En tus manos, Señor, pongo mi misterio, a veces duro, sin la más mínima grieta donde escarbar, impenetrable superficie, lámina de acero.
Y a veces difuso, turbio y cambiante como una humareda donde se queman mis días secos.
En tus manos dejo, mis afanes y trabajos sepultados en los surcos. Sólo conoceré su verdad cuando rajen la tierra con sus hojas verdes y su nombre propio.
En tus manos, Señor, no sé
lo que pongo, pero sé que es mío porque me enciende y a veces me congela.
Y sé que es tuyo, porque por mis grietas respiro un aroma que calma la ansiedad, y me llega un canto que no tiene estridencias.
( Autor desconocido ).
FUENTE : www. recursosvocacionales.googlepages.com/
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ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.
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