este mandamiento lo cumplen solamente los santos; ellos son quienes conocen el amor de Cristo. Conocía ese amor el protomártir San Esteban, quien siendo apedreado hasta ser muerto, ama sinceramente a sus verdugos y quiere el bien de ellos: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado» (Hech 7,60). Esta medida de amor, que es la del mandamiento de Cristo, es poco frecuente entre nosotros. Y, sin embargo, es este el signo distintivo del verdadero cristiano: «En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos»."
+ Felipe Bacarreza Rodríguez
Obispo de Santa María de Los Ángeles, Chile.
FUENTE : www.iglesia.cl
viernes, 30 de abril de 2010
" Nuestros momentos de abandono " - Cardenal F.X. Nguyen van Thuan.
" Nuestros momentos de abandono " - Cardenal F.X. Nguyen van Thuan.
" Quizá todos nosotros, y más de una vez, vivimos momentos así de abandono.
No nos sentimos comprendidos, a veces nos defraudan, nos traicionan. Sentimos la insuficiencia de nuestras fuerzas y la soledad ante misiones que son más grandes que nosotros. Llegamos a conocer dolores atroces de la Iglesia, de pueblos enteros. En ciertos momentos, la misma luz de la fe y el amor parece que se apagan y caemos en la tristeza y en la angustia.
Son pequeñas o grandes noches del alma, a veces prolongadas, que oscurecen en nosotros la certeza de la presencia del Dios cercano que ha dado sentido a toda nuestra vida.
Son noches que asumen a veces una dimensión de época y colectiva, como en nuestro tiempo, en el que el hombre - como ha observado lúcidamente S. S. Juan Pablo II -, " a pesar de sus conquistas, roza...el abismo del abandono, la tentación del nihilismo, el absurdo de tantos sufrimientos físicos, morales y espirituales ".
San Pablo ha hablado de sus momentos de abandono más cruciales : " ...peligros de los de mi raza ; peligros de los gentiles ; peligros en la ciudad ; peligros en despoblado ; peligros por mar ". Al final indica lo que para él era el hecho más triste, lo que lo hace más cercano a Jesús : " Peligros entre falsos hermanos " ( 2 Corintios 11, 26 ). "
( de " Testigos de esperanza ", Cardenal F.X. Nguyen van Thuan, Ed. Ciudad nueva ).
" Quizá todos nosotros, y más de una vez, vivimos momentos así de abandono.
No nos sentimos comprendidos, a veces nos defraudan, nos traicionan. Sentimos la insuficiencia de nuestras fuerzas y la soledad ante misiones que son más grandes que nosotros. Llegamos a conocer dolores atroces de la Iglesia, de pueblos enteros. En ciertos momentos, la misma luz de la fe y el amor parece que se apagan y caemos en la tristeza y en la angustia.
Son pequeñas o grandes noches del alma, a veces prolongadas, que oscurecen en nosotros la certeza de la presencia del Dios cercano que ha dado sentido a toda nuestra vida.
Son noches que asumen a veces una dimensión de época y colectiva, como en nuestro tiempo, en el que el hombre - como ha observado lúcidamente S. S. Juan Pablo II -, " a pesar de sus conquistas, roza...el abismo del abandono, la tentación del nihilismo, el absurdo de tantos sufrimientos físicos, morales y espirituales ".
San Pablo ha hablado de sus momentos de abandono más cruciales : " ...peligros de los de mi raza ; peligros de los gentiles ; peligros en la ciudad ; peligros en despoblado ; peligros por mar ". Al final indica lo que para él era el hecho más triste, lo que lo hace más cercano a Jesús : " Peligros entre falsos hermanos " ( 2 Corintios 11, 26 ). "
( de " Testigos de esperanza ", Cardenal F.X. Nguyen van Thuan, Ed. Ciudad nueva ).
" Abramos los ojos a la luz divina " - San Benito de Nursia.
"Abramos los ojos a la luz divina " - San Benito de Nursia.
" Levantémonos, pues, de una vez, ya que la Escritura nos exhorta y nos dice : Ya es hora de levantarnos del sueño ( Romanos 13, 11 ). Abramos los ojos a la luz divina, y oigamos con oído atento lo que diariamente nos amonesta la voz de Dios que clama diciendo : Si oyeran hoy su voz, no endurezcan sus corazones ( Salmo 94, 8 ). Y otra vez : El que tenga oídos para oír, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias ( Apocalipsis 2, 7 ). ¿ Y qué dice ? Vengan, hijos, escúchenme, yo les enseñaré el temor del Señor ( Salmo 33, 12 ). Corran mientras tienen la luz de la vida, para que no los sorprendan las tinieblas de la muerte ( Juan 12, 35 )."
( del " Prólogo " , Regla de San Benito ).( de " Los cinco minutos de San Benito ", Ed. Claretiana ).
" Levantémonos, pues, de una vez, ya que la Escritura nos exhorta y nos dice : Ya es hora de levantarnos del sueño ( Romanos 13, 11 ). Abramos los ojos a la luz divina, y oigamos con oído atento lo que diariamente nos amonesta la voz de Dios que clama diciendo : Si oyeran hoy su voz, no endurezcan sus corazones ( Salmo 94, 8 ). Y otra vez : El que tenga oídos para oír, escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias ( Apocalipsis 2, 7 ). ¿ Y qué dice ? Vengan, hijos, escúchenme, yo les enseñaré el temor del Señor ( Salmo 33, 12 ). Corran mientras tienen la luz de la vida, para que no los sorprendan las tinieblas de la muerte ( Juan 12, 35 )."
( del " Prólogo " , Regla de San Benito ).( de " Los cinco minutos de San Benito ", Ed. Claretiana ).
sábado, 23 de enero de 2010
" MI TESORO " - José Ma. R. Olaizola, sj.
" MI TESORO " - José Ma. R. Olaizola, sj.
" He perseguido sueños vanos,
he comprado tesoros vacíos.
He querido aprisionar amores
y he cerrado con llave mi hogar,
para que no lo invadan.
He vestido mis dudas con falsas certezas
y he tratado de matar mis anhelos cerrando mis ojos,
pero, al final vuelvo a estar
desnudo y temblando,
hasta que , al encontrarte, todo cambia.
Tu Evangelio es fuego que me enciende,
llamada que me pone en camino,
tesoro por el que lo vendo todo y soy tan pobre y tan rico.
Tu palabra despierta la pasión.
Tu vida es lección que me enseña a vivir,
a querer,
a saltar al vacío.
Contigo, los sueños son posibles,
los tesoros infinitos,
el amor eterno.
La puerta está abierta, y el hogar repleto,
de momentos,
de historias,
de encuentros.
La fe arriesga,
y el miedo calla.
Me visto de Ti,
en mi debilidad tu fuerza,
y todo encaja... "
( de " Peregrinar : por fuera y por dentro ", José Ma. Rodríguez Olaizola, SJ ,
Ed. Sal Terrae ).
ENVIÓ : PATRICIO IGOR GALLARDO VARGAS.
" He perseguido sueños vanos,
he comprado tesoros vacíos.
He querido aprisionar amores
y he cerrado con llave mi hogar,
para que no lo invadan.
He vestido mis dudas con falsas certezas
y he tratado de matar mis anhelos cerrando mis ojos,
pero, al final vuelvo a estar
desnudo y temblando,
hasta que , al encontrarte, todo cambia.
Tu Evangelio es fuego que me enciende,
llamada que me pone en camino,
tesoro por el que lo vendo todo y soy tan pobre y tan rico.
Tu palabra despierta la pasión.
Tu vida es lección que me enseña a vivir,
a querer,
a saltar al vacío.
Contigo, los sueños son posibles,
los tesoros infinitos,
el amor eterno.
La puerta está abierta, y el hogar repleto,
de momentos,
de historias,
de encuentros.
La fe arriesga,
y el miedo calla.
Me visto de Ti,
en mi debilidad tu fuerza,
y todo encaja... "
( de " Peregrinar : por fuera y por dentro ", José Ma. Rodríguez Olaizola, SJ ,
Ed. Sal Terrae ).
ENVIÓ : PATRICIO IGOR GALLARDO VARGAS.
viernes, 23 de enero de 2009
SEÑOR, AUN CUANDO SUPIERA TODO... - HENRI NOUWEN.
" Señor, aun cuando supiera todo... " - Henri Nouwen.
" Querido Señor, aun cuando supiera todo acerca de ti, aun cuando haya estudiado todas las Escrituras con cuidado, aun cuando tengo un gran deseo y fuerza de voluntad para trabajar a tu servicio, no puedo hacer nada sin el don de tu Espíritu. Me doy cuenta, a menudo, de que la visión más clara de la vida verdadera, y el deseo más sincero de vivirla, no son suficientes para convertirme en un verdadero discípulo. Sólo cuando tu Espíritu haya penetrado en lo más profundo de mi ser
podré ser un cristiano real, un hombre que vive en ti, contigo y a través de ti.
Tú previniste a tus amigos que no debían abandonar Jerusalén, sino que debían " permanecer en la ciudad hasta que fueran investidos con el poder de lo alto "
( Lucas 24, 49 ).
Oh, Señor, rezo por el poder de tu Espíritu. Deja que este poder me invada y me transforme en un discípulo real, dispuesto a seguirte aun a donde prefiriría no ir. Amén."
( de " Palabra de amor : La búsqueda de la sanación integral ", Antología Espiritual,Henri Nouwen, Thomas Merton y Anselm Grün, Ed. Lumen ).
" Querido Señor, aun cuando supiera todo acerca de ti, aun cuando haya estudiado todas las Escrituras con cuidado, aun cuando tengo un gran deseo y fuerza de voluntad para trabajar a tu servicio, no puedo hacer nada sin el don de tu Espíritu. Me doy cuenta, a menudo, de que la visión más clara de la vida verdadera, y el deseo más sincero de vivirla, no son suficientes para convertirme en un verdadero discípulo. Sólo cuando tu Espíritu haya penetrado en lo más profundo de mi ser
podré ser un cristiano real, un hombre que vive en ti, contigo y a través de ti.
Tú previniste a tus amigos que no debían abandonar Jerusalén, sino que debían " permanecer en la ciudad hasta que fueran investidos con el poder de lo alto "
( Lucas 24, 49 ).
Oh, Señor, rezo por el poder de tu Espíritu. Deja que este poder me invada y me transforme en un discípulo real, dispuesto a seguirte aun a donde prefiriría no ir. Amén."
( de " Palabra de amor : La búsqueda de la sanación integral ", Antología Espiritual,Henri Nouwen, Thomas Merton y Anselm Grün, Ed. Lumen ).
miércoles, 21 de enero de 2009
EL PAN DEL SERVICIO.
" El pan del servicio " .
" Si Yo que soy el Señor y Maestro les he lavado los pies, ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo también ustedes. El siervo no es más que su señor, ni el enviado más que quien lo envía. Dichosos serán si, sabiendo esto, lo cumplen " ( Juan 13, 12 - 17 ).
Vivir la Eucaristía como servicio es un cambio total del sentido de jerarquía que se usa en el mundo. Dentro de la comunidad no puede haber personajes como los grandes y los jefes de las naciones que son señores y se hacen servir ( Mateo 20, 20 - 28 ; Marcos 9, 33 - 35 ; Marcos 10, 35 - 45 ).
Se trata de una actitud fundamental de servicio y humildad que debe estar presente en toda actividad de la comunidad cristiana. Así se transforma en comunidad de iguales ; en ella no hay mayores ni menores en importancia o dignidad, aunque si hay distintas tareas, carismas y ministerios ( Juan 13, 33 - 35 ; Hechos 2, 42 - 47 ; Hechos 4, 32 - 37 ;1 Corintios 12, 4 - 13, 13 ; Romanos 12, 9 - 18 ; Efesios 4, 7 - 13 ).
La actitud humilde de lavar los pies está movida por otra actitud más honda, que es la de acoger, ofrecer hospitalidad, entregar la propia persona. Lavar los pies era el acto simbólico de recibir en una comunidad de vida ( Juan 13, 1 -17 ; Lucas 22 , 24 - 27 ; Juan 12, 1 - 8 ; Lucas 7, 36 - 50 ).
Ninguna oración, ningún acto espiritual puede dispensar de hacer para todos el servicio de conseguir y distribuir el pan ; ninguna comunidad de Jesús puede quedarse tranquila y no realizar el trabajo, muchas veces fatogoso, de ganarlo y de llevarlo a la mesa de los hambrientos. La necesidad básica nos iguala a todos ; la satisfacción colectiva nos hermana. Desde una comunidad de solidaridad y servicio es posible volver a celebrar la Eucaristía con renovado sentido. Enronces la comunidad puede entonar el himno de acción de gracias y la alabanza.
La comunidad que lava los pìes a un mundo lleno de sufrimiento, es capaz de una inmensa alegría. En medio de las lágrimas y del dolor, los discípulos sienten renacer el gozo, porque Dios es fiel a sus promesas y nunca abandona a su pueblo
( Isaías 40, 1 - 11 ; Ezequiel 34, 1 - 16 ; Ezequiel 37, 1 - 14 ). Se hace posible entonces celebrar la fe, la vida, la lucha, la muerte... Este intercambio de experiencias da nuevos ánimos a la comunidad para, ya desde ahora, anticipar el final, luchando por la justicia en favor de los más marginados, y acercar la reconciliación definitiva ( 2 Pedro 3, 12 - 13 ). "
(de " Evangelizar con los símbolos : El Pan , Encuentros Catequísticos sobre la Eucaristía, Sacramento de la Comunidad ", Equipo Pastoral Claretiano, Ed. Claretiana ).
" Si Yo que soy el Señor y Maestro les he lavado los pies, ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado ejemplo para que hagan lo mismo también ustedes. El siervo no es más que su señor, ni el enviado más que quien lo envía. Dichosos serán si, sabiendo esto, lo cumplen " ( Juan 13, 12 - 17 ).
Vivir la Eucaristía como servicio es un cambio total del sentido de jerarquía que se usa en el mundo. Dentro de la comunidad no puede haber personajes como los grandes y los jefes de las naciones que son señores y se hacen servir ( Mateo 20, 20 - 28 ; Marcos 9, 33 - 35 ; Marcos 10, 35 - 45 ).
Se trata de una actitud fundamental de servicio y humildad que debe estar presente en toda actividad de la comunidad cristiana. Así se transforma en comunidad de iguales ; en ella no hay mayores ni menores en importancia o dignidad, aunque si hay distintas tareas, carismas y ministerios ( Juan 13, 33 - 35 ; Hechos 2, 42 - 47 ; Hechos 4, 32 - 37 ;1 Corintios 12, 4 - 13, 13 ; Romanos 12, 9 - 18 ; Efesios 4, 7 - 13 ).
La actitud humilde de lavar los pies está movida por otra actitud más honda, que es la de acoger, ofrecer hospitalidad, entregar la propia persona. Lavar los pies era el acto simbólico de recibir en una comunidad de vida ( Juan 13, 1 -17 ; Lucas 22 , 24 - 27 ; Juan 12, 1 - 8 ; Lucas 7, 36 - 50 ).
Ninguna oración, ningún acto espiritual puede dispensar de hacer para todos el servicio de conseguir y distribuir el pan ; ninguna comunidad de Jesús puede quedarse tranquila y no realizar el trabajo, muchas veces fatogoso, de ganarlo y de llevarlo a la mesa de los hambrientos. La necesidad básica nos iguala a todos ; la satisfacción colectiva nos hermana. Desde una comunidad de solidaridad y servicio es posible volver a celebrar la Eucaristía con renovado sentido. Enronces la comunidad puede entonar el himno de acción de gracias y la alabanza.
La comunidad que lava los pìes a un mundo lleno de sufrimiento, es capaz de una inmensa alegría. En medio de las lágrimas y del dolor, los discípulos sienten renacer el gozo, porque Dios es fiel a sus promesas y nunca abandona a su pueblo
( Isaías 40, 1 - 11 ; Ezequiel 34, 1 - 16 ; Ezequiel 37, 1 - 14 ). Se hace posible entonces celebrar la fe, la vida, la lucha, la muerte... Este intercambio de experiencias da nuevos ánimos a la comunidad para, ya desde ahora, anticipar el final, luchando por la justicia en favor de los más marginados, y acercar la reconciliación definitiva ( 2 Pedro 3, 12 - 13 ). "
(de " Evangelizar con los símbolos : El Pan , Encuentros Catequísticos sobre la Eucaristía, Sacramento de la Comunidad ", Equipo Pastoral Claretiano, Ed. Claretiana ).
VENGAN A VER - HNO. FERNANDO MUÑOZ ÁLVAREZ.
VENGAN A VER...
Si hoy nosotros le preguntamos a Cristo: ¿Dónde vives, Rabí? El nos respondería lo mismo que a las discípulos de Juan: “Vengan a ver”.
Pero ciertamente nos llevaría a donde llevó a los discípulos de Juan…
Ahora nos llevaría a las miserables chozas de cartón y de lámina que pueblan los cinturones de miseria que rodean las grandes ciudades.
Nos mostraría esos cuartos de vecindad y residenciales donde se amontonan ocho o diez seres humanos, en las condiciones más antihigiénicas para su salud física y moral.
Nos conduciría a los quicios de las puertas, donde sin más abrigo que un perro echado a sus pies, pasan la noche -cuando llegan a pasarla- los infelices enfermos.
Nos enseñaría las puertas de los cines (en muchas ciudades) o los puestos callejeros de los mercados donde, envueltos en periódicos, duermen los niños de la calle y los deambulantes.
Y no sólo veríamos dónde vive ahora Cristo, sino donde tiene hambre y sed, frío y enfermedad y falta de trabajo y ganas -quizá- de ponerse a beber, a olvidar y a morir.
Porque desde que Jesús nos dijo que lo que hiciéramos por los pobres y necesitados lo haríamos por él, Cristo vive donde viven los más desposeídos de nuestra sociedad.
AUTOR : Hno. Fernando Muñoz Álvarez.
Si hoy nosotros le preguntamos a Cristo: ¿Dónde vives, Rabí? El nos respondería lo mismo que a las discípulos de Juan: “Vengan a ver”.
Pero ciertamente nos llevaría a donde llevó a los discípulos de Juan…
Ahora nos llevaría a las miserables chozas de cartón y de lámina que pueblan los cinturones de miseria que rodean las grandes ciudades.
Nos mostraría esos cuartos de vecindad y residenciales donde se amontonan ocho o diez seres humanos, en las condiciones más antihigiénicas para su salud física y moral.
Nos conduciría a los quicios de las puertas, donde sin más abrigo que un perro echado a sus pies, pasan la noche -cuando llegan a pasarla- los infelices enfermos.
Nos enseñaría las puertas de los cines (en muchas ciudades) o los puestos callejeros de los mercados donde, envueltos en periódicos, duermen los niños de la calle y los deambulantes.
Y no sólo veríamos dónde vive ahora Cristo, sino donde tiene hambre y sed, frío y enfermedad y falta de trabajo y ganas -quizá- de ponerse a beber, a olvidar y a morir.
Porque desde que Jesús nos dijo que lo que hiciéramos por los pobres y necesitados lo haríamos por él, Cristo vive donde viven los más desposeídos de nuestra sociedad.
AUTOR : Hno. Fernando Muñoz Álvarez.
miércoles, 14 de enero de 2009
DANOS UN CORAZÓN GRANDE - ÁNGEL SANZ ARRIBAS.
Danos un corazón grande - Ángel Sanz Arribas, cmf
Señor y Padre nuestro,
danos un corazón grande,
capaz de reconocer en nosotros
todos y cada uno de tus dones.
Líbranos de la falsa humildad
que nos impide descubrir
en nuestra vida
la maravilla de tu acción
misericordiosa.
Enséñanos a sabernos
pequeños pero no despreciables,
siervos pero no esclavos,
pobres pero verdaderos hijos tuyos,
y a cantar
con alegría y acción de gracias
que has hecho obras grandes
en nosotros
y tu nombre es santo.
Ayúdanos a cultivar con esmero
todas las semillas que tu amor fecundo
va sembrando
en el campo de nuestra vida,
para que, gracias a la acción
de tu Espíritu,
crezcan y fructifiquen
para alabanza de tu gloria.
Te lo pedimos por medio de tu Hijo,
Cristo resucitado,
y por intercesión de María,
madre y hermana,
agraciada y agradecida,
cantora de las maravillas de Dios.
Haznos vivir siempre, como ellos,
en espíritu de bendición, de alabanza
y de acción de gracias. Amén.
FUENTE : www.ciudadredonda.org/
Señor y Padre nuestro,
danos un corazón grande,
capaz de reconocer en nosotros
todos y cada uno de tus dones.
Líbranos de la falsa humildad
que nos impide descubrir
en nuestra vida
la maravilla de tu acción
misericordiosa.
Enséñanos a sabernos
pequeños pero no despreciables,
siervos pero no esclavos,
pobres pero verdaderos hijos tuyos,
y a cantar
con alegría y acción de gracias
que has hecho obras grandes
en nosotros
y tu nombre es santo.
Ayúdanos a cultivar con esmero
todas las semillas que tu amor fecundo
va sembrando
en el campo de nuestra vida,
para que, gracias a la acción
de tu Espíritu,
crezcan y fructifiquen
para alabanza de tu gloria.
Te lo pedimos por medio de tu Hijo,
Cristo resucitado,
y por intercesión de María,
madre y hermana,
agraciada y agradecida,
cantora de las maravillas de Dios.
Haznos vivir siempre, como ellos,
en espíritu de bendición, de alabanza
y de acción de gracias. Amén.
FUENTE : www.ciudadredonda.org/
miércoles, 31 de diciembre de 2008
AÑO NUEVO - MADRE TERESA DE CALCUTA.
" Año Nuevo " - Madre Teresa de Calcuta.
" Comiencen este nuevo año con un propósito :
Vivan exclusivamente para Jesús y con Jesús y serán felices y santos a
lo largo de todo el año.
Dedíquense a la oración, a vivir en unión íntima con Dios
y en una profunda y gozosa caridad.
Sean verdaderos discípulos de Jesús en sus pensamientos,
palabras y obras :
si viven esto en sus familias, irradiarán luz a todo el mundo.
Que cada uno de nosotros tome esta decisión :
" A lo largo de este año trataré de no faltar a la Caridad. " "
( de " Los cinco minutos de la Madre Teresa ", Ed. Claretiana ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
" Comiencen este nuevo año con un propósito :
Vivan exclusivamente para Jesús y con Jesús y serán felices y santos a
lo largo de todo el año.
Dedíquense a la oración, a vivir en unión íntima con Dios
y en una profunda y gozosa caridad.
Sean verdaderos discípulos de Jesús en sus pensamientos,
palabras y obras :
si viven esto en sus familias, irradiarán luz a todo el mundo.
Que cada uno de nosotros tome esta decisión :
" A lo largo de este año trataré de no faltar a la Caridad. " "
( de " Los cinco minutos de la Madre Teresa ", Ed. Claretiana ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
EN EL CAMINO A DAMASCO : ¿ QUIÉN ERES, SEÑOR ?...
En el camino de damasco: ¿Quién eres Señor?por Tarcisio Carmona
Sacerdote de la Sociedad de San Pablo, biblista
Querido Pablo:
El episodio de tu encuentro con Jesús, mientras ibas de camino hacia Damasco,
tal vez sea uno de los episodios más conocidos de tu vida.
Muchos pintores, escultores, novelistas, etc., han representado y
hablado sobre este encuentro, comenzando por san Lucas,
quien lo menciona al menos tres veces en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hech 9,1-19; 22, 3,21; 26,9-18).
¿Pero qué nos puedes decir tú de este encuentro con el Señor?
Estimados hermanos: Lucas fue un gran amigo y colaborador mío durante los viajes que hicimos predicando el evangelio.
Muchas veces me interrogó sobre este evento y escribió el relato mejor que si yo mismo lo hubiera hecho. Sin embargo, esta experiencia se vuelve inexplicable en muchas cosas, pues fue un encuentro personal y, tratándose de las cosas de Dios, resulta casi imposible explicar con exactitud los hechos, ya que las palabras humanas no alcanzan a expresar toda la profundidad, la grandeza y el significado de un evento de esta naturaleza.
No obstante esto, ustedes saben que en mis cartas hice referencia a este encuentro en repetidas ocasiones, cuando lo creí necesario
(1Cor 9,1; 15,8-10; Gal 1,15; Flp 3,6-8.12).
Corría el año 36 d.C. Yo tendría unos 28 años de edad y ya sobresalía
entre todos los de mi generación, por ser un celoso guardián de la ley de Moisés. Después de la muerte de Esteban, muchos cristianos huyeron de Jerusalén y se refugiaron en otras ciudades, entre ellas Damasco, en Siria, a más de 200 km.
Por eso pedí cartas de autorización al sanedrín de Jerusalén para poder ir a buscar y a encarcelar a los cristianos de Damasco.
Cuando estaba a punto de llegar a la ciudad se me apareció el Señor, me tiró a tierra, me quedé ciego y me dijo lo que tenía que hacer.
¿Qué significó para mí este encuentro?
Significó todo, un nuevo proyecto de vida.
Algunos lo han entendido en la óptica de una conversión moral,
como si yo hubiera sido un pecador y a un cierto momento dejé de serlo.
Pero si se han fijado, en esos relatos de Lucas ni siquiera aparece la palabra “conversión”, pues era algo más que eso
(auque tampoco niego que hacía mal persiguiendo a la Iglesia);
pero, a pesar de todo, siempre me consideré irreprensible en cuanto al
cumplimiento de la ley, no era un pecador según la ley (Flp 3,6).
Otros piensan que aquel momento significó un cambio de bandera;
es decir: un celoso cumplidor de la ley de Moisés que cambia y se entrega
de lleno a la nueva bandera de Cristo; como un cambio de religión.
Ciertamente tuve qué repensar muchas cosas, pero no consideré al cristianismo como una nueva religión, distinta del judaísmo, sino como una continuación;
como la fe que alcanza la madurez y la plenitud.
En efecto, aún después de Damasco, yo seguí siendo judío, observante de la ley, seguía leyendo la Torá, los escritos y los profetas (Antiguo Testamento);
es más, mi predicación la apoyaba en la misma Escritura.
Así que, más que considerar al camino de Damasco como un episodio de conversión,
yo prefiero verlo como un episodio de vocación, de llamada, a la cual respondí: “Sí”. Cuando dije: “Señor, ¿qué quieres que haga?” (Hech 22,10).
Pero de esto ya hablaremos más adelante.
Como siempre, me despido deseándoles paz y bien en el Señor.
Continuará…
FUENTE : www.san-pablo.com.ar/aniopaulino/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
Sacerdote de la Sociedad de San Pablo, biblista
Querido Pablo:
El episodio de tu encuentro con Jesús, mientras ibas de camino hacia Damasco,
tal vez sea uno de los episodios más conocidos de tu vida.
Muchos pintores, escultores, novelistas, etc., han representado y
hablado sobre este encuentro, comenzando por san Lucas,
quien lo menciona al menos tres veces en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hech 9,1-19; 22, 3,21; 26,9-18).
¿Pero qué nos puedes decir tú de este encuentro con el Señor?
Estimados hermanos: Lucas fue un gran amigo y colaborador mío durante los viajes que hicimos predicando el evangelio.
Muchas veces me interrogó sobre este evento y escribió el relato mejor que si yo mismo lo hubiera hecho. Sin embargo, esta experiencia se vuelve inexplicable en muchas cosas, pues fue un encuentro personal y, tratándose de las cosas de Dios, resulta casi imposible explicar con exactitud los hechos, ya que las palabras humanas no alcanzan a expresar toda la profundidad, la grandeza y el significado de un evento de esta naturaleza.
No obstante esto, ustedes saben que en mis cartas hice referencia a este encuentro en repetidas ocasiones, cuando lo creí necesario
(1Cor 9,1; 15,8-10; Gal 1,15; Flp 3,6-8.12).
Corría el año 36 d.C. Yo tendría unos 28 años de edad y ya sobresalía
entre todos los de mi generación, por ser un celoso guardián de la ley de Moisés. Después de la muerte de Esteban, muchos cristianos huyeron de Jerusalén y se refugiaron en otras ciudades, entre ellas Damasco, en Siria, a más de 200 km.
Por eso pedí cartas de autorización al sanedrín de Jerusalén para poder ir a buscar y a encarcelar a los cristianos de Damasco.
Cuando estaba a punto de llegar a la ciudad se me apareció el Señor, me tiró a tierra, me quedé ciego y me dijo lo que tenía que hacer.
¿Qué significó para mí este encuentro?
Significó todo, un nuevo proyecto de vida.
Algunos lo han entendido en la óptica de una conversión moral,
como si yo hubiera sido un pecador y a un cierto momento dejé de serlo.
Pero si se han fijado, en esos relatos de Lucas ni siquiera aparece la palabra “conversión”, pues era algo más que eso
(auque tampoco niego que hacía mal persiguiendo a la Iglesia);
pero, a pesar de todo, siempre me consideré irreprensible en cuanto al
cumplimiento de la ley, no era un pecador según la ley (Flp 3,6).
Otros piensan que aquel momento significó un cambio de bandera;
es decir: un celoso cumplidor de la ley de Moisés que cambia y se entrega
de lleno a la nueva bandera de Cristo; como un cambio de religión.
Ciertamente tuve qué repensar muchas cosas, pero no consideré al cristianismo como una nueva religión, distinta del judaísmo, sino como una continuación;
como la fe que alcanza la madurez y la plenitud.
En efecto, aún después de Damasco, yo seguí siendo judío, observante de la ley, seguía leyendo la Torá, los escritos y los profetas (Antiguo Testamento);
es más, mi predicación la apoyaba en la misma Escritura.
Así que, más que considerar al camino de Damasco como un episodio de conversión,
yo prefiero verlo como un episodio de vocación, de llamada, a la cual respondí: “Sí”. Cuando dije: “Señor, ¿qué quieres que haga?” (Hech 22,10).
Pero de esto ya hablaremos más adelante.
Como siempre, me despido deseándoles paz y bien en el Señor.
Continuará…
FUENTE : www.san-pablo.com.ar/aniopaulino/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
martes, 23 de diciembre de 2008
BUSCO TU ESTRELLA, SEÑOR.
Busco tu estrella, Señor
En medio del tumulto vertiginoso que se abre paso a empujones con el pretexto de Navidad, busco esa luz, Señor, que me lleve a tu primera morada de Belén.
Busco tu estrella, Señor, en medio de luces encandilantes que me hablan de Navidad.
La busco en medio del ruido ensordecedor de ofertas y promociones, de exigencias y reclamos, de bocinazos que apuran.
Entre multitudes apresuradas y acaloradas me abro paso para saber de Ti. Mis ojos buscan en vano otros. No hay miradas ni coloquios, sólo traslados y transacciones. He preguntado por tu estrella, Señor, y no hay tiempo para respuestas.
En tu nombre y con ocasión de tu cumpleaños la gente pide, se endeuda, compra, vende y gana. Regalan para presumir, celebran para cumplir y acuden a frases hechas a falta de corazón sincero.
Visitan rincones de abandono por única vez en el año y allí dejan una ayuda para gente que nunca conocerán.
Señor, busco tu estrella.
La busco en paraderos donde la gente aparece con bolsas y paquetes. La busco en tiendas y supermercados donde todo se envuelve y despacha, se agota y se repone.
Busco tu estrella en la combinación del tren subterráneo a hora punta, en una multitud de personas solitarias aprisionadas entre sí, por el ahogo, la indignidad y la impotencia.
A la siga de tu Luz me aparto a las soledades del campo y del mar, de los poblados remotos, aislados y serenos. Busco tu luz en medio del agua y la naturaleza que se resisten a la depredación, en regiones sin nombre, sin recursos y sin mapa, en caseríos hundidos en el vino y la soledad.
Busco tu estrella, Señor, allí donde duele. En la UTI pediátrica, la capilla velatoria, en la celda amarga. La busco en el hogar incompleto, en la mesa con hambre, en el rostro sin trabajo. Y entre niños y abuelos ignorados, mujeres violentadas, jóvenes incompletos por la droga y la falta de oportunidades.
Busco y busco, Señor, entre oscuridades y luces que no alumbran de verdad. Y en cada paso que doy, en cada camino nuevo, en cada dolor e inconsecuencia que hallo escondida detrás de Navidad, tu Palabra sanadora es camino, es verdad y vida en plenitud.
Para cada oscuridad tus ojos de niño nos regalan esperanza, una esperanza que no se exime de la cruz pero que vence la muerte con el amor.
Gracias, Dios, por hacerte bebé indefenso y mostrarnos tu Luz en medio de gentíos y bullicios. Gracias por tu paz y alegría.
Permíteme quedarme, Señor, aquí junto a tu estrella.
FUENTE : www. iglesia.cl/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
En medio del tumulto vertiginoso que se abre paso a empujones con el pretexto de Navidad, busco esa luz, Señor, que me lleve a tu primera morada de Belén.
Busco tu estrella, Señor, en medio de luces encandilantes que me hablan de Navidad.
La busco en medio del ruido ensordecedor de ofertas y promociones, de exigencias y reclamos, de bocinazos que apuran.
Entre multitudes apresuradas y acaloradas me abro paso para saber de Ti. Mis ojos buscan en vano otros. No hay miradas ni coloquios, sólo traslados y transacciones. He preguntado por tu estrella, Señor, y no hay tiempo para respuestas.
En tu nombre y con ocasión de tu cumpleaños la gente pide, se endeuda, compra, vende y gana. Regalan para presumir, celebran para cumplir y acuden a frases hechas a falta de corazón sincero.
Visitan rincones de abandono por única vez en el año y allí dejan una ayuda para gente que nunca conocerán.
Señor, busco tu estrella.
La busco en paraderos donde la gente aparece con bolsas y paquetes. La busco en tiendas y supermercados donde todo se envuelve y despacha, se agota y se repone.
Busco tu estrella en la combinación del tren subterráneo a hora punta, en una multitud de personas solitarias aprisionadas entre sí, por el ahogo, la indignidad y la impotencia.
A la siga de tu Luz me aparto a las soledades del campo y del mar, de los poblados remotos, aislados y serenos. Busco tu luz en medio del agua y la naturaleza que se resisten a la depredación, en regiones sin nombre, sin recursos y sin mapa, en caseríos hundidos en el vino y la soledad.
Busco tu estrella, Señor, allí donde duele. En la UTI pediátrica, la capilla velatoria, en la celda amarga. La busco en el hogar incompleto, en la mesa con hambre, en el rostro sin trabajo. Y entre niños y abuelos ignorados, mujeres violentadas, jóvenes incompletos por la droga y la falta de oportunidades.
Busco y busco, Señor, entre oscuridades y luces que no alumbran de verdad. Y en cada paso que doy, en cada camino nuevo, en cada dolor e inconsecuencia que hallo escondida detrás de Navidad, tu Palabra sanadora es camino, es verdad y vida en plenitud.
Para cada oscuridad tus ojos de niño nos regalan esperanza, una esperanza que no se exime de la cruz pero que vence la muerte con el amor.
Gracias, Dios, por hacerte bebé indefenso y mostrarnos tu Luz en medio de gentíos y bullicios. Gracias por tu paz y alegría.
Permíteme quedarme, Señor, aquí junto a tu estrella.
FUENTE : www. iglesia.cl/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
SEÑOR DE LOS SENCILLOS.
Señor de los sencillos.
Señor, los poderosos esperaban encontrarte
lleno de riquezas y viviendo en casas lujosas...
y Tú apareciste humilde y sencillo
como un pequeño
en la humilde pobreza de un portal.
Señor, los poderosos esperaban hallarte
lleno de luces, regalos y vestidos caros...
y Tú apareciste en medio de la noche
débil y recostado en un pesebre;
lleno del amor y la ternura de una madre.
Señor, los poderosos esperaban hallarte
al frente de poderosos ejércitos,
como un rey vencedor en mil batallas...
Y Tú apareciste como un bebé indefenso
para enseñarnos la fuerza de las cosas sencillas.
Señor, Tú apareciste en el llanto de un Niño;
esperanza de vida y de verdad.
Señor, enséñanos a descubrir
la sencillez y la humildad de la Navidad.
FUENTE : " Oraciones para Adviento y Navidad " /
www.salesianos.edu
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
Señor, los poderosos esperaban encontrarte
lleno de riquezas y viviendo en casas lujosas...
y Tú apareciste humilde y sencillo
como un pequeño
en la humilde pobreza de un portal.
Señor, los poderosos esperaban hallarte
lleno de luces, regalos y vestidos caros...
y Tú apareciste en medio de la noche
débil y recostado en un pesebre;
lleno del amor y la ternura de una madre.
Señor, los poderosos esperaban hallarte
al frente de poderosos ejércitos,
como un rey vencedor en mil batallas...
Y Tú apareciste como un bebé indefenso
para enseñarnos la fuerza de las cosas sencillas.
Señor, Tú apareciste en el llanto de un Niño;
esperanza de vida y de verdad.
Señor, enséñanos a descubrir
la sencillez y la humildad de la Navidad.
FUENTE : " Oraciones para Adviento y Navidad " /
www.salesianos.edu
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
sábado, 20 de diciembre de 2008
EL SIRVIENTE DEL REY BALTASAR Y EL NIÑO JESÚS ".
" El Sirviente del Rey Baltasar y el niño Jesús " - Bruno Ferrero.
" Los Reyes Magos venidos a Belén para adorar al Rey recién nacido no estaban solos. Para cargar y descargar los camellos, cada uno de ellos iba acompañado por un paje.
Como bien sabéis, uno de los Magos llevaba oro, el otro incienso y el tercero mirra. Todas las tardes los pajes descargaban sus preciosos fardos del lomo de los camellos, abrevaban a los animales y luego cumplían diligentemente los últimos deberes de la jornada.
Una noche, poco antes de acostarse, Rubén, el paje del rey Baltasar, salió a respirar una bocanada de aire y a admirar las estrellas. Esperaba ser hábil como su amo y reconocer en lo alto del firmamento al astro luminoso que los Magos seguían escrupulosamente. Pero Rubén veía en el cielo una polvareda tan densa de puntos luminosos, que pensaba que su camino era un poco azaroso, como el de un viajero que gira en redondo tratando de orientarse de alguna manera.
Entonces el paje decidió irse a dormir y, desilusionado, bajó los ojos y volvió a la tienda mirándose la punta de los zapatos. Y lo que vio brillar no estaba en el cielo, sino en la tierra, a sus pies.
Una moneda de oro, sin duda caída del tesoro de su amo.
Estaba allí, sola, y nadie se había dado cuenta. "¡Magnífico!", murmuró el paje. «También yo tendré un regalo para el Rey que vamos a visitar. Le diré: "Señor mío, he conservado esta preciosa moneda sólo para ti y te la regalo para probarte mi devoción y la fidelidad que me ligará a ti también en el futuro". "¡Mentiroso! ", gritó el paje Eleazar que estaba observándolo. "Te he visto recoger la moneda: no es tuya. Es una moneda robada".
"¡Asqueroso espía envidioso!", gritó Rubén mostrando los puños. "Si dices una palabra, me las pagarás".Los dos pajes se marcharon a dormir rabiosos.
Pero el sueño de Rubén fue agitado.
En un primer momento, se veía vestido con su vestido más bonito regalando su moneda al joven Rey coronado y se sentía feliz y honrado. Más tarde, mientras estaba en compañía de los notables del Reino, los compañeros lo denunciaban, y el Rey mandaba azotarlo y echado fuera de palacio.
Pasó un día, pasó otra noche y después otro día.
En la mañana del tercer día, el paje tenía el rostro tenso y los ojos cansados. "¿Qué tienes, mi pequeño paje?", le preguntó el rey Baltasar. "¿Has perdido algo importante? ¿Por qué tienes ese aire de preocupación?"."No me pasa nada", respondió el muchacho, que no deseaba que le preguntaran.
"Sí, sí", replicó el Rey. "Tú has perdido la cosa más importante. Has perdido la alegría de vivir y el buen humor".
Durante todo el día Rubén evitó las miradas de los otros pajes. Efectivamente, no era feliz. El silencio se había convertido en una losa pesada para todos. Nadie podía ayudarlo, al ignorar el drama que lo agitaba. Pero por la noche, mientras todos deshacían los bultos, el paje, llorando, dejó la moneda junto con las otras, en el tesoro del amo.
Cuando finalmente llegaron ante el Rey niño, los tres Magos se arrodillaron y ofrecieron sus dones. Después fueron invitados los pajes.
El primero dio al Niño un beso; el segundo, un ramito de flores del campo. Cuando llegó su turno, Rubén tenía los ojos llenos de lágrimas y, mientras alargaba los brazos para dar a entender que no tenía nada que regalar, una lágrima cayó sobre su mano vacía.
Con inmenso estupor, todos vieron al Niño despertarse, posar su manita en las del paje y estrechadas. Después el Niño sonrió y el paje abrió su mano. La lágrima se había transformado en una perla que llenó de resplandores la estancia. Y en el cielo los ángeles se pusieron a cantar. "
FUENTE : www.ciudadredonda.org/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
" Los Reyes Magos venidos a Belén para adorar al Rey recién nacido no estaban solos. Para cargar y descargar los camellos, cada uno de ellos iba acompañado por un paje.
Como bien sabéis, uno de los Magos llevaba oro, el otro incienso y el tercero mirra. Todas las tardes los pajes descargaban sus preciosos fardos del lomo de los camellos, abrevaban a los animales y luego cumplían diligentemente los últimos deberes de la jornada.
Una noche, poco antes de acostarse, Rubén, el paje del rey Baltasar, salió a respirar una bocanada de aire y a admirar las estrellas. Esperaba ser hábil como su amo y reconocer en lo alto del firmamento al astro luminoso que los Magos seguían escrupulosamente. Pero Rubén veía en el cielo una polvareda tan densa de puntos luminosos, que pensaba que su camino era un poco azaroso, como el de un viajero que gira en redondo tratando de orientarse de alguna manera.
Entonces el paje decidió irse a dormir y, desilusionado, bajó los ojos y volvió a la tienda mirándose la punta de los zapatos. Y lo que vio brillar no estaba en el cielo, sino en la tierra, a sus pies.
Una moneda de oro, sin duda caída del tesoro de su amo.
Estaba allí, sola, y nadie se había dado cuenta. "¡Magnífico!", murmuró el paje. «También yo tendré un regalo para el Rey que vamos a visitar. Le diré: "Señor mío, he conservado esta preciosa moneda sólo para ti y te la regalo para probarte mi devoción y la fidelidad que me ligará a ti también en el futuro". "¡Mentiroso! ", gritó el paje Eleazar que estaba observándolo. "Te he visto recoger la moneda: no es tuya. Es una moneda robada".
"¡Asqueroso espía envidioso!", gritó Rubén mostrando los puños. "Si dices una palabra, me las pagarás".Los dos pajes se marcharon a dormir rabiosos.
Pero el sueño de Rubén fue agitado.
En un primer momento, se veía vestido con su vestido más bonito regalando su moneda al joven Rey coronado y se sentía feliz y honrado. Más tarde, mientras estaba en compañía de los notables del Reino, los compañeros lo denunciaban, y el Rey mandaba azotarlo y echado fuera de palacio.
Pasó un día, pasó otra noche y después otro día.
En la mañana del tercer día, el paje tenía el rostro tenso y los ojos cansados. "¿Qué tienes, mi pequeño paje?", le preguntó el rey Baltasar. "¿Has perdido algo importante? ¿Por qué tienes ese aire de preocupación?"."No me pasa nada", respondió el muchacho, que no deseaba que le preguntaran.
"Sí, sí", replicó el Rey. "Tú has perdido la cosa más importante. Has perdido la alegría de vivir y el buen humor".
Durante todo el día Rubén evitó las miradas de los otros pajes. Efectivamente, no era feliz. El silencio se había convertido en una losa pesada para todos. Nadie podía ayudarlo, al ignorar el drama que lo agitaba. Pero por la noche, mientras todos deshacían los bultos, el paje, llorando, dejó la moneda junto con las otras, en el tesoro del amo.
Cuando finalmente llegaron ante el Rey niño, los tres Magos se arrodillaron y ofrecieron sus dones. Después fueron invitados los pajes.
El primero dio al Niño un beso; el segundo, un ramito de flores del campo. Cuando llegó su turno, Rubén tenía los ojos llenos de lágrimas y, mientras alargaba los brazos para dar a entender que no tenía nada que regalar, una lágrima cayó sobre su mano vacía.
Con inmenso estupor, todos vieron al Niño despertarse, posar su manita en las del paje y estrechadas. Después el Niño sonrió y el paje abrió su mano. La lágrima se había transformado en una perla que llenó de resplandores la estancia. Y en el cielo los ángeles se pusieron a cantar. "
FUENTE : www.ciudadredonda.org/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
P. RANIERO CANTALAMESSA - TERCERA PREDICACIÓN DE ADVIENTO.
Tercera predicación de Adviento del Predicador del Papa
A Benedicto XVI y a la Curia Romana
P. Raniero Cantalamessa - Tercera Predicación de Adviento.
Tercera predicación de Adviento
"Cuando llegó la plenitud de los tiempos Dios
envió a su Hijo nacido de una mujer" ( Gálatas 4, 4 ).
1. Pablo y el dogma de la encarnación
Pongamos en primer lugar, también esta vez, el pasaje paulino sobre el que vamos a meditar:
"Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios" (Gal 4, 4-7).
Escucharemos a menudo este pasaje en el tiempo navideño, comenzando por las Primeras Vísperas de la solemnidad de Navidad. Digamos ante todo algo sobre las implicaciones teológicas de este texto. Es el pasaje que más se acerca, en el corpus paulino, a la idea de preexistencia y de encarnación. La idea de "envío" ("Dios mandó, exapesteilen, a su Hijo") se pone en paralelo con el envío del Espíritu del que se habla dos versículos después y recuerda lo que en el Antiguo Testamento se dice del envío de la Sabiduría y del santo Espíritu sobre el mundo por parte de Dios (Sab 9, 10.17). Estos acercamientos indican que no se trata de un envío "desde la tierra", como en el caso de los profetas, sino "desde el cielo".
La idea de la preexistencia del Cristo está implícita en los textos paulinos en los que se habla de una función de Cristo en la creación del mundo (1 Cor 8,6; Col 1, 15-16) y cuando Pablo dice que la roca que seguía al pueblo en el desierto era Cristo (1 Cor 10,4). La idea de la encarnación, a su vez, es subyacente en el himno cristológico de Filipenses, 2: "El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo".
A pesar de esto, hay que admitir que preexistencia y encarnación en Pablo son verdades en gestación, que aún no han llegado a su formulación plena. El motivo es que el centro de interés y el punto de partida de todo es para él el misterio pascual, es decir, lo realizado, más que la persona del Salvador. Lo contrario de Juan, para quien el punto de partida y el epicentro de la atención es precisamente la preexistencia y la encarnación.
Se trata de dos "vías" o recorridos distintos, en el descubrimiento de quién es Jesucristo: uno, el de Pablo, parte de la humanidad para lle gar a la divinidad, de la carne para llegar al Espíritu, de la historia de Cristo, para llegar a la preexistencia de Cristo; el otro, el de Juan, sigue el camino inverso: parte de la divinidad del Verbo para llegar a su existencia en el tiempo; una pone como bisagra entre las dos fases la resurrección de Cristo, y la otra ve el paso de un estado al otro en la encarnación.
Apenas se pasa a la época sucesiva, ambas vías tienden a consolidarse dando lugar a dos modelos o arquetipos y finalmente a dos escuelas cristológicas: la escuela de Antioquía que se refiere preferentemente a Pablo, y la escuela de Alejandría, que se refiere con preferencia a Juan. Ninguno de los seguidores de una u otra vía tiene conciencia de elegir entre Pablo y Juan; ambos están seguros de tenerlos de su parte. Esto es cierto, pero es un hecho que las dos influencias persisten visibles y distinguibles como dos río s que, aun confluyendo juntos, siguen distinguiéndose por el color distinto de sus aguas respectivas.
Esta diferenciación se refleja por ejemplo en la forma diversa con que se interpreta, en las dos escuelas, la kenosis de Cristo de Filipenses 2. Hasta el siglo II-III se delinean, en este texto, dos lecturas diversas que se vuelven a encontrar también en la exégesis moderna. Según la escuela de Alejandría, el sujeto inicial del himno es el Hijo de Dios preexistente en la forma de Dios. La kenosis por eso, en este caso, consistiría en la encarnación, en el hacerse hombre. Según la interpretación dominante en la escuela de Antioquía, el sujeto único del himno desde el principio hasta el final es el Cristo histórico, Jesús de Nazaret. En este caso la kenosis consistiría en el abajamiento inherente a su hacerse siervo, en someterse a la pasión y a la muerte.
La diferencia entre ambas escuelas no es tanto que algunos sigan a Pablo y otros a Juan, sino que algunos interpretan a Juan a la luz de Pablo y otros interpretan a Pablo a la luz de Juan. La diferencia está en el esquema, o en la perspectiva de fondo, que se adopta para ilustrar el misterio de Cristo. En la confrontación entre ambas escuelas podemos decir que se han formado las líneas maestras del dogma y de la teología de la Iglesia, que han permanecido activas hasta ahora.
2. Nacido de mujer
El relativo silencio sobre la encarnación comporta, en Pablo, un silencio casi total sobre María, la Madre del Verbo encarnado. El inciso "nacido de una mujer" (factum sub muliere) de nuestro texto es la alusión más explícita que se tiene de María en el corpus paulino. Esta es el equivalente de la otra expresión: "nacido del linaje de David según la carne", "factum ex semine David secundum carnem" (Rom 1,3).
Aún escueta,, sin embargo, esta afirmación de Pablo es importantísima. Esta fue uno de los puntos clave en la lucha contra el docetismo gnóstico, desde el siglo II en adelante. Dice de hecho que Jesús no es una aparición celeste; gracias a su nacimiento de una mujer, él está inserto plenamente en la humanidad y en la historia, "del todo semejante a los hombres" (Fl 2, 7). "¿Por qué decimos que Cristo es hombre, escribe Tertuliano, sino porque nació de María, que es una criatura humana?". Pensándolo bien, "nacido de una mujer" es más adecuado para expresar la verdadera humanidad de Cristo que no el título "hijo del hombre". En sentido literal, Jesús no es hijo del hombre, no ha tenido por padre a un hombre, pero sí es realmente "hijo de la mujer".
El texto paulino estará también en el centro del debate sobre el título de Madre de Dios (theotokos) en las disputas cristológicas posteriores, lo que explica por qué la liturgia nos lo hace escuchar en la segunda lectura de la misa de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, el 1 de enero.
Hay que resaltar un dato. Si Pablo hubiera dicho: "nacido de María", se habría tratado sólo de un detalle biográfico; habiendo dicho "nacido de una mujer", ha dado a su afirmación un carácter universal e inmenso. Es la mujer misma, toda mujer, la que ha sido elevada en María a tan increíble altura. María es aquí la mujer por antonomasia.
3. "¿En qué me afecta a mí que Cristo haya nacido de María?"
Estamos meditando el texto paulino ante la inminente Navidad y en el espíritu de la lectio divina. Por ello, no podemos detenernos mucho en el dato exegético, sino que tras haber contemplado la verdad teológica contenida en el texto, debemos extraer de él enseñanzas para nuestra vida espiritual, iluminando el "para mí" de la palabra de Dios.
Una frase de Orígenes, retomada por san Agustín, san Bernardo, Lutero y otros, dice: "¿Qué me aprovecha a mí que Cristo haya nacido una vez de María en Belén, si no nace también por fe en mi alma?". La maternidad divina de María se realiza en dos planos: en un plano físico y en un plano espiritual. María es la Madre de Dios no sólo porque le ha llevado físicamente en el seno, sino también porque le ha concebido antes en el corazón, con la fe. No podemos, naturalmente, imitar a María en el primer sentido, engendrando de nuevo a Cristo, pero podemos imitarla en el segundo sentido, que es el de la fe. Jesús mismo comenzó esta aplicación a la Iglesia del título de "Madre de Cristo", cuando declaró: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen" (Lc 8, 21; cf. Mc 3, 31 s; Mt 12, 49).
En la tradición, esta verdad ha conocido dos niveles de aplicación complementarios entre ellos, uno de tipo pastoral y el otro de tipo espiritual. En un caso, se ve realizada esta maternidad de la Iglesia en su conjunto en cuanto "sacramento universal de salvación"; en el otro, se realiza en cada persona o alma que cree.
Un escritor de la Edad Media, el Beato Isaac del monasterio de Stella, hizo una especie de síntesis de todos estos motivos. En una homilía famosa que leímos en la Liturgia de las Horas del pasado sábado, escribe: "María y la Iglesia son una madre y y varias madres; una virgen y muchas vírgenes. Ambas son madres y ambas vírgenes... por todo ello, en las Escrituras divinamente inspiradas, se entiende con razón como dicho en singular de la virgen madre María lo que en términos universales se dice de la virgen madre Iglesia, y se entiende como dicho de la virgen madre Iglesia en general lo que en especial se dice de la virgen madre María... también se considera con razón a cada alma fiel como esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda" (Discurso 51).
El Concilio Vaticano II se pone en la primera perspectiva cuando escribe: "La Iglesia... se convierte también en madre, ya que con la predicación y el bautismo genera en una vida nueva e inmortal a sus hijos, concebidos por obra del Espíritu santo y nacidos de Dios" (Lumen gentium 64).
Nos concentramos en la aplicación personal a cada alma: "Toda alma que cree, escribe san Ambrosio, concibe y engendra al Verbo de Dios... Si según la carne una sola es la Madre de Cristo, según la fe, todas las almas engendran a Cristo cuando acogen la Palabra de Dios" (Exposición del Evangelio según san Lucas, II, 26). Le hace eco otro padre de oriente: "Cristo nace siempre místicamente en el alma, tomando carne de aquellos que se salvan y haciendo del alma que lo engendra una madre virgen" (Máximo Confesor, Comentario al Padrenuestro).
Cómo uno se convierte concretamente en madre de Jesús, nos lo indica él mismo en el Evangelio: escuchando la Palabra y poniéndola en práctica(cf. Lc 8,21; Mc 3, 31 s.; Mt 12,49). Reconsideremos, para comprenderlo, cómo se convirtió María en madre: concibiendo a Jesús y pariéndolo. En la Escritura vemos subrayados estos dos momentos: "La Virgen concebirá y dará a luz un hijo", se lee en Isaías, y "Concebirás y darás a luz a un Hijo", dice el ángel a María.
Hay dos maternidades incompletas o dos tipos de interrupción de la maternidad. Una es antigua y conocida, el aborto. Éste sucede cuando se concibe una vida pero no se da a luz, porque en el entretanto, por causas naturales o por el pecado del hombre, el feto está muerto. Hasta hace poco tiempo, este aborto era el único caso que se conocía de maternidad incompleta. Hoy se conoce otro que consiste, al contrario, en parir un hijo sin haberlo concebido. Sucede en el caso de los hijos concebid os en probeta e insertados, en un segundo momento, en el seno de una mujer, y en el caso del útero prestado para hospedar, incluso pagando, vidas humanas concebidas en otro lugar. En este caso, lo que la mujer da a luz no viene de ella, no es concebido "antes en el corazón que en el cuerpo".
Por desgracia, también en el plano espiritual existen estas dos tristes posibilidades de maternidad incompleta. Concibe Jesús sin darlo a luz quien acoge la Palabra sin ponerla en práctica, quien sigue haciendo un aborto espiritual tras otro, formulando propósitos de conversión que son sistemáticamente olvidados y abandonados a mitad camino; quien se comporta ante la Palabra como el observador apresurado que mira su cara en el espejo y después se olvida en seguida de cómo era (cf. St 1, 23-24). En suma, quien tiene fe pero no tiene obras.
Da a luz en cambio a Cristo sin habe rlo concebido quien hace tantas obras, incluso buenas, pero que no vienen del corazón, del amor a Dios y de la recta intención, sino de la costumbre, de la hipocresía, de la búsqueda de su propia gloria y de su propio interés, o sencillamente de la satisfacción que da el hacer. En suma, el que tiene obras pero no tiene fe.
San Francisco de Asís tiene una palabra que resume, en positivo, en qué consiste la verdadera maternidad de Cristo: "Somos madres de Cristo - dice - cuando lo llevamos en el corazón y en el cuerpo por medio del amor divino y de la pura y sincera conciencia; lo engendramos a través de las obras santas, que deben resplandecer ante los demás como ejemplo... Oh, qué santo y querido, agradable, humilde, pacífico, dulce, amable y deseable sobre toda otra cosa, tener un hermano y un hijo semejante, nuestro Señor Jesucristo" (Carta a los fiel es, 1). Nosotros -quiere decir el santo- concebimos a Cristo cuando lo amamos con sincero corazón y con conciencia recta, y lo damos a luz cuando realizamos obras santas que lo manifiestan al mundo.
4. Las dos fiestas del Niño Jesús
San Buenaventura, discípulo e hijo del Pobrecito, recogió y desarrolló este pensamiento en un opúsculo titulado "Las cinco fiestas del Niño Jesús". En la introducción al libro, relata como un día, mientras estaba de retiro en el monte Verna, le vino a la mente lo que dicen los Santos Padres, o sea, que el alma devota de Dios, por gracia del Espíritu Santo y el poder del Altísimo, puede concebir espiritualmente al Verbo bendito y al Hijo Unigénito del Padre, parirlo, ponerle nombre, buscarlo y adorarlo con los Magos y finalmente presentarlo felizmente a Dios Padre en su templo.
De estos cinco momentos, o fiestas del Niño Jesús, que el alma debe revivir, nos interesan sobre todo las dos primeras: la concepción y el nacimiento. Para san Buenaventura, el alma concibe a Jesús cuando, descontenta con la vida que lleva, estimulada por inspiraciones santas e inflamada de ardor santo, cansada de sus viejas costumbres y defectos, es como fecundada espiritualmente por la gracia del Espíritu Santo y concibe el propósito de una vida nueva. ¿Ha tenido lugar la concepción de Cristo!
Una vez concebido, el bendito Hijo de Dios nace en el corazón, siempre que, tras haber hecho un sano discernimiento, pedido oportuno consejo, invocado la ayuda de Dios, el alma pone inmediatamente por obra su santo propósito, comenzando a realizar lo que desde hacía tiempo estaba madurando, pero que había dejado para más adelante por miedo a lo ser capaz de ello.
Pero es necesario insistir en una cosa: este propósito de vida debe traducirse, sin duda, en algo concreto, en un cambio, posiblemente también externo y visible, de nuestra vida y costumbres. Si el propósito no se pone en práctica, Jesús ha sido concebido pero no dado a luz. Es uno de tantos abortos espirituales. No se celebrará nunca la "segunda fiesta" del Niño Jesús que es la Navidad. Es uno de tantos casos que son una de las razones principales por las que tan pocos llegan a santos.
Si decides cambiar de estilo de vida y entrar a formar parte de esa categoría de pobres y humildes, que como María buscan solo encontrar gracia ante Dios, sin importarle agradar a otros hombres, entonces, escribe san Buenaventura, debes armarte de valor, porque te hará falta. Deberás afrontar dos tipos de tentación. Se te presentarán ante todo los hombres carnales de tu ambie nte y te dirán: "Es demasiado duro lo que pretendes, no lo conseguirás, te faltarán las fuerzas, perderás la salud; estas cosas no se adecuan a tu estado, comprometes tu buen nombre y la dignidad de tu cargo"....
Superado este obstáculo, se presentarán otros con fama de ser, o incluso que son de hecho, personas pías y religiosas, pero que no creen verdaderamente en el poder de Dios y de su Espíritu. Estas te dirán que, si empiezas a vivir de esta forma -dando tanto espacio a la oración, evitando tomar parte en distracciones y habladurías inútiles, haciendo obras de caridad-, serás considerado pronto un santo, un hombre devoto y espiritual, y dado que sabes perfectamente que no lo eres, acabarás engañando a la gente y siendo un hipócrita, atrayendo sobre tí la reprobación de Dios que escruta los corazones.
A todas estas tentaciones, es necesario responder con fe: "No es demasiado corta la mano del Señor para salvar" (Is 59, 1) y, casi enfadándonos con nosotros mismos, exclamar, como Agustín en la vigilia de su conversión: "Si estos y estas pueden ¿por que yo no? Si isti et istae, cur non ego? " (Confesiones)
5. María dijo "sí"
El ejemplo de la Madre de Dios nos sugiere qué hacer en concreto para imprimir a nuestra vida espiritual este nuevo empuje, para concebir y dar a luz verdaderamente en nosotros a Jesús esta Navidad. María dijo un "sí" decidido y pleno a Dios. Se insiste mucho en el Fiat de María, en María como "la Virgen del fiat". Pero María no hablaba latín y por eso no dijo fiat, no dijo siquiera genoito, que es la palabra que encontramo s, a este punto, en el texto griego de Lucas porque no hablaba griego.
Si es lícito remontarse, con pía reflexión, a la ipsissima vox, a la palabra misma que salió de la boca de María -o al menos a la palabra que estaba en la fuente judía usada por Lucas-, esta debió ser la palabra amén. Amén, palabra hebrea cuya raíz significa solidez, certeza - se usaba en la liturgia como respuesta de fe a la palabra de Dios. Cada vez que, al término de ciertos salmos, en la Vulgata se leía antes fiat, fiat , ahora en la nueva versión de los textos originales se lee: Amén, Amén. Lo mismo para la palabra griega: cada vez que en la Biblia de los Setenta se lee en esos mismos salmos génoito, génoito, el original griego lleva: Amén, amén.
Con el "amén" se reconoce lo que se ha dicho como palabra firme, estable, válida y vinculante. Su traducción exacta, como respuesta a la palabra de Dios, es: "Así sea, así sea". Indica fe y obediencia conjuntamente; reconoce que lo que Dios dice es cierto y se somete a ello. Es decir "sí" a Dios. En este sentido lo encontramos en la misma boca de Je´sus: "Si, amén, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito" (cf. Mt 11, 26). Él es el Amén personificado: "Así habla el Amén" (Ap 3, 14) y por medio de él, añade Pablo, todo amén pronunciado en la tierra sube a Dios (cf 2 Cor l, 20).
En casi todas las lenguas humanas la palabra que expresa el consenso es un monosílabo: "sí", "ja", "yes", "oui", "tag"... La palabra más corta del vocabulario, pero aquella con que tanto los novios como los consagrados deciden su vida para siempre. También en el rito de la profesión religiosa y de la ordenación sacerdotal hay un momento en que se pronuncia un "sí".
Hay un detalle en el Amén de María que es importante señalar. En las lenguas modernas usamos el modo indicativo para señalar que algo ha sucedido o sucederá, el modo condicional para indicar algo que podría suceder en ciertas condiciones, etc.; el griego tiene un modo particular que se llama optativo. Es un modo que se usa cuando se quiere expresar deseo o impaciencia de que algo suceda. El verbo usado por Lucas, genoito, está precisamente en este modo.
San Pablo dice que "Dios ama al que da con alegría" (2 Cor 9, 7) y María dijo a Dios su "sí" con alegría. Pidámosle que nos obtenga la gracia de decir a Dios un "sí" alegr e y renovado, y así concebir y dar a luz también nosotros en esta Navidad a su Hijo Jesucristo.
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez]
FUENTE : www.zenit.org/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
A Benedicto XVI y a la Curia Romana
P. Raniero Cantalamessa - Tercera Predicación de Adviento.
Tercera predicación de Adviento
"Cuando llegó la plenitud de los tiempos Dios
envió a su Hijo nacido de una mujer" ( Gálatas 4, 4 ).
1. Pablo y el dogma de la encarnación
Pongamos en primer lugar, también esta vez, el pasaje paulino sobre el que vamos a meditar:
"Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley, y para que recibiéramos la filiación adoptiva. La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre! De modo que ya no eres esclavo sino hijo; y si hijo, también heredero por voluntad de Dios" (Gal 4, 4-7).
Escucharemos a menudo este pasaje en el tiempo navideño, comenzando por las Primeras Vísperas de la solemnidad de Navidad. Digamos ante todo algo sobre las implicaciones teológicas de este texto. Es el pasaje que más se acerca, en el corpus paulino, a la idea de preexistencia y de encarnación. La idea de "envío" ("Dios mandó, exapesteilen, a su Hijo") se pone en paralelo con el envío del Espíritu del que se habla dos versículos después y recuerda lo que en el Antiguo Testamento se dice del envío de la Sabiduría y del santo Espíritu sobre el mundo por parte de Dios (Sab 9, 10.17). Estos acercamientos indican que no se trata de un envío "desde la tierra", como en el caso de los profetas, sino "desde el cielo".
La idea de la preexistencia del Cristo está implícita en los textos paulinos en los que se habla de una función de Cristo en la creación del mundo (1 Cor 8,6; Col 1, 15-16) y cuando Pablo dice que la roca que seguía al pueblo en el desierto era Cristo (1 Cor 10,4). La idea de la encarnación, a su vez, es subyacente en el himno cristológico de Filipenses, 2: "El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo, tomando condición de siervo".
A pesar de esto, hay que admitir que preexistencia y encarnación en Pablo son verdades en gestación, que aún no han llegado a su formulación plena. El motivo es que el centro de interés y el punto de partida de todo es para él el misterio pascual, es decir, lo realizado, más que la persona del Salvador. Lo contrario de Juan, para quien el punto de partida y el epicentro de la atención es precisamente la preexistencia y la encarnación.
Se trata de dos "vías" o recorridos distintos, en el descubrimiento de quién es Jesucristo: uno, el de Pablo, parte de la humanidad para lle gar a la divinidad, de la carne para llegar al Espíritu, de la historia de Cristo, para llegar a la preexistencia de Cristo; el otro, el de Juan, sigue el camino inverso: parte de la divinidad del Verbo para llegar a su existencia en el tiempo; una pone como bisagra entre las dos fases la resurrección de Cristo, y la otra ve el paso de un estado al otro en la encarnación.
Apenas se pasa a la época sucesiva, ambas vías tienden a consolidarse dando lugar a dos modelos o arquetipos y finalmente a dos escuelas cristológicas: la escuela de Antioquía que se refiere preferentemente a Pablo, y la escuela de Alejandría, que se refiere con preferencia a Juan. Ninguno de los seguidores de una u otra vía tiene conciencia de elegir entre Pablo y Juan; ambos están seguros de tenerlos de su parte. Esto es cierto, pero es un hecho que las dos influencias persisten visibles y distinguibles como dos río s que, aun confluyendo juntos, siguen distinguiéndose por el color distinto de sus aguas respectivas.
Esta diferenciación se refleja por ejemplo en la forma diversa con que se interpreta, en las dos escuelas, la kenosis de Cristo de Filipenses 2. Hasta el siglo II-III se delinean, en este texto, dos lecturas diversas que se vuelven a encontrar también en la exégesis moderna. Según la escuela de Alejandría, el sujeto inicial del himno es el Hijo de Dios preexistente en la forma de Dios. La kenosis por eso, en este caso, consistiría en la encarnación, en el hacerse hombre. Según la interpretación dominante en la escuela de Antioquía, el sujeto único del himno desde el principio hasta el final es el Cristo histórico, Jesús de Nazaret. En este caso la kenosis consistiría en el abajamiento inherente a su hacerse siervo, en someterse a la pasión y a la muerte.
La diferencia entre ambas escuelas no es tanto que algunos sigan a Pablo y otros a Juan, sino que algunos interpretan a Juan a la luz de Pablo y otros interpretan a Pablo a la luz de Juan. La diferencia está en el esquema, o en la perspectiva de fondo, que se adopta para ilustrar el misterio de Cristo. En la confrontación entre ambas escuelas podemos decir que se han formado las líneas maestras del dogma y de la teología de la Iglesia, que han permanecido activas hasta ahora.
2. Nacido de mujer
El relativo silencio sobre la encarnación comporta, en Pablo, un silencio casi total sobre María, la Madre del Verbo encarnado. El inciso "nacido de una mujer" (factum sub muliere) de nuestro texto es la alusión más explícita que se tiene de María en el corpus paulino. Esta es el equivalente de la otra expresión: "nacido del linaje de David según la carne", "factum ex semine David secundum carnem" (Rom 1,3).
Aún escueta,, sin embargo, esta afirmación de Pablo es importantísima. Esta fue uno de los puntos clave en la lucha contra el docetismo gnóstico, desde el siglo II en adelante. Dice de hecho que Jesús no es una aparición celeste; gracias a su nacimiento de una mujer, él está inserto plenamente en la humanidad y en la historia, "del todo semejante a los hombres" (Fl 2, 7). "¿Por qué decimos que Cristo es hombre, escribe Tertuliano, sino porque nació de María, que es una criatura humana?". Pensándolo bien, "nacido de una mujer" es más adecuado para expresar la verdadera humanidad de Cristo que no el título "hijo del hombre". En sentido literal, Jesús no es hijo del hombre, no ha tenido por padre a un hombre, pero sí es realmente "hijo de la mujer".
El texto paulino estará también en el centro del debate sobre el título de Madre de Dios (theotokos) en las disputas cristológicas posteriores, lo que explica por qué la liturgia nos lo hace escuchar en la segunda lectura de la misa de la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios, el 1 de enero.
Hay que resaltar un dato. Si Pablo hubiera dicho: "nacido de María", se habría tratado sólo de un detalle biográfico; habiendo dicho "nacido de una mujer", ha dado a su afirmación un carácter universal e inmenso. Es la mujer misma, toda mujer, la que ha sido elevada en María a tan increíble altura. María es aquí la mujer por antonomasia.
3. "¿En qué me afecta a mí que Cristo haya nacido de María?"
Estamos meditando el texto paulino ante la inminente Navidad y en el espíritu de la lectio divina. Por ello, no podemos detenernos mucho en el dato exegético, sino que tras haber contemplado la verdad teológica contenida en el texto, debemos extraer de él enseñanzas para nuestra vida espiritual, iluminando el "para mí" de la palabra de Dios.
Una frase de Orígenes, retomada por san Agustín, san Bernardo, Lutero y otros, dice: "¿Qué me aprovecha a mí que Cristo haya nacido una vez de María en Belén, si no nace también por fe en mi alma?". La maternidad divina de María se realiza en dos planos: en un plano físico y en un plano espiritual. María es la Madre de Dios no sólo porque le ha llevado físicamente en el seno, sino también porque le ha concebido antes en el corazón, con la fe. No podemos, naturalmente, imitar a María en el primer sentido, engendrando de nuevo a Cristo, pero podemos imitarla en el segundo sentido, que es el de la fe. Jesús mismo comenzó esta aplicación a la Iglesia del título de "Madre de Cristo", cuando declaró: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen" (Lc 8, 21; cf. Mc 3, 31 s; Mt 12, 49).
En la tradición, esta verdad ha conocido dos niveles de aplicación complementarios entre ellos, uno de tipo pastoral y el otro de tipo espiritual. En un caso, se ve realizada esta maternidad de la Iglesia en su conjunto en cuanto "sacramento universal de salvación"; en el otro, se realiza en cada persona o alma que cree.
Un escritor de la Edad Media, el Beato Isaac del monasterio de Stella, hizo una especie de síntesis de todos estos motivos. En una homilía famosa que leímos en la Liturgia de las Horas del pasado sábado, escribe: "María y la Iglesia son una madre y y varias madres; una virgen y muchas vírgenes. Ambas son madres y ambas vírgenes... por todo ello, en las Escrituras divinamente inspiradas, se entiende con razón como dicho en singular de la virgen madre María lo que en términos universales se dice de la virgen madre Iglesia, y se entiende como dicho de la virgen madre Iglesia en general lo que en especial se dice de la virgen madre María... también se considera con razón a cada alma fiel como esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda" (Discurso 51).
El Concilio Vaticano II se pone en la primera perspectiva cuando escribe: "La Iglesia... se convierte también en madre, ya que con la predicación y el bautismo genera en una vida nueva e inmortal a sus hijos, concebidos por obra del Espíritu santo y nacidos de Dios" (Lumen gentium 64).
Nos concentramos en la aplicación personal a cada alma: "Toda alma que cree, escribe san Ambrosio, concibe y engendra al Verbo de Dios... Si según la carne una sola es la Madre de Cristo, según la fe, todas las almas engendran a Cristo cuando acogen la Palabra de Dios" (Exposición del Evangelio según san Lucas, II, 26). Le hace eco otro padre de oriente: "Cristo nace siempre místicamente en el alma, tomando carne de aquellos que se salvan y haciendo del alma que lo engendra una madre virgen" (Máximo Confesor, Comentario al Padrenuestro).
Cómo uno se convierte concretamente en madre de Jesús, nos lo indica él mismo en el Evangelio: escuchando la Palabra y poniéndola en práctica(cf. Lc 8,21; Mc 3, 31 s.; Mt 12,49). Reconsideremos, para comprenderlo, cómo se convirtió María en madre: concibiendo a Jesús y pariéndolo. En la Escritura vemos subrayados estos dos momentos: "La Virgen concebirá y dará a luz un hijo", se lee en Isaías, y "Concebirás y darás a luz a un Hijo", dice el ángel a María.
Hay dos maternidades incompletas o dos tipos de interrupción de la maternidad. Una es antigua y conocida, el aborto. Éste sucede cuando se concibe una vida pero no se da a luz, porque en el entretanto, por causas naturales o por el pecado del hombre, el feto está muerto. Hasta hace poco tiempo, este aborto era el único caso que se conocía de maternidad incompleta. Hoy se conoce otro que consiste, al contrario, en parir un hijo sin haberlo concebido. Sucede en el caso de los hijos concebid os en probeta e insertados, en un segundo momento, en el seno de una mujer, y en el caso del útero prestado para hospedar, incluso pagando, vidas humanas concebidas en otro lugar. En este caso, lo que la mujer da a luz no viene de ella, no es concebido "antes en el corazón que en el cuerpo".
Por desgracia, también en el plano espiritual existen estas dos tristes posibilidades de maternidad incompleta. Concibe Jesús sin darlo a luz quien acoge la Palabra sin ponerla en práctica, quien sigue haciendo un aborto espiritual tras otro, formulando propósitos de conversión que son sistemáticamente olvidados y abandonados a mitad camino; quien se comporta ante la Palabra como el observador apresurado que mira su cara en el espejo y después se olvida en seguida de cómo era (cf. St 1, 23-24). En suma, quien tiene fe pero no tiene obras.
Da a luz en cambio a Cristo sin habe rlo concebido quien hace tantas obras, incluso buenas, pero que no vienen del corazón, del amor a Dios y de la recta intención, sino de la costumbre, de la hipocresía, de la búsqueda de su propia gloria y de su propio interés, o sencillamente de la satisfacción que da el hacer. En suma, el que tiene obras pero no tiene fe.
San Francisco de Asís tiene una palabra que resume, en positivo, en qué consiste la verdadera maternidad de Cristo: "Somos madres de Cristo - dice - cuando lo llevamos en el corazón y en el cuerpo por medio del amor divino y de la pura y sincera conciencia; lo engendramos a través de las obras santas, que deben resplandecer ante los demás como ejemplo... Oh, qué santo y querido, agradable, humilde, pacífico, dulce, amable y deseable sobre toda otra cosa, tener un hermano y un hijo semejante, nuestro Señor Jesucristo" (Carta a los fiel es, 1). Nosotros -quiere decir el santo- concebimos a Cristo cuando lo amamos con sincero corazón y con conciencia recta, y lo damos a luz cuando realizamos obras santas que lo manifiestan al mundo.
4. Las dos fiestas del Niño Jesús
San Buenaventura, discípulo e hijo del Pobrecito, recogió y desarrolló este pensamiento en un opúsculo titulado "Las cinco fiestas del Niño Jesús". En la introducción al libro, relata como un día, mientras estaba de retiro en el monte Verna, le vino a la mente lo que dicen los Santos Padres, o sea, que el alma devota de Dios, por gracia del Espíritu Santo y el poder del Altísimo, puede concebir espiritualmente al Verbo bendito y al Hijo Unigénito del Padre, parirlo, ponerle nombre, buscarlo y adorarlo con los Magos y finalmente presentarlo felizmente a Dios Padre en su templo.
De estos cinco momentos, o fiestas del Niño Jesús, que el alma debe revivir, nos interesan sobre todo las dos primeras: la concepción y el nacimiento. Para san Buenaventura, el alma concibe a Jesús cuando, descontenta con la vida que lleva, estimulada por inspiraciones santas e inflamada de ardor santo, cansada de sus viejas costumbres y defectos, es como fecundada espiritualmente por la gracia del Espíritu Santo y concibe el propósito de una vida nueva. ¿Ha tenido lugar la concepción de Cristo!
Una vez concebido, el bendito Hijo de Dios nace en el corazón, siempre que, tras haber hecho un sano discernimiento, pedido oportuno consejo, invocado la ayuda de Dios, el alma pone inmediatamente por obra su santo propósito, comenzando a realizar lo que desde hacía tiempo estaba madurando, pero que había dejado para más adelante por miedo a lo ser capaz de ello.
Pero es necesario insistir en una cosa: este propósito de vida debe traducirse, sin duda, en algo concreto, en un cambio, posiblemente también externo y visible, de nuestra vida y costumbres. Si el propósito no se pone en práctica, Jesús ha sido concebido pero no dado a luz. Es uno de tantos abortos espirituales. No se celebrará nunca la "segunda fiesta" del Niño Jesús que es la Navidad. Es uno de tantos casos que son una de las razones principales por las que tan pocos llegan a santos.
Si decides cambiar de estilo de vida y entrar a formar parte de esa categoría de pobres y humildes, que como María buscan solo encontrar gracia ante Dios, sin importarle agradar a otros hombres, entonces, escribe san Buenaventura, debes armarte de valor, porque te hará falta. Deberás afrontar dos tipos de tentación. Se te presentarán ante todo los hombres carnales de tu ambie nte y te dirán: "Es demasiado duro lo que pretendes, no lo conseguirás, te faltarán las fuerzas, perderás la salud; estas cosas no se adecuan a tu estado, comprometes tu buen nombre y la dignidad de tu cargo"....
Superado este obstáculo, se presentarán otros con fama de ser, o incluso que son de hecho, personas pías y religiosas, pero que no creen verdaderamente en el poder de Dios y de su Espíritu. Estas te dirán que, si empiezas a vivir de esta forma -dando tanto espacio a la oración, evitando tomar parte en distracciones y habladurías inútiles, haciendo obras de caridad-, serás considerado pronto un santo, un hombre devoto y espiritual, y dado que sabes perfectamente que no lo eres, acabarás engañando a la gente y siendo un hipócrita, atrayendo sobre tí la reprobación de Dios que escruta los corazones.
A todas estas tentaciones, es necesario responder con fe: "No es demasiado corta la mano del Señor para salvar" (Is 59, 1) y, casi enfadándonos con nosotros mismos, exclamar, como Agustín en la vigilia de su conversión: "Si estos y estas pueden ¿por que yo no? Si isti et istae, cur non ego? " (Confesiones)
5. María dijo "sí"
El ejemplo de la Madre de Dios nos sugiere qué hacer en concreto para imprimir a nuestra vida espiritual este nuevo empuje, para concebir y dar a luz verdaderamente en nosotros a Jesús esta Navidad. María dijo un "sí" decidido y pleno a Dios. Se insiste mucho en el Fiat de María, en María como "la Virgen del fiat". Pero María no hablaba latín y por eso no dijo fiat, no dijo siquiera genoito, que es la palabra que encontramo s, a este punto, en el texto griego de Lucas porque no hablaba griego.
Si es lícito remontarse, con pía reflexión, a la ipsissima vox, a la palabra misma que salió de la boca de María -o al menos a la palabra que estaba en la fuente judía usada por Lucas-, esta debió ser la palabra amén. Amén, palabra hebrea cuya raíz significa solidez, certeza - se usaba en la liturgia como respuesta de fe a la palabra de Dios. Cada vez que, al término de ciertos salmos, en la Vulgata se leía antes fiat, fiat , ahora en la nueva versión de los textos originales se lee: Amén, Amén. Lo mismo para la palabra griega: cada vez que en la Biblia de los Setenta se lee en esos mismos salmos génoito, génoito, el original griego lleva: Amén, amén.
Con el "amén" se reconoce lo que se ha dicho como palabra firme, estable, válida y vinculante. Su traducción exacta, como respuesta a la palabra de Dios, es: "Así sea, así sea". Indica fe y obediencia conjuntamente; reconoce que lo que Dios dice es cierto y se somete a ello. Es decir "sí" a Dios. En este sentido lo encontramos en la misma boca de Je´sus: "Si, amén, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito" (cf. Mt 11, 26). Él es el Amén personificado: "Así habla el Amén" (Ap 3, 14) y por medio de él, añade Pablo, todo amén pronunciado en la tierra sube a Dios (cf 2 Cor l, 20).
En casi todas las lenguas humanas la palabra que expresa el consenso es un monosílabo: "sí", "ja", "yes", "oui", "tag"... La palabra más corta del vocabulario, pero aquella con que tanto los novios como los consagrados deciden su vida para siempre. También en el rito de la profesión religiosa y de la ordenación sacerdotal hay un momento en que se pronuncia un "sí".
Hay un detalle en el Amén de María que es importante señalar. En las lenguas modernas usamos el modo indicativo para señalar que algo ha sucedido o sucederá, el modo condicional para indicar algo que podría suceder en ciertas condiciones, etc.; el griego tiene un modo particular que se llama optativo. Es un modo que se usa cuando se quiere expresar deseo o impaciencia de que algo suceda. El verbo usado por Lucas, genoito, está precisamente en este modo.
San Pablo dice que "Dios ama al que da con alegría" (2 Cor 9, 7) y María dijo a Dios su "sí" con alegría. Pidámosle que nos obtenga la gracia de decir a Dios un "sí" alegr e y renovado, y así concebir y dar a luz también nosotros en esta Navidad a su Hijo Jesucristo.
[Traducción del original italiano por Inma Álvarez]
FUENTE : www.zenit.org/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
LAS CUATRO OPERACIONES.
LAS CUATRO OPERACIONES.
SUMA tu perdón con el olvido,
a fin de que des una lección de paz a tus ofensores,
Entonces,
serás simple coo un NIÑO.
RESTA tu altanería y enciende la antorcha de la humildad
para alumbrar tu noche y extinguir las tinieblas de tu orgullo,
Entonces,
serás digno como un HOMBRE.
MULTIPLICA tu Fe para que construyas un mundo de luz
donde la maldad no tenga lugar para vivir.
Entonces,
serás bueno como un SANTO.
DIVIDE tu amor entre tus semejantes
dando la mayor parte a los que te quieren mal.
Entonces,
serás grande como un DIOS
FUENTE : María Eugenia Caggero Pendola ( Grupo " Amigos Católicos " ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
SUMA tu perdón con el olvido,
a fin de que des una lección de paz a tus ofensores,
Entonces,
serás simple coo un NIÑO.
RESTA tu altanería y enciende la antorcha de la humildad
para alumbrar tu noche y extinguir las tinieblas de tu orgullo,
Entonces,
serás digno como un HOMBRE.
MULTIPLICA tu Fe para que construyas un mundo de luz
donde la maldad no tenga lugar para vivir.
Entonces,
serás bueno como un SANTO.
DIVIDE tu amor entre tus semejantes
dando la mayor parte a los que te quieren mal.
Entonces,
serás grande como un DIOS
FUENTE : María Eugenia Caggero Pendola ( Grupo " Amigos Católicos " ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
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