Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón (Lc 2, 51).
Guardar y meditar la Palabra en el corazón es el ejercicio por el que se unifica la mente con los labios.
Sólo la semilla que cae en tierra profunda da fruto abundante.
Acoger la Palabra en las entrañas da la posibilidad de ser fecundos.
Quien deja entrar la Palabra en su corazón, afecta su existencia y la convierte en testimonio.
Quien recibe la Palabra y la alberga dentro de sí, convive permanentemente con la fuerza y presencia divinas.
La eficacia de la actividad depende de que sea fruto de la Palabra guardada y meditada en el corazón.
Cuando se actúa desde la Palabra escuchada dentro, acontece que se actúa con libertad de corazón.
El tesoro de cada persona lo lleva escondido en su interior. Cuando se acoge la Palabra, se recibe la clave para abrir la puerta secreta donde se guarda la piedra más preciosa, el descubrimiento de ser habitados por Dios.
Recibir la Palabra en el corazón exige la unificación del ser, actitud obsequiosa ante el mejor huésped.
El corazón habitado por la Palabra siempre se encuentra acompañado y saborea la mayor experiencia consoladora.
La Palabra, cuando se la deja habitar dentro, llega a declarar el amor de Dios.
Quien acierte a recibir la Palabra en el santuario de su corazón, nunca se sentirá solo y al mismo tiempo gustará la paz interior.
Quien, por gracia, da fe a la Palabra, dejando que se introduzca en las entrañas, alcanza el anhelo más luminoso y se convierte en profecía.
Quien escucha, acoge y obedece la Palabra, alcanza el conocimiento de saberse hijo de Dios.
( ÁNGEL MORENO ).
FUENTE : www.revistaecclesia.com/
Guardar y meditar la Palabra en el corazón es el ejercicio por el que se unifica la mente con los labios.
Sólo la semilla que cae en tierra profunda da fruto abundante.
Acoger la Palabra en las entrañas da la posibilidad de ser fecundos.
Quien deja entrar la Palabra en su corazón, afecta su existencia y la convierte en testimonio.
Quien recibe la Palabra y la alberga dentro de sí, convive permanentemente con la fuerza y presencia divinas.
La eficacia de la actividad depende de que sea fruto de la Palabra guardada y meditada en el corazón.
Cuando se actúa desde la Palabra escuchada dentro, acontece que se actúa con libertad de corazón.
El tesoro de cada persona lo lleva escondido en su interior. Cuando se acoge la Palabra, se recibe la clave para abrir la puerta secreta donde se guarda la piedra más preciosa, el descubrimiento de ser habitados por Dios.
Recibir la Palabra en el corazón exige la unificación del ser, actitud obsequiosa ante el mejor huésped.
El corazón habitado por la Palabra siempre se encuentra acompañado y saborea la mayor experiencia consoladora.
La Palabra, cuando se la deja habitar dentro, llega a declarar el amor de Dios.
Quien acierte a recibir la Palabra en el santuario de su corazón, nunca se sentirá solo y al mismo tiempo gustará la paz interior.
Quien, por gracia, da fe a la Palabra, dejando que se introduzca en las entrañas, alcanza el anhelo más luminoso y se convierte en profecía.
Quien escucha, acoge y obedece la Palabra, alcanza el conocimiento de saberse hijo de Dios.
( ÁNGEL MORENO ).
FUENTE : www.revistaecclesia.com/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.
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