AMA A TU PRÓJIMO
Comparte tu maíz
Sabemos que debemos amar, pero muchas veces no encontramos el camino para empezar a hacerlo. Conocemos el objetivo, pero no siempre está en nuestra mano la estrategia.La respuesta la hallamos en el Nuevo Testamento:Jesús dice: Ama a tu prójimo... Es decir, al más cercano, al que está a tu alcance atender. San Pablo, por su parte, expresa: Ama a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe (Gal 6, 10). San Pedro: Cuando el pescador de Cafarnaúm logró aquella pesca tan abundante que casi las redes se rompían, no acaparó todos los peces para él solo, sino que compartió su éxito con sus compañeros que estaban en la otra orilla. El milagro consiste en que la barca de los otros pescadores se llenó hasta arriba, sin que por eso la de Pedro tuviera menos pescados (Lc 5, 1-7).
En cierta ocasión, un joven reportero le preguntó a un agricultor de Argentina si podía revelar el secreto de por qué año tras año ganaba el concurso nacional al mejor productor de maíz.El agricultor, con toda sencillez, confesó:- Es que yo comparto mi semilla con los vecinos.- Pero, ¿por qué comparte su semilla con sus vecinos, si ellos también entran al mismo concurso?, reprochó el reportero.- Verá usted, joven, dijo el agricultor mirando aquellos inmensos campos. El viento, que va de aquí par a allá y luego regresa de allá para acá, lleva el polen del maíz maduro de un sembradío a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada degradaría la calidad del mío. Si voy a sembrar buen maíz, debo ayudar a que mi vecino también lo haga.
Hermanos: El amor comienza con los que están más cerca de nosotros mismos, es con ellos con quienes hemos de empezar a compartir nuestro maíz para formar un tejido del cuerpo, donde se vive el Reino de Dios. El buen samaritano no estaba llamado a salvar a todos los moribundos; sólo a aquél que se encontró en el camino (Lc 10, 33-35). Quienes pretendan vivir bien, deben apoyar a los que están cerca de ellos. Y quienes optan por ser felices, han de contribuir a que sus hermanos y amigos encuentren la felicidad, porque la fortuna de cada uno está hipotecada al bienestar de quienes lo rodean. Los países que quieran lograr el progreso, deben promover que sus vecinos también se superen. No es construyendo bardas o muros en las fronteras como progresaremos, sino compartiendo el maíz de nuestra alegría, paz y desarrollo con los más cercanos. De esta manera vamos a crecer nosotros y vamos a crecer juntos, con mayor fuerza.
Señor Jesús, tú participaste tu divinidad con nosotros, para enseñarnos a vivir como hijos de Dios. Enséñanos a compartir nuestra humanidad con los demás; nuestros dones y carismas, nuestros bienes materiales, espirituales e intelectuales. Quiero aprender a compartir el maíz de mi tiempo, de mi capacidad de escuchar, de mi solidaridad, y también los secretos de mis éxitos y triunfos con los más cercanos a mí.No permitas, Señor, que construya bardas para defenderme, porque ellas me apartan de mis hermanos, que también son hijos tuyos.Que el viento impetuoso de tu Santo Espíritu lleve de aquí para allá y de allá para acá la riqueza de lo mejor de nosotros mismos, comenzando con los que están más cerca de nosotros mismos.
( Extractos tomado del libro "Evangelizar con Parabolas
de Jose H.Prado / REFLEXION : Luz Ma. Gaytán ).
Sabemos que debemos amar, pero muchas veces no encontramos el camino para empezar a hacerlo. Conocemos el objetivo, pero no siempre está en nuestra mano la estrategia.La respuesta la hallamos en el Nuevo Testamento:Jesús dice: Ama a tu prójimo... Es decir, al más cercano, al que está a tu alcance atender. San Pablo, por su parte, expresa: Ama a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe (Gal 6, 10). San Pedro: Cuando el pescador de Cafarnaúm logró aquella pesca tan abundante que casi las redes se rompían, no acaparó todos los peces para él solo, sino que compartió su éxito con sus compañeros que estaban en la otra orilla. El milagro consiste en que la barca de los otros pescadores se llenó hasta arriba, sin que por eso la de Pedro tuviera menos pescados (Lc 5, 1-7).
En cierta ocasión, un joven reportero le preguntó a un agricultor de Argentina si podía revelar el secreto de por qué año tras año ganaba el concurso nacional al mejor productor de maíz.El agricultor, con toda sencillez, confesó:- Es que yo comparto mi semilla con los vecinos.- Pero, ¿por qué comparte su semilla con sus vecinos, si ellos también entran al mismo concurso?, reprochó el reportero.- Verá usted, joven, dijo el agricultor mirando aquellos inmensos campos. El viento, que va de aquí par a allá y luego regresa de allá para acá, lleva el polen del maíz maduro de un sembradío a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada degradaría la calidad del mío. Si voy a sembrar buen maíz, debo ayudar a que mi vecino también lo haga.
Hermanos: El amor comienza con los que están más cerca de nosotros mismos, es con ellos con quienes hemos de empezar a compartir nuestro maíz para formar un tejido del cuerpo, donde se vive el Reino de Dios. El buen samaritano no estaba llamado a salvar a todos los moribundos; sólo a aquél que se encontró en el camino (Lc 10, 33-35). Quienes pretendan vivir bien, deben apoyar a los que están cerca de ellos. Y quienes optan por ser felices, han de contribuir a que sus hermanos y amigos encuentren la felicidad, porque la fortuna de cada uno está hipotecada al bienestar de quienes lo rodean. Los países que quieran lograr el progreso, deben promover que sus vecinos también se superen. No es construyendo bardas o muros en las fronteras como progresaremos, sino compartiendo el maíz de nuestra alegría, paz y desarrollo con los más cercanos. De esta manera vamos a crecer nosotros y vamos a crecer juntos, con mayor fuerza.
Señor Jesús, tú participaste tu divinidad con nosotros, para enseñarnos a vivir como hijos de Dios. Enséñanos a compartir nuestra humanidad con los demás; nuestros dones y carismas, nuestros bienes materiales, espirituales e intelectuales. Quiero aprender a compartir el maíz de mi tiempo, de mi capacidad de escuchar, de mi solidaridad, y también los secretos de mis éxitos y triunfos con los más cercanos a mí.No permitas, Señor, que construya bardas para defenderme, porque ellas me apartan de mis hermanos, que también son hijos tuyos.Que el viento impetuoso de tu Santo Espíritu lleve de aquí para allá y de allá para acá la riqueza de lo mejor de nosotros mismos, comenzando con los que están más cerca de nosotros mismos.
( Extractos tomado del libro "Evangelizar con Parabolas
de Jose H.Prado / REFLEXION : Luz Ma. Gaytán ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.
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