viernes, 30 de abril de 2010

" La medida del amor de Cristo " - Monseñor Felipe Bacarreza Rodríguez.

" La medida del amor de Cristo " - Monseñor Felipe Bacarreza Rodríguez.
Jn 13,31-35


" En la última cena, después que Judas salió a cumplir su designio de traicionar a Jesús, comenzó a desarrollarse la sucesión de hechos que llevarían a Jesús a su muerte en la cruz. Jesús sabía que este sería el desenlace y lo acepta voluntariamente. Es más, le urge ya realizarlo. Por eso dice a Judas: «Lo que vas a hacer, hazlo pronto» (Jn 13,27).

La muerte de Jesús en la cruz es su propia glorificación y también la glorificación de su Padre. Cuando Judas partió, Jesús vio su muerte ya realizada (ocurriría dentro de pocas horas) y por eso afirma: «Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él». ¿Qué relación puede haber entre un hecho tan sangriento y cruel como la crucifixión de Cristo y su glorificación? La muerte de cruz era la clase de muerte que se daba en el Imperio Romano a la gente de condición despreciable. Se entiende, entonces, la relación entre crucifixión y humillación; pero ¿en que forma puede ser una glorificación?

La respuesta a esta pregunta se debe dar en clave de amor, de amor sobrenatural, de ese amor que consiste en olvidarse de sí mismo para procurar el bien del otro. Este amor es divino; no puede encontrarse en un ser humano si no está Dios en él: «Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1Jn 4,16). Por eso la gloria de un ser humano no es la riqueza, ni el poder, ni la belleza, ni la fama, ni la fuerza física, porque todo esto es de este mundo y pasa. Aunque tenga todo eso –dice San Pablo–, «si no tengo amor, no soy nada» (1Cor 13,2). La gloria de un ser humano es el amor, porque el amor es de Dios y no pasa (cf. 1Cor 13,8). En este sentido la muerte de Cristo en la cruz es su glorificación, porque la muerte de Cristo en la cruz es el amor llevado hasta el extremo: «Los amó hasta el extremo» (Jn 13,1).

Ahora podemos comprender el mandamiento que Jesús da a sus discípulos: «Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros; que, como yo los he amado, así se amen ustedes unos a otros». ¿Es posible a un ser humano conocer la medida del amor de Cristo? No, no es posible con sus propias fuerzas; ese conocimiento es un don de Dios. Esta es la ciencia de los santos. Ellos son santos porque conocieron el amor de Cristo. San Pablo lo conoció y ruega a Dios que conceda este conocimiento también a nosotros: «Doblo mis rodillas ante el Padre... para que les conceda, según la riqueza de su gloria... conocer, junto con todos los santos, el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que se vayan llenando hasta la total Plenitud de Dios» (Ef 3,14.16.19). El amor de Cristo excede todo conocimiento humano; no es dominio de la inteligencia humana; ese conocimiento es un don de Dios. Sólo Dios puede concederlo.

Le fue concedido este conocimiento al centurión que asistió a la muerte de Cristo en la cruz. Por eso, él, en el momento de mayor oprobio de Jesús en la cruz, le reconoce su mayor título de gloria: «Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”» (Mc 15,39).

En otra ocasión Jesús nos indicó esa medida de amor asegurando a sus discípulos: «Como el Padre me amó, así los he amado yo a ustedes» (Jn 15,9). El amor con que el Padre ama al Hijo lo conoce sólo el Padre y aquel a quien el Padre se lo dé a conocer. Es necesario conocer ese amor para conocer al amor con que Cristo nos amó a nosotros y de esa manera poder cumplir plenamente su mandamiento: «Amense unos a otros como yo los he amado». Por eso, como dijimos, este mandamiento lo cumplen solamente los santos; ellos son quienes conocen el amor de Cristo. Conocía ese amor el protomártir San Esteban, quien siendo apedreado hasta ser muerto, ama sinceramente a sus verdugos y quiere el bien de ellos: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado» (Hech 7,60). Esta medida de amor, que es la del mandamiento de Cristo, es poco frecuente entre nosotros. Y, sin embargo, es este el signo distintivo del verdadero cristiano: «En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos»."

+ Felipe Bacarreza Rodríguez
Obispo de Santa María de Los Ángeles, Chile.


FUENTE : www.iglesia.cl

2 comentarios:

Blanca dijo...

Saludos,
Me atrevo a pedir que me pongan un enlace en el Blog de mi página.
Les dejo la dirección para que la visiten.

http://www.isladesentimientos.es/

Gracias por adelantado.
Blanca

marisol dijo...

La medida, no tiene medida, porque si se pudiera medir, entonces ya no seria Amor. Yo solo sé que El me ama por sobre todo lo creado y se también que yo lo amo, me da temor decirlo porque el sabe mejor que yo lo que abunda en mi corazón.