lunes, 30 de junio de 2008

LO ÚNICO QUE HAGO ES BARRER.

Lo único que hago es barrer.

Un campesino muy inculto, de edad todavía avanzada, llegó a las puertas de un monasterio. Unos monjes le recibieron en la entrada y le preguntaron:
-Buen hombre ¿En qué podemos ayudarte?
-Amigos monjes, yo soy un hombre con mucha fe y en este momento de mi vida me gustaría recibir sus enseñanzas y conseguir la serenidad.
Los monjes hablaron entre sí, al margen del recién llegado. Al comprobar su incultura pensaron que no estaba capacitado para recibir enseñanzas y mucho menos para participar en sus métodos de autodesarrollo. No obstante, como parecía un hombre de fe y buena persona, le dijeron:
-Mira, buen hombre, si lo deseas puedes quedarte en el monasterio. Vas a ser el responsable de barrerlo todos los días. Puedes quedarte aquí y no te faltará nada, tendrás alojamiento, vestido y alimento.
El hombre aceptó y, unos meses después, los monjes empezaron a ver que cada día el campesino se encontraba mas tranquilo y sereno. Su cara mostraba una semisonrisa dibujada, en sus labios y un brillo muy especial en los ojos. Transmitía una verdadera paz y equilibrio. Tanto es así que uno de los monjes le preguntó extrañado:
-Buen hombre, parece que en estos meses que llevas aquí has sufrido una gran evolución espiritual ¿Estás practicando algún método especial?
-Hermanos -respondió el hombre- lo único que hago, con mucha atención, lucidez y amor, es el trabajo que me encargaron: barrer el monasterio. Pongo toda mi atención y precisión en eso y .al barrer la basura, pienso que estoy barriendo de mí todos los rencores, engaños, codicia y odio. Y cada día soy más y más feliz".
( Autor desconocido ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

LA SABIDURÍA ES DE DIOS - MANUEL J. FERNÁNDEZ.

LA SABIDURIA ES DE DIOS
(tomado de Sabiduría del corazón, Manuel J. Fernández)

La sabiduría es DIOS. Dios es la plenitud de la sabiduría.
La sabiduría del corazón es DIOS. Gustar y saborear a Dios con el corazón. Saborear a Dios en mí y en todo. Dios es la realidad más profunda de nuestro ser y de toda la creación.
Todo tiene un "fuera" y un "dentro". Un corazón sabio percibe el "fuera" de todo y penetra hasta el "dentro" de todo, donde descubre el misterio de Dios. Un corazón sabio es contemplativo porque percibe, descubre y ama a Dios en todo y a todo en Dios.
Sabiduría del corazón, pues, no es un conocimiento intelectual, científico y reflexivo sobre Dios. No es un saber sacado de los libros y de nuestras ideas y conceptos sobre Dios.
"No el mucho saber harta y satisface al alma, sino el gustar de las cosas internamente" nos dice San Ignacio al comienzo de su experiencia de Ejercicios Espirituales. A Dios se le descubre con el saber del corazón que conoce desde la experiencia, desde el amor, desde la pobreza y la humildad. A Dios se le conoce sólo desde el corazón iluminado por el Espíritu de Dios.
La verdadera Sabiduría del corazón es el conocimiento y experiencia vital de Dios. Nuestro corazón, que está sediento y perdido muchas veces buscando en que llenarse, con que saciar su infinita sed, sólo en Dios puede encontrar la respuesta. Sólo Dios puede saciar nuestra sed de él. Sólo el amor infinito puede calmar nuestra sed de infinito amor.
Nuestro corazón esta creado a la medida de Dios. El corazón sabio es el que busca a Dios, el que encuentra a Dios, el que ama a Dios, el que abre totalmente sus puertas a Dios y se deja llenar de él.
El corazón sabio es el que descubre el secreto último de su vida, el que descubre el sentido definitivo de la existencia, el que encuentra a Dios como único sentido pleno de la vida y de la muerte, del dolor y de la alegría, del cielo y de la tierra.
El corazón sabio descubre el reino de Dios presente en la tierra: Jesús, que nos reúne y nos llama a vivir una nueva fraternidad desde su Espíritu con nosotros.
Así nos ha creado Dios. Con un corazón tan grande que pueda ser su morada. " Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14,23) Así en esa profundidad de cada hombre, Dios habita y lo llena de su Espíritu, de tal forma que juntos, en comunión de un mismo Espíritu, podamos hacer presente el reino de Dios.
Dios en nuestro corazón; Dios en el corazón de cada criatura, Dios en el corazón de cada hombre. Ése es el misterio de la realidad que Jesús nos revela y nos llama a descubrir, vivir y extender: el reino de Dios en el corazón de cada hombre, el reino de Dios en la fraternidad universal de todos los hombres.
Así, esta sabiduría del corazón nos lleva a ser contemplativos en la vida, en la acción, en la convivencia, en todo... Ahí es donde se vive, se experimenta, y se hace realidad nuestra dimensión contemplativa.
Nunca será posible ser contemplativos en la oración si no se es en la acción, ni tampoco será uno contemplativo en la vida si no lo es en la oración. el hombre, todo entero y en todas partes, es el que se ha dejado transformar por Dios y se ha dejado modelar por él, por la sabiduría de su Espíritu. Es Dios el que ha transformado nuestro corazón de piedra en uno de carne, a la medida del mismo amor de Jesús: humano y divino.
El hombre vive perdido y solo.
El hombre vive encerrado en su pequeño mundo, entre angustias e ilusiones. El hombre vive inseguro y con miedo cuando permanece solo y dolorido por las heridas de la vida.
El hombre vive sin sentido, sin rumbo fijo, sin camino, entretenido por sus sueños, cuando está cerrado y ciego a un horizonte infinito.
El hombre vive solo, en una soledad muerta, sin vida, sin amor, sin jugo en su corazón.
El hombre vive perdido y solo...
"Perder su corazón y no intentar encontrarlo, ¡qué desdicha! Uno pierde una gallina o un perro y sale a buscarlo. Sin embargo, uno pierde su corazón y no lo busca. El camino de la sabiduría consiste en buscar el propio corazón perdido, no hay otro"
Un gran paso de crecimiento es encontrarse con Dios. Descubrir que nuestra vida tiene sentido cuando se abre una dimensión total e infinita, eterna y definitiva en el encuentro con Dios. Saber que nuestra vida no acaba en los estrechos parámetros de nuestra pequeñez y limitación, en nuestros pequeños espacios y en el ritmo rápido de nuestro reloj.
Nuestra vida tiene otro espacio y otro tiempo, tiene otra solidez y profundidad, tiene otro horizonte y amplitud: Dios. El espacio y el tiempo de Dios, el horizonte y la infinitud de Dios, la plenitud y la eternidad de Dios.
No es poco, pues, sino un elevado grado de maduración encontrarse con Dios, descubrir en medio de nuestra vida la vida de Dios, en medio de la superficialidad de nuestra vida la hondura de Dios, descubrir en la estrechez de nuestras prisas la eternidad de Dios... Sin duda es una gran sabiduría descubrir que existe una plenitud, Dios, en la misma realidad de nuestra pequeña vida cotidiana.
Pero hay algo más. Ese Dios es amor. Dios es nuestro creador y Señor, nuestro Padre y protector. Dios no está lejano y distante, frío e indiferente ante tú y yo.
Un grado mayor de nuestra relación con Dios es saberse amado por él, descubrir que Dios no es indiferente ante cada uno de nosotros, sino que me envuelve con su amor y misericordia. Puedo sentirme amado, aceptado, cuidado y protegido siempre por Dios-Padre, puedo saber siempre en manos de Dios.
Pero hay más. Puede haber más entre tú y Dios. Puede haber una amistad. Sí, una profunda amistad. Dios nos invita al dialogo y a la intimidad. "A vosotros los he llamado amigos, porque todo lo que he oido a mi Padre os lo he dado a conocer" (Jn 15,15b), les decía Jesús a sus discípulos en ese momento de testamento, despedida y sacrificio, de confidencia íntima en las horas supremas de dolor y amor.
Sí, somos amigos de Dios, porque nos abre su corazón e intimidad, porque nos abre los secretos de su amor y nos da de gustar la sabiduría de su Espíritu. Jesús nos abre las puertas al misterio de la sabiduría de Dios.
Ante esta iniciativa no caben discursos, ni reflexiones, ni explicaciones lógicas, ni programas de conquistas... Solo cabe el asombro cuando se ha sentido en el corazón. Sólo cabe el estremecimiento y la gratitud. Sólo caben lagrimas de gozo y desconcierto. Sólo cabe abrir nuestro corazón, humildemente agradecido, para que el señor entre cuando quiera y como quiera...Sólo cabe un "Sí, gracias Señor".
"Mira que estoy a la puerta y llamo" Escúchalo, una y otra vez... Deja que esas palabras calen esas palabras de Dios en el "hondón" de tu alma. Deja que tu corazón se contagie de la sabiduría de Dios. Deja que el fuego de su Espíritu encienda tu corazón con su amor. Porque sólo así podremos lanzarnos a la suprema aventura de nuestra vida: abrir las puertas de nuestro corazón a Dios.
"Si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo". Ahí esta el secreto y la sabiduría de nuestro corazón. Abrirle las puertas a Dios. Dios nos busca y nos invita a vivir en amistad con él. Dios quiere hospedarse en nuestra casa, sentarse a nuestro lado y compartir nuestra cena nuestra vida.
María oyó esta invitación de Dios a ser un hogar para su Hijo Jesús. Su sí total y definitivo hizo posible la encarnación de Dios, la presencia de Jesús en nuestra tierra. Su sí total y pleno hizo posible la presencia del reino de Dios entre los hombres y el nacimiento de una nueva fraternidad universal con el mismo Espíritu de Jesús.La mayor aventura de nuestra vida es responder a la invitación de Dios, como María, con un sí total y definitivo a la amistad que nos brinda: hacer nuestra vida un camino de crecimiento y maduración en nuestra amistad con Dios.

ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

¿ QUÉ ES EL HOMBRE ?.


¿Qué es el hombre?. Nada sin tu amor.
Que acojamos ese amor que nos das cada día,
para poderlo dar a nuestros hermanos y
así vayamos haciendo una vida más humana,
donde se respire tranquilidad y libertad.
( Autor desconocido ).

ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

¡ SEÑOR, QUE TE VEA !

¡SEÑOR, QUE TE VEA! (Lc, 18, 41).
Cuando me pongo a orar, mi Señor,
s
iento tu presencia amorosa y,
sin embargo,
todavía sigo echando de menos el poder verte cara a cara,
sé que mi fe es quebradiza, pero te amo, y necesito verte,
oh Señor, cura mi ceguera, dame unos ojos limpios para descubrirte
entre las mil sombras de la vida.
Señor, soy como el ciego de Jericó,
yo también necesito el milagro de la fe.
( Autor desconocido ).

ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

EL NIÑO Y EL PATO.

El niño y el pato.
Había un pequeno niño visitando a sus abuelos en su granja. El tenía una honda (resortera) con la que jugaba todo el día. Practicaba con ella en el bosque pero nunca daba en el blanco. Un poco desilusionado, regreso a casa para cenar. Al acercarse a casa, divisó al pato mascota de la abuela. Sin poder contenerse, tomó su honda y le pegó al pato en la cabeza y lo mató.

Estaba triste y espantado, así que escondió el cadaver del pato en el bosque. Pero se dió cuenta que su hermana Lucrecia lo estaba observando. Sin embargo, ella no dijo nada. Después de comer, la abuela dijo: <> Pero Lucrecia dijo: <> Entonces sin decir nada, Pedro lavo los platos.

Al dia siguiente, el abuelo preguntó a los niños si querían ir de pesca, y la abuela dijo: <> Lucrecia con su sonrisa dijo:

<¿ Recuerdas lo del pato?> Entonces Lucrecia fue a pescar y Pedro se quedó.

Transcurridos muchos días en que Pedro estaba haciendo sus propias tareas y las de Lucrecia, finalmente ,él no pudo más. Fue donde la abuela y le confesó que había matado al pato. Ella se arrodilló, le dio un gran abrazo y le dijo: <>.
¡ Qué liberación la de Pedro al decidir confesarle la verdad a su abuelita!,
hoy tu también tienes esa oportunidad.

¿ Hasta cuándo permitirás que tus pecados sin confesar te mantengan esclavo?

( Autor Desconocido ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

domingo, 29 de junio de 2008

DICHOS.


" Ser cristiano es ser contemporáneo de Jesús. "
( Kierkegaard ).

ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

TODO ESTO DESEO.

Todo esto deseo.Que mi oído esté atento a tus susurros.
Que el ruido cotidiano no tape tu voz.
Que te encuentre,y te reconozca y te siga.
Que en mi vida brille tu luz.
Que mis manos estén abiertas para dar y proteger.
Que mi corazón tiemble con cada hombre y mujer que padecen.
Que acierte para encontrar un lugar en tu mundo.
Que mi vida no sea estéril.
Que deje un recuerdo cálido en la gente que encuentre.
Que sepa hablar de paz, imaginar la paz, construir la paz.
Que ame, aunque a veces duela.
Que distinga en el horizonte las señales de tu obra.
Todo esto deseo, todo esto te pido, todo esto te ofrezco, Padre.
( José M. R. Olaizola ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

SAN PABLO - SELECCIÓN DE CITAS BÍBLICAS.

San Pablo - Selección de citas bíblicas :
I Corintios 12, 4-7
4Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; 5diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; 6diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos. 7A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común».

I Corintios 12, 13
«13Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu».

I Corintios 15, 26
«26El último enemigo en ser destruido será la Muerte».

II Corintios 4, 11
«11Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal».

II Corintios 5, 20
«20Somos, pues, embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!».

II Corintios 9, 6
«6Mirad: el que siembra con mezquindad, cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará también en abundancia».

II Corintios 11, 30
«30Si hay que gloriarse, en mi flaqueza me gloriaré».

II Corintios 12, 10
«10Por eso me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte».

Colosenses 1, 18
«18El es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia: El es el Principio, el Primogénito de entre los muertos, para que sea él el primero en todo».

Colosenses 2, 12
«12Sepultados con él en el bautismo, con él también habéis resucitado por la fe en la acción de Dios, que resucitó de entre los muertos».

Colosenses 3, 2
«2Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra».

Colosenses 3, 9-10
«9No os mintáis unos a otros. Despojaos del hombre viejo con sus obras, 10y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador».

Colosenses 3, 14
«14Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección».

Efesios 2, 19
«19Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios».

Efesios 5, 8
«8Porque en otro tiempo fuisteis tinieblas; mas ahora sois luz en el Señor. Vivid como hijos de la luz».

Filipenses 2, 5
«5Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo».

Gálatas 2, 19
«19En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado».

Gálatas 2, 20
«20Y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí».

Gálatas 4, 6
«6La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abbá, Padre!».

Gálatas 5, 1
«1Para ser libres nos libertó Cristo. Manteneos, pues, firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud».

Gálatas 6, 14
«14En cuanto a mí ¡Dios me libre gloriarme si nos es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!».

Romanos 5, 3-5
«3Más aún; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; 4la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, 5y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado».

Romanos 8, 12
«12Así que, hermanos míos, no somos deudores de la carne para vivir según la carne, 13 pues, si vivís según la carne, moriréis. Pero si con el Espíritu hacéis morir las obras del cuerpo, viviréis».

I Tesalonicenses 4, 7
«7Pues no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad».

II Timoteo 1, 8
«8No te avergüences, pues, ni del testimonio que has de dar de nuestro Señor, ni de mí, su prisionero; sino, al contrario, soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio, ayudado por la fuerza de Dios».

II Timoteo 2, 11
«11Es cierta esta afirmación: Si hemos muerto con él, también viveremos con él».

II Timoteo 4, 2
«2Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina».
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

sábado, 28 de junio de 2008

HOMILÍA DEL PAPA BENEDICTO XVI EN LA APERTURA DEL AÑO PAULINO 2.008 - 2.009.

Homilía del Papa Benedicto XVI en la apertura del Año Paulino 2.008 - 2.009.
Santidad y delegados fraternos
Señores cardenales,venerados
hermanos en el Episcopado y en el Sacerdocio,
Queridos hermanos y hermanas,

Estamos reunidos ante la tumba de san Pablo, quien nació, hace dos mil años, en Tarso de Cilicia, en la actual Turquía. ¿Quien era este Pablo? En el templo de Jerusalén, frente a la multitud agitada que quería matarlo, el se presenta a sì mismo con estas palabras: «Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la Ley de nuestros padres; estaba lleno de celo por Dios…. Al final de su camino dirá de sí: “yo he sido constituido heraldo y apóstol, maestro de los gentiles en la fe y en la verdad. Maestro de los gentiles, apóstol y pregonero de Jesucristo, así él se caracteriza a sí mismo en una mirada retrospectiva del recorrido de su vida. Pero con ello, la mirada no va sólo hacia el pasado. “Maestro de los gentiles- esta palabra se abre hacia el futuro, hacia todos los pueblos y todas las generaciones. Pablo no es para nosotros una figura del pasado, que recordamos con veneración. Él es también nuestro maestro, apóstol y anunciador de Jesucristo también para nosotros.


Por lo tanto, estamos reunidos no para reflexionar sobre una historia pasada, irrevocablemente superada. Pablo quiere hablar con nosotros, hoy. Por esto he querido convocar este especial “Año paulino”: para escucharlo y tomar ahora de èl, como nuestro maestro, en la fe y la verdad, en la cual están radicadas las razones de la unidad entre los discípulos de Cristo. En esta perspectiva he querido encender, para este bimilenario del nacimiento del Apóstol, una especial “Llama paulina”, que permanecerá encendida durante todo el año, en un especial bracero colocado en el pórtico de la basílica. Para solemnizar esta recurrencia he inaugurado también la llamada “Puerta Paulina”, a través de la cual he entrado en la basílica acompañado por el patriarca de Constantinopla, el cardenal Arcipreste y por otras autoridades religiosas.


Es para mi motivo de una íntima alegría que la apertura del Año paulino asuma un particular carácter ecuménico por la presencia de numerosos delegados y representantes de otras iglesias y Comunidades eclesiales, que acojo con el corazón abierto. Saludo en primer lugar a Su santidad el patriarca Bartolomé I y a los miembros de la delegación que los acompaña, así como al nutrido grupo de laicos de varias partes del mundo que han venido a Roma para vivir con Él y con todos nosotros estos momentos de oración y de reflexión. Saludo a los Delegados Fraternos de las Iglesias que tienen un vínculo particular con el apóstol Pablo- Jerusalén, Antioquia, Chipre, Grecia- y que forman el ambiente geográfico de la vida del Apóstol antes de su llegada a Roma. Saludo cordialmente a los Hermanos de las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales de Oriente y de Occidente, junto a todos ustedes he querido tomar parte de este solemne inicio del Año dedicado al Apóstol de los gentiles.


Estamos, entonces, reunidos para interrogarnos sobre el gran Apóstol de los gentiles. Nos preguntamos, no solo: ¿Quién era Pablo? Nos preguntamos sobretodo: ¿Quién es Pablo?, ¿Qué me dice? En esta hora, del inicio del Año paulino que estamos inaugurando, quisiera elegir de del rico testimonio del Nuevo testamento tres textos, en los cuales aparece su fisonomía interior, lo específico de su carácter. En la Carta a los Gálatas, él nos ha donado una profesión de fe muy personal, en la cual abre su corazón frente a los lectores de todos los tiempos y revela cual es el resorte más íntimo de su vida “Vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí”. Todo aquello que hace Pablo, parte de este centro. Su fe es la experiencia del ser amado por Jesucristo de manera totalmente personal; es la conciencia del hecho que Cristo ha enfrentado la muerte no por algo anónimo, sino por amor a él- a Pablo- y que, como resucitado, lo ama todavía, que Cristo se ha donado por él. Su fe es el ser alcanzado por el amor de Jesucristo, un amor que lo perturba hasta lo más íntimo y lo transforma. Su fe no es una teoría, una opinión sobre Dios o sobre el mundo. Su fe es el impacto del amor de Dios sobre su corazón. Y así, esta misma fe es amor por Jesucristo.


Por muchos, Pablo es presentado como un hombre combativo que sabe manejar la espada de la palabra. De hecho, sobre su camino de apóstol no faltaron las disputas. No buscó una armonía superficial. En su primera carta, aquella dirigida a los tesalonicenses, el mismo dice: “tuvimos la valentía de predicaros el Evangelio de Dios entre frecuentes luchas….Nunca nos presentamos, bien lo sabéis, con palabras aduladoras, ni con pretextos de codicia..”. La verdad era para él demasiado grande para estar dispuesto a sacrificarla en vista de un éxito exterior. La verdad que había experimentado en el encuentro con el Resucitado ameritaba para él la lucha, la persecución, el sufrimiento. Pero lo que lo motivaba en lo más profundo, era el ser amado por Jesucristo y el deseo de transmitir a otros este amor. Pablo era alguien capaz de amar, y todo su obrar y sufrir se explica a partir de este centro. Los conceptos fundados en su anuncio se comprenden únicamente en base a esto. Tomemos solamente una de sus palabras claves: la libertad. La experiencia del ser amado hasta el final por Cristo le había abierto los ojos sobre la verdad y sobre el camino de la existencia humana –esa experiencia abrazaba todo. Pablo era libre como hombre amado por Dios que, en virtud de Dios, estaba en capacidad de amar junto con Él. Este amor es ahora la “ley” de su vida y justamente así es la libertad de su vida. Él habla y actúa movido por la responsabilidad del amor, el es libre, y dado que es uno que ama, el vive totalmente en la responsabilidad de este amor y no toma la libertad como pretexto para el albedrío y el egoísmo. En el mismo espíritu Agustín ha formulado la frase luego famosa: ama y has lo que quieras. Quien ama a Cristo como lo ha amado pablo, puede verdaderamente hacer lo que quiere, porque su amor está unido a la voluntad de Cristo, y por ende, a la voluntad de Dios; porque su voluntad está anclada en la verdad y porque su voluntad no es más que simplemente su voluntad, arbitrio de su yo autónomo, sino que está integrada a la libertad de Dios y de ella recibe el camino que recorrer.


En la búsqueda de la fisonomía interior de San Pablo, quisiera, en segundo lugar, recordar la palabra que Cristo resucitado le dirige sobre el camino de damasco. Antes el Señor le pregunta: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?» El respondió: «¿Quién eres, Señor?» Y le es dada la respuesta: «Yo soy Jesús, a quien tú persigues”.Persiguiendo a la Iglesia, Pablo persigue al mismo Jesús. “Tu me persigues”. Jesús se identifica con la Iglesia en un solo sujeto. En esta exclamación del resucitado, que transformó la vida de Saúl, en el fondo está contenida toda la doctrina sobre la Iglesia como Cuerpo de Cristo. Cristo no se ha retirado en el Cielo, dejando sobre la tierra una secuela de seguidores que llevan adelante su causa. La Iglesia no es una asociación que quiere promover una cierta causa. En ella no se trata de una causa. En ella se trata de la persona de Jesucristo, que también como Resucitado permaneció “carne”. Él tiene carne y huesos”, lo afirma en Lucas el Resucitado frente a los discípulos que lo habían considerado un fantasma. Èl tiene un cuerpo. Está personalmente presente en la Iglesia, “Cabeza y Cuerpo” forman un único sujeto, diría Agustín. “¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?, escribe pablo a los Corintios. Y agrega: como según el Libro del Génesis, el hombre y la mujer se hacen una sola carne, así Cristo con los suyos se hace un sólo espíritu, un único sujeto en el mundo nuevo de la resurrección. En todo esto, se visualiza el misterio eucarístico, en el cual Cristo dona continuamente su Cuerpo y hace de nosotros su Cuerpo: “el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan”. Con estas palabras se dirige a nosotros, en este momento, no sólo Pablo, mas el Señor mismo: ¿Cómo habéis podido lacerar mi Cuerpo? Frente al rostro de Cristo, esta palabra se convierte al mismo tiempo en una petición urgente: Vuelve a juntarnos de todas las divisiones. Haz que hoy se haga nuevamente realidad: Hay un sólo pan, por lo tanto, nosotros, a pesar de ser mucho, somos un sólo cuerpo. Para pablo la palabra Iglesia como Cuerpo de Cristo no es un parangón cualquiera. Va mucho más allá de un parangón. “¿Por qué me persigues?. Continuamente Cristo nos atrae hacia su Cuerpo, edifica su Cuerpo a partir del centro eucarístico, que para Pablo es el centro de la existencia cristiana, en virtud del cual todos, como también cada individuo puede de manera totalmente personal experimentar: Él me ha amado y ha se ha dado por mí.


Quisiera concluir con una palabra tardía de San Pablo, una exhortación a Timoteo desde la prisión, frente a la muerte. “Soporta conmigo los sufrimientos por el Evangelio” dice el Apóstol a su discípulo. Esta palabra, que está al final de los caminos recorridos por el apóstol como un testamento, nos lleva hacia atrás, al comienzo de su misión. Mientras, después del su encuentro con el resucitado, pablo se encontraba ciego en su habitación en Damasco, Anania recibió el encargo de ir donde el perseguidor temido e imponerle las manos, para que recuperara la vista. A la objeción de Anania que este Saúl era un perseguidor peligroso de los cristianos, le es dada la respuesta: Este hombre debe llevar mi nombre ante los gentiles, los reyes y los hijos de Israel. Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre”. El encargo del anuncio y la llamada al sufrimiento por Cristo van inseparablemente juntas. La Llamada a ser el maestro de las gentes es al mismo tiempo e intrínsecamente una llamada al sufrimiento en la comunión con Cristo, que nos ha redimido mediante su Pasión. En un mundo en el que la mentira es potente, la verdad se paga con el sufrimiento. Quien quiere esquivar el sufrimiento, tenerlo alejado de sí, tiene alejada la vida misma y su grandeza; no puede ser servidor de la verdad y así servidor de la de. No hay amor sin sufrimiento, sin el sufrimiento de la renuncia de sí mismos, de la transformación y purificación del yo por la verdadera libertad. Allí donde no hay nada que valga que por ello se sufra, también la misma vida pierde su valor. La eucaristía –el centro de nuestro ser cristianos- se funda en el sacrificio de Jesús por nosotros, ha nacido del sufrimiento del amor que en la Cruz encontró su culmen. Nosotros vivimos de este amor que dona. Eso nos da la valentía y la fuerza de sufrir con Cristo y por él, de este modo, sabiendo que justamente así nuestra vida se hace grande, madura y verdadera. A la luz de todas las cartas de san Pablo vemos como en su camino de maestro de las gentes se ha cumplido la profecía de ananay en la ora de la llamada: “Yo le mostraré todo lo que tendrá que padecer por mi nombre”. Su sufrimiento lo hace creíble como maestro de verdad, que no busca su propio provecho, la propia gloria, el placer personal, mas se empeña pro Aquel que nos ha amado y nos se ha dado a sí mismo por todos nosotrosEn esta hora en la que agradecemos al Señor, porque ha llamado a Pablo, haciéndolo luz de las gentes y maestro de todos nosotros, oramos: Danos también hoy el testimonio de la resurrección, tocado por tu amor y capaces de llevar la luz del Evangelio en nuestro tiempo. San Pablo ora por nosotros. Amén.
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

LA SOLEDAD DE UN ANCIANO.

LA SOLEDAD DE UN ANCIANO.

Sentado en una banqueta, con los pies descalzos sobre las baldosas rotas de la vereda, su gorra marrón ya gastada, su bigote blanco y sus arrugadas manos sosteniendo un bastón viejo de madera, cuyo mango estaba envuelto con un trapo blanco lleno de las marcas propias del uso de años; sus pantalones, que arremangados dejaban libres sus pantorrillas, una camisa blanca con flecos del tiempo, mal abotonada, y un chaleco de lana, tejido seguramente a mano; miraba la nada, desde la precisa y envidiable perspectiva que da la experiencia.
El viejo lloró, y en su única lágrima expresó tanto, que me fue muy difícil acercarme, preguntarle, o siquiera consolarlo. Por enfrente de su casa pasé mirándolo y al cambiar su mirada fijándola en mí, le sonreí y lo saludé con un gesto, aunque no crucé la calle; es que no me animé, pues no lo conocía y si bien entendí, que en la mirada de aquella lágrima demostraba una gran necesidad, seguí mi camino, sin lograr convencerme que hacía lo correcto.
En mi camino guardé esa imagen fundida en mis recuerdos; su mirada que encontró la mía en el infinito de la nada, ese lugar donde no se encuentran más que decepciones, ya que inmediata e imperdonablemente le había negado aquellas imperiosas respuestas.Traté de olvidarme. Caminé rápido, como escapándome. Compré un libro y al llegar a casa comencé a leerlo, esperando que el tiempo borrara esa presencia... "Los viejos no lloran así por nada", me dije.
Esa noche me costó dormir, pues la conciencia no entiende de horarios y decidí que a la mañana del día siguiente volvería a la casa, y conversaría con él, tal como entendí me lo había pedido; y luego de vencer mi pena, logré dormirme. Muy temprano desperté aquel día y como si fuera hoy, recuerdo, preparé un termo con café, compré panecillos y muy deprisa fui a la casa, convencido que tendríamos mucho para conversar.
Golpeé la puerta, y una voz muy rasposa me indicaba que en segundos sería atendido. Luego de abrir, con el necesario esfuerzo para que las rechinantes bisagras cedieran. Salió otro hombre.
- ¿Qué desea?- Preguntó, mirándome con un gesto adusto.
- Busco al anciano que vive en esta casa.- Contesté.
- Mi padre murió ayer por la tarde- Dijo entre lágrimas.
- ¡Murió!- Dije decepcionado. Las piernas se me aflojaron, la mente se me nubló y los ojos se me humedecieron.
- ¿Usted quien es?- Volvió a preguntar.
- En realidad nadie- Contesté y agregué- Ayer pasé por la puerta de su casa y estaba su padre sentado, vi que lloraba y a pesar de que lo saludé no me detuve a preguntarle qué le sucedía, pero hoy volví para hablar con él, aunque veo que es tarde.
- Usted es la persona de quien hablaba en su diario.- dijo.
Extrañado por lo que me decía, lo miré pidiéndole me explicara.
- Por favor, pase- Me dijo aún sin contestarme.
Luego de servir un poco de café, me llevó hasta donde estaba su diario, y leyó algo de la última hoja:
- "Hoy me regalaron una sonrisa plena, y un saludo amable... hoy es un día bello".
Tuve que sentarme, fue difícil de digerir aquello. Me dolió el alma de sólo pensar lo importante que hubiera sido para ese hombre que yo cruzara aquella calle.
Me levanté lentamente y al mirar al hombre. Le dije:
- Si yo hubiera cruzado de verdad y hubiera conversado unos instantes con su padre...
Pero me interrumpió y con los ojos humedecidos de llanto dijo:
- Si yo hubiera venido a visitarlo al menos una vez este último año, quizás su saludo y su sonrisa no habrían significado tanto.
FUENTE : www.luzysabiduria.com/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

DOS PERSONAS PARA DIOS : PEDRO Y PABLO.

DOS PERSONAS PARA DIOS :SANTOS PEDRO Y PABLO
( Javier Leoz ).


Pedro, piedra sobre la que edificó el Señor
Pablo, altavoz por el que irrumpió el Señor
Pedro, piedra que se desgajó en tres negaciones
Pablo, piedra que se rompió camino de Damasco

Pedro, hombre primario, impetuoso y fiel
Pablo, hombre elocuente e inteligente
Pedro, pescador y hombre sencillo
Pablo, guerrero e incisivo

Pedro, arrepentido ante el Maestro
Pablo, convertido en un inolvidable camino
Pedro, enamorado de Cristo
Pablo, entusiasta de la expansión del Evangelio

Nunca, dos personas tan diferentes,
dieron tan afinado acorde a la vez: CRISTO
Por El, con El y en El sellaron sus vidas de idéntica manera
y en distinta forma: con el martirio
Por El, con El y en El depositaron sus esperanzas y sus esfuerzos
sus ilusiones y sus esperanzas
Por El, con EL y en El, estimaron todo basura comparado
con el secreto que habían descubierto

Nunca, dos personas tan diferentes,
se unieron con un mismo criterio y con un gran ideal: CRISTO
Desde entonces para los cristianos, Pedro y Pablo,
Son columnas de esa gran iglesia que, contra viento y marea,
siguen presentando al mundo lo que fue medular en ellos: CRISTO
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

martes, 24 de junio de 2008

ES DIOS.

ES DIOS.

¿Alguna vez sentiste el deseo de hacer una cosa agradable por
alguien a quién le tienes cariño?
ES DIOS
que te habla a traves del Espíritu Santo.

¿Alguna vez sentiste tristeza y soledad, aunque alguien cercano
esté a tu lado?
ES DIOS
que te escoge por medio de Jesucristo.

¿Alguna vez pensaste en alguien que te es querido y no ves hace
mucho tiempo, y de repente aparece esa persona?
ES DIOS,
¡ porque la casualidad no existe!

¿Alguna vez recibiste algo maravilloso que no habías pedido?
ES DIOS
que conoce bien los secretos de tu corazón.

¿Alguna vez estuviste en una situación muy problemática sin tener la
menor idea de como resolverla y de repente la solución aparece?
ES DIOS
que toma nuestros problemas en Sus Manos.

¿Alguna vez sentiste una inmensa tristeza en el alma y de repente
como si un bálsamo fuese derramado aparece una paz inexplicable que
invade todo tu ser?
ES DIOS
que te consuela con un abrazo y te da esperanza.

¿Alguna vez te sentiste tan cansado de la vida, a punto de querer
morir... y de repente un día, sientes que tienes la fuerza
suficiente para continuar?
ES DIOS
que te cobija en sus Brazos y te da descanso.

Todo es mejor cuando...
¡ES DIOS QUE ESTÁ AL FRENTE DE TODO !.

( Autor desconocido ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

SAN JUAN BAUTISTA : UNA VIDA PARA LA MISIÓN.

SAN JUAN BAUTISTA: UNA VIDA PARA UNA MISIÓN.


El 24 de junio es la solemnidad litúrgica de San Juan Bautista, el precursor del Señor. Se trata de una popular fiesta, insertada asimismo en la cultura y en la tradición popular, cuajada de símbolos y de gestos de luz y de vida en el arranque mismo del verano.
Juan Bautista fue un hombre enviado por Dios, que vino a dar testimonio de la luz y a preparar para el Señor un pueblo bien dispuesto. Su vida entera, toda ella, desde su concepción y nacimiento y hasta su martirio está envuelta en el misterio de la gracia y de la Providencia. Juan Bautista nació y vivió para cumplir una misión bien concreta y bien específica. Su historia es la historia de una predilección y de un servicio: preparar los caminos del Señor, preparar a Jesucristo un pueblo bien dispuesto. El fue escogido entre todos los profetas para mostrar a las gentes el Cordero que quita el pecado del mundo. El bautizó en el Jordán al Autor del Bautismo y el agua viva –como rezamos en el prefacio de la misa de hoy- tiene desde entonces poder de salvación para los hombres. Juan Bautista con su concepción, con su nacimiento, con su vida y con su muerte martirial fue el precursor, el anunciador y el testigo primero del nacimiento, vida y muerte también martirial de Jesucristo. Es, por ello, el mayor de los nacidos de mujer y su nacimiento –que hoy conmemoramos- fue y es motivo de alegría para muchos.


Las lecciones de un santo portentoso :
Por ello, al acercarnos a la figura de San Juan Bautista, hemos de aprender de él varias lecciones. La primera es saber que nuestra vida, que toda vida humana, tienen sentido, son queridas y elegidas por Dios para cumplir una misión y para la salvación. Obviamente no se trata de la misma misión de Juan. Pero en él y en su misión todos tenemos mucho que aprender.
En segundo lugar, el ejemplo de Juan Bautista, su reciedumbre, su austeridad, su espíritu de oración y de penitencia, de integridad y su radical fidelidad a la misión asignada han de ser igualmente para nosotros todo un referente y un modelo. La vida del cristiano ha de estar siempre en permanente y orante escucha de la Palabra, ha de ser sobria, humilde –“El tiene que crecer y yo tengo que menguar”-, austera, íntegra, coherente, sacrificada, testimoniante y abierta al don de uno mismo por la causa de Jesucristo y de su Evangelio.
( Jesús de las Heras, director de " Revista Ecclesia " ).

FUENTE :
www.revistaecclesia.com/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

lunes, 23 de junio de 2008

EL RÍO CONGELADO.

El Río Congelado.

Un viajero muy cansado llego a la orilla de un río. No había un puente por el cual se pudiera cruzar. Era invierno y la superficie del río se hallaba congelada. Oscurecía y deseaba llegar pronto al pueblo que se encontraba a poca distancia del río, mientras hubiera suficiente luz para distinguir el camino.

Llegó a preguntarse si el hielo sería lo suficientemente fuerte para soportar su peso. Como viajaba solo y no había nadie más en los alrededores, una fractura y caída en el río congelado significaría la muerte; pero pasar la noche en ese hostil paraje representaba también el peligro de morir por hipotermia.

Por fin, después de muchos titubeos y miedos, se arrodilló y comenzó, muy cauteloso, a arrastrarse por encima del hielo. Pensaba que, al distribuir el peso de su cuerpo sobre una mayor superficie, sería menos probable que el hielo se quebrara bajo su peso. Despues de haber recorrido la mitad del trayecto en esta forma lenta y dolorosa, de pronto escuchó el sonido de una canción detrás de sí.

De la noche salió un carruaje tirado por cuatro caballos, lleno de carbón y conducido por un hombre que cantaba con alegría mientras iba en su despreocupado camino.
Allí se encontraba nuestro temeroso viajero, arrastrándose con manos y pies, mientras, a su lado, como un viento invernal, pasaba el alegre y confiado conductor con su carruaje, caballos y pesada carga por el mismo río.

Esta historia nos ilustra como muchas personas pasan por las dificultades que les presenta la vida:

Unos se quedan en la orilla de la indecisión, incapaces de decidir que camino tomar. Otros prefieren permanecer allí, tratando de reunir suficiente valor para llegar al otro lado del problema en que se encuentran. Algunas personas se arrastran en la vida por temor a que las dificultades se les vuelvan adversas ( se les rompa el hielo). Su fe no es lo bastante fuerte para sostenerlos de pie en medio de la adversidad. Existen los que van silbando por el camino. Saben en quien tienen puesta su confianza y su fe es inquebrantable.

Mi querido amigo, cuando se te presenten por la vida, ríos de adversidades, no debes temer, ni arrastrarte por la vida. Dios nos ha prometido ayuda y con ésta, podemos enfrentar la dificultad y llegar con seguridad al otro lado. Ya San Pablo nos lo decía:
" Fiel es Dios que nunca nos va a dejar ser tentados más allá que nuestras propias fuerzas. Sino que junto con la prueba, nos dará la fortaleza para poder resistir."
( Autor Desconocido ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

ORACIÓN - ANTONIO LÓPEZ BAEZA.


Si no busco el poder,
ningún poderoso podrá hacerme daño.
Si no ambiciono riquezas,
jamás me sentiré amenazado por la miseria.
Si no corro tras los honores,
convertiré toda humillación en humildad.
Si no me comparo con nadie,
seré feliz con lo bueno que hay en mí mismo.
Si no me dejo invadir por la prisa,
encontraré tiempo para todo lo necesario.
Si no soy esclavo de la eficacia,
daré el fruto que los demás esperan de mí.
Si no me enredo en la competitividad,
entraré en comunión con lo bueno que hay en todo.
Si vivo a fondo el momento presente,
seré dueño absoluto del pasado y del futuro.
Si acepto el fracaso de mi vida,
habré librado mi vida de toda frustración
Si vivo para el AMOR,
el AMOR estará siempre vivo para mí.
( Antonio López Baeza ).
FUENTE : www.pastoralsj.org/
ENVIÓ :PATRICIO GALLARDO VARGAS.

domingo, 22 de junio de 2008

EL SENTIDO DE LA VIDA.

El sentido de la vida.


Vivir es llegar a donde todo comienza;
amar es ir a donde nada termina.
Vive como si fuera temprano,
reflexiona como si fuera tarde,
siente lo que dices con cariño,
dí lo que piensas con esperanza,
piensa lo que haces con fe,
haz lo que debes con amor.
La vida revela la verdad,
la verdad nos ilumina el camino,
el camino nos conduce a amar,
el amor nos hace vivir.
La razón del amar la encontramos viviendo;
el sentido de vivir lo encontramos amando.
( Autor desconocido ).
FUENTE :
www.masalto.com/oque/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.


sábado, 21 de junio de 2008

SEÑOR, COMO TÚ QUIERAS... - BEATO RUPERT MAYER SJ.


Señor, como Tú lo quieras, así ocurrirá.
Y como Tú lo quieras, así también lo desearé yo.
Ayúdame a entender de verdad tu voluntad.
Señor, lo que Tú quieras, eso es lo que escogeré.
Y lo que Tú quieras, esa es mi ganancia.
Me basta y me es suficiente saber que soy todo tuyo.
Señor, porque Tú lo quieres, por eso mismo eso es bueno.
Y porque Tú lo quieres, por eso tengo ánimos.
Mi corazón descansa en tus manos.
Señor, cuando Tú lo quieras, ese será el momento adecuado.
Y cuando Tú lo quieres, yo estoy dispuesto. Hoy y en toda la eternidad.
Beato Rupert Mayer, SJ
(1876-1945)(perseguido por el nazismo).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

UN TESORO EN VASOS DE BARRO - HNO MARTÍN CORREA, OSB.

Un tesoro en vasos de barro
Llevamos un tesoro en vasos de barro (2 Cor 4, 7).






“Así dice Yahveh tu creador, Jacob, tu plasmador, Israel. No temas que yo te he rescatado, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío... eres precioso a mis ojos... y yo te amo” (Is 43, 1-4).
En la medida que nos vemos en los ojos de Dios y damos la bienvenida a esta vida que es puro don, nos encontramos valiosos y deseamos compartir el gozo de esta verdad con los demás: El Señor nos ama.
Sin embargo, a pesar de saber esta maravilla, no cesamos de alejarnos de la fuente de la vida y de la luz.
¿Cómo es posible tanto absurdo? Pablo tampoco entendía este misterio: “El querer el bien está en mí, pero el hacerlo, no. Pues no hago el bien que quiero sino el mal que no quiero. ¡Desdichado de mí!” (Rom 7, 19).
Creo que es muy importante descubrir el sentido de estas dos verdades tan contrapuestas que experimentamos en carne propia. Por una parte está la fe en que somos incondicionalmente amados por Dios y por otra está nuestra debilidad e infidelidad congénita.
“Bienaventurado el varón que soporta la tentación, porque probado recibirá la corona de la vida, que Dios prometió a los que le aman” (St 1, 12).
“No hay fe que no deba ser probada, como que no hay árbol que no tenga que ser podado para que dé más fruto” (Jn 15, 2). Pero si Jesús mismo “fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo” (Mt 4, 1). Por eso necesitamos atravesar la tentación para crecer en la fe.
Que la carne es débil es un hecho evidente, pero que también “fiel es Dios que no permitirá que seamos tentados sobre nuestras fuerzas antes bien con la tentación nos dará la fuerza para resistir” (1 Cor 10, 12) es también otra verdad.
La verdad es que estamos escindidos entre el fervor y la debilidad, esto es vivir en la tentación.
Todos vivimos momentos difíciles, pero no son necesariamente pruebas. El tener un hijo mediante los dolores del parto no es una prueba. Entendemos por prueba la situación en que el ser humano está colocado en el límite de sus fuerzas y allí muestra lo que es realmente. Esta prueba nos hace vacilar y nos quita la paz. ¿Dónde está Dios? ¿Por qué Dios no interviene? Así Dios nos hace experimentar dolorosamente el abismo entre lo que esperábamos de Él y lo que realmente vivimos.
Dios se esconde, la fe en él se tambalea. Especialmente porque nos parece que mientras más nos hemos comprometido por su causa más cruces nos llegan. Lo más difícil es que el sufrimiento dura tanto tiempo.
Hasta Jeremías gritó: ¡Maldito el día que nací! (Jr 20, 14 y Jonás 4, 1). Muerto de rabia contra Dios porque ha perdonado a Nínive, grita: “Mejor me es la muerte que la vida”. Y Jesús tampoco se libró de esta angustia: “Mi alma está triste hasta morir”. Es que Jesús “fue probado en todo, como nosotros, menos en el pecado” (Hb). Probado en todo, en el miedo, en el aburrimiento, en la muerte, etc.
Ahora bien, pienso que nada es más ilustrativo, para lo que tratamos, que seguir los pasos de Simón Pedro.
Pedro, que iba a ser elegido la cabeza de la Iglesia, debía pasar por la tentación. Cuando Jesús buscó un jefe para esta tarea, no buscó un modelo de virtud y de perfección, sino un rudo pescador impetuoso y atolondrado porque “en la debilidad se muestra mejor el poder de Dios” (2 Cor 12, 9). Pero el detalle estaba en que este hombre rudo, mientras más faltas cometía, más amaba al Señor.
Desde un comienzo se ve enfrentada la debilidad humana y la fuerza divina.
Jesús invita: “Rema mar adentro y echaré las redes para pescar...”. “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y no hemos pescado nada, a pesar de todo en tu palabra echaré las redes” (Lc 5, 4).



¿Qué pasa entonces?

La obediencia y la fe posibilitan el milagro. Entonces el corazón de Pedro fue tocado en el fondo y la reacción no se deja esperar: “Aléjate de mí, Señor, que soy un pobre pecador”. La experiencia de Dios le ha mostrado su pecado.
Apenas Pedro se confiesa pecador, Jesús ya puede sanarlo, recrearlo: “Serás pescador de hombres”.
Jesús no busca campeones, sino corazones que le descubran su debilidad para sanarlos.
Esta tensión saludable entre tentación y victoria lo expresa claramente san Pablo en 2 Cor 13, 4: “Es verdad que Cristo fue crucificado por su debilidad, pero ahora vive por la fuerza de Dios. Nosotros compartimos su debilidad, pero por la fuerza de Dios compartimos su vida”.
Jesús murió por tomar sobre sí la debilidad de los hombres hasta el extremo, pero fue resucitado por el Padre.
El cristiano, entonces, debe aceptar su debilidad, mientras la desconozcamos el poder de Dios no podrá mostrarse en nosotros. Será necesario, incluso, que un día nos hundamos con tal de experimentar nuestra debilidad. Así le pasó a Pedro, tuvo que caer y aceptarse como lo que era, pecador, pero pecador amado por el Señor.
Esto no es nada fácil, ¡cuánto le costó a Pedro!
Un día Cristo les advierte: “Todos ustedes se escandalizarán de mí esta noche” (Mt 26, 31). Pero Pedro que todavía no topaba fondo se atreve a decir: “Aunque todos se escandalicen de ti, yo jamás me escandalizaré”. Jesús tiene la paciencia de precisarle el peligro que corre: “Antes que cante el gallo me negarás tres veces”. Pero es inútil, Pedro insiste en la forma más imprudente: “Aunque tenga que morir contigo, no te negaré”. Ya sabemos lo que le pasa al atrevido Pedro, cae en su debilidad no una sino tres veces. “Yo no lo conozco, mujer...”. “No, hombre, yo no soy...”, y por último: “Hombre, no sé de qué estás hablando” (Lc 22, 57). Y en ese mismo momento cantó el gallo, entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, ahí se acordó de lo que el Señor le había dicho...
La mirada fría de la mujer hizo que Pedro negara al Señor a causa del miedo, pero la mirada llena de amor y perdón del Señor le remeció el corazón y “saliendo afuera lloró amargamente”.






¡Qué amargas y sanadoras han sido esas lágrimas!
Esas lágrimas muestran cómo Jesús lo ha transformado y purificado con su mirada. Pedro dolorosamente ha experimentado su humana debilidad.
Qué diferencia: Judas miró su pecado y rechazó la vida, Pedro miró a Cristo y aceptó la verdad de sí mismo y se transformó.
Juan cuenta el epílogo en 21, 15-17: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos? Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Tres veces le pregunta el Señor lo mismo y tres veces Pedro responde que lo quiere, pero lo hace como en un susurro, sin jactancia, sin apuro, lleno de humildad, fruto de saberse un pecador amado.
Un hombre que ha llegado tan al fondo de su debilidad puede renacer con la fuerza de Dios, ahora Pedro es otro ya no confía en sus fuerzas, sino solo en la fuerza y misericordia del Señor y por eso está capacitado para la gran misión que se le encomienda: “Apacienta mis ovejas”.
Frecuentemente creemos que la proximidad de Dios, la santidad, está en las antípodas del pecado y contamos con que Dios nos libre de la debilidad, pero la santidad no está en el extremo opuesto a la tentación, sino en el corazón mismo de ella. Escapar de la debilidad sería escapar del poder de Dios que solo actúa en ella. “Si llegas a servir al Señor, prepara tu alma para la prueba...” (Eclo 2, 1).
Tenemos que aprender a permanecer en nuestra debilidad al mismo tiempo que entregarnos a la misericordia de Dios, pidiéndole que no nos deje caer en la tentación. Permanecer en la debilidad es el único camino para entrar en contacto con la gracia. Cuando Pablo pedía verse libre de la tentación recibió la respuesta: “Te basta mi gracia, mi mayor fuerza se manifiesta en la debilidad” (2 Cor 12, 8).





( Autor : Hno. Martín Correa, OSB ).
FUENTE :www.benedictinos.cl/osb/novedades/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.
















P. RANIERO CANTALAMESSA - HAY QUE TENER TEMOR, PERO NO MIEDO.

P. Raniero Cantalamessa - Hay que tener temor, pero no miedo.
Comentario al evangelio del XII Domingo del tiempo ordinario
Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap., predicador de la Casa Pontificia, a la liturgia de este domingo.
* * *
XII Domingo del tiempo ordinario
Jeremías 20, 10-13; Romanos 5, 12-15; Mateo 10, 26-33
¡Tened temor, pero no tengáis miedo!
El Evangelio de este domingo ofrece varias sugerencias, pero todas se pueden resumir en esta frase aparentemente contradictoria: "¡Tened temor, pero no tengáis miedo!". Jesús dice: "No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna". No debemos tener temor ni miedo de los hombres; de Dios debemos tener temor, pero no miedo.
Por tanto hay una diferencia entre miedo y temor; tratemos de comprender por qué y en qué consiste. El miedo es una manifestación de nuestro instinto fundamental de conservación. Es la reacción a una amenaza para nuestra vida, la respuesta a un verdadero o presunto peligro: desde el peligro más grande, que es el de la muerte, a los peligros particulares que amenazan la tranquilidad o la incolumidad física, o nuestro mundo afectivo.
Según se trate de peligros reales o imaginarios, se habla de miedos justificados y de miedos injustificados o patológicos. Como las enfermedades, los miedos pueden ser agudos o crónicos. Los miedos agudos han sido determinados por una situación de peligro extraordinario. Si estoy a punto de ser atropellado por un coche, o comienzo a sentir que la tierra tiembla bajo mis pies a causa de un terremoto, entonces estoy ante miedos agudos. Estos sustos surgen improvisadamente, sin avisar, y así desaparecen al terminar el peligro, dejando quizá un mal recuerdo. Los miedos crónicos son los que conviven con nosotros, se convierten en parte de nuestro ser, e incluso acabamos encariñándonos de ellos. Los llamamos complejos o fobias: claustrofobia, agorafobia, etc.
El evangelio nos ayuda a liberarnos de todos estos miedos, revelando el carácter relativo, no absoluto, de los peligros que los provocan. Hay algo de nosotros que nadie ni nada en el mundo puede quitarnos o dañar: para los creyentes se trata del alma inmortal, para todos el testimonio de la propia conciencia.
Algo muy diferente del miedo es el temor de Dios. El temor de Dios se aprende: "Venid, hijos, escuchadme: os instruiré en el temor del Señor" (Salmo 33,12); por el contrario, el miedo, no tiene necesidad de ser aprendido en el colegio; la naturaleza se encarga de infundirnos miedo.
El mismo sentido del temor de Dios es diferente al miedo. Es un elemento de fe: nace de la conciencia de quién es Dios. Es el mismo sentimiento que se apodera de nosotros ante un espectáculo grandioso y solemne de la naturaleza. Es el sentimiento de sentirnos pequeños ante algo que es inmensamente más grande que nosotros; es sorpresa, maravilla, mezcladas con admiración. Ante el milagro del paralítico que se alza en pie y camina, puede leerse en evangelio, "El asombro se apoderó de todos, y glorificaban a Dios. Y llenos de temor, decían: 'ho y hemos visto cosas increíbles'" (Lucas 5, 26). El temor, en este caso, es otro nombre de la maravilla, de la alabanza.
Este tipo de temor es compañero y aliado del amor: es el miedo de disgustar al amado que se puede ver en todo verdadero enamorado, también en la experiencia humana. Con frecuencia es llamado "principio de la sabiduría", pues lleva a tomar decisiones justas en la vida. ¡Es nada más y nada menos que uno de los siete dones del Espíritu Santo (cf. Isaías 11, 2)!
Como siempre, el evangelio no sólo ilumina nuestra fe, sino que nos ayuda además a comprender nuestra realidad cotidiana. Nuestra época ha sido definida como una época de angustia (W. H. Auden). El ansia, hija del miedo, se ha convertido en la enfermedad del siglo y es, dicen, una de las causas principales de la multiplicación de los infartos. ¿Cómo explicar este hecho si hoy tenemos muchas más seguridades económicas, seguros de vida, medios para afrontar las enfermedades y atrasar la muerte?
El motivo es que ha disminuido, o totalmente desaparecido, en nuestra sociedad el santo temor de Dios. "¡Ya no hay temor de Dios!", repetimos a veces como una expresión chistosa, pero que contiene una trágica verdad. ¡Cuanto más disminuye el temor de Dios, más crece el miedo de los hombres! Es fácil comprender el motivo. Al olvidar a Dios, ponemos toda nuestra confianza en las cosas de aquí abajo, es decir, en esas cosas que según Cristo, el ladrón puede robar y la polilla carcomer (Cf. Lucas 12, 33). Cosas aleatorias que nos pueden faltar en cualquier momento, que el tiempo (¡la polilla!) carcome inexorablemente. Cosas que todos queremos y que por este motivo desencadenan competición y rivalidad. (el famoso "deseo mimético" del qu e habla René Girard), cosas que hay que defender con los dientes y a veces con las armas en la mano.
La caída del temor de Dios, en vez de liberarnos de los miedos, nos ha impregnado de ellos. Basta ver lo que sucede en la relación entre los padres y los hijos en nuestra sociedad. ¡Los padres han abandonado el temor de Dios y los hijos han abandonado el temor de los padres! El temor de Dios tiene su reflejo y su equivalente en la tierra en el temor reverencial de los hijos por los padres. La Biblia asocia continuamente estos dos elementos. Pero el hecho de no tener temor alguno o respeto por los padres, ¿hace que sean más libres o seguros de sí los muchachos de hoy? Sabemos que no es así.
El camino para salir de la crisis es redescubrir la necesidad y la belleza del santo temor de Dios. Jesús nos explica precisamente en el evangelio que la confianza en Dios es una compañera inseparable del temor. "¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos".
Dios no quiere provocarnos temor sino confianza. Justamente lo contrario de aquel emperador que decía: "Oderint dum metuant" (¡que me odien con tal de que me teman!). Es lo que deberían hacer también los padres terrenos: no infundir temor, sino confianza. De este modo se alimenta el respeto, la admiración, la confianza, todo lo que implica el nombre de "sano temor".
[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina]
FUENTE :
www.zenit.org/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

jueves, 19 de junio de 2008

ARREPENTIDOS.

ARREPENTIDOS.

Dos hombres fueron al templo a orar.
Uno se puso en el primer banco.
Y oraba así:
“Te doy gracias porque soy bueno”.
Y era verdad.
Cumplía la Ley escrupulosamente.
El otro se sentó al fondo, en un rincón.
Y decía a Dios: “Perdóname. Soy malo”.
Y era verdad.
Robaba y apoyaba a los opresores.
Y Dios miró con tristeza al primero.
En cambio sonrió al segundo.
¡Siempre igual! Es un provocador.
Fustiga a los buenos, a las gentes de orden,
a los piadosos,
a los que cumplen lo que se manda.
Y defiende a los audaces,
a los indeseables, a los pecadores.
Nos sentimos heridos, pero no nos convence.
Busca la pelea. Se la va a ganar.
Y dice Dios: “No quiero montones de méritos.
Estoy harto. El pecado no me molesta.
Quiero corazones humildes y arrepentidos”.
( Patxi Loidi. “Mar Rojo”, p. 23 ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

¿ QUIÉN ES POBRE DE ESPÍRITU ?


¿ Quién es pobre de espíritu ?
El que está lleno de esperanza
el que tiene posesiones pero no está poseído de ellas
el que no tiene mentalidad de posesión
el que no tiene nada que defender
el que sabe cómo usar las cosas de este mundo
el que sabe cómo prestar sincera atención a los demás sin subordinarlos a sus propios objetivos
el que se hace vulnerable como lo fue Jesús
el que está disponible para quien le necesita
el que se aproxima a otro, con todo su ser, con un corazón abierto
el que está dispuesto a compartir las angustias, las limitaciones, la culpa del otro
el que es humilde
el que tiene mente receptiva
el que tiene un corazón hospitalario
el que tiene paciencia
el que respeta los sufrimientos ajenos y no tiene la tentación de remediar todas las situaciones
el que no manipula a nadie
el que es tierno y sensible a las necesidades materiales de los otros
el que sabe que es una criatura amada por Dios
el que es capaz de aceptar su propia vida, dándola a los demás
el que es consciente de su debilidad y necesidad de Dios
el que no confía tanto en sus fuerzas como en Dios
el que ha aprendido a estar ante Dios con las manos abiertas
el que no deja de esperar, y en su espera no busca escapar
el que sabe que está en compañía de otros hombres que oran, en compañía del Cristo
el que se sorprende por todo lo bueno que ve a su alrededor
el que no alimenta el dolor
el que no es duro consigo mismo
el que es creativo y optimista
el que disfruta con lo bueno y admite los errores
el que en medio de sus actividades tiene sentido del humor
el que se percata de las cosas pequeñas
el que se enfrenta a sus propios defectos sin desanimarse
Esta pobreza ¿ es realista ? ¿ es imposible ?
Para el hombre sí, pero para Dios no; el pobre de espíritu es el que no se desanima por esta paradoja, sino que se siente aliviado y feliz por ella.
FUENTE :
www.pazybien.org/materiales/Oraciones/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

SEÑOR,...

Señor, hazme un instrumento eficaz de tu Misericordia.

Señor... Bendice mi mente, para que no sea indiferente ni insensible, sino solicita a las necesidades de mi prójimo enfermo.

Señor, bendice mis ojos, para que reconozca en el que sufre Tu rostro y me conduzcan a la luz y tesoros interiores.

Señor, bendice mis oídos, para que oigan las voces que suplican escucha y respondan a los mensajes de quien no sabe expresar con palabras.

Señor, bendice mis manos, para que no permanezcan cerradas ni frías, sino que transmitan calor y cercanía a quien necesita una presencia amiga.

Señor, bendice mis manos, para extenderlas por medio de la escritura a quien necesite de mis oraciones.

Señor, bendice mis labios, para que no pronuncien frases vacías, sino que expresen comprensión y gentileza... que nace de un corazon que ama. Amén.
( Winston Pauta ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

TÚ ERES MI APÓSTOL.

Tú eres mi Apóstol.
¡Cuánto he esperado este momento, para decirte y hacerte sentir que eres para mí un instrumento tan valioso y tan necesario que no he resistido mi impulso de acercarme a tí, inundándote, en esta explosión de luz, de mi presencia que como un tatuaje intenso jamás podrás arrancar de tí!
Mi extremo amor por tí, tiene una larga historia. Desde el seno de tu madre decidí que fueras mi apóstol. Y desde entonces proyecté este momento en que me manifiesto a tí para declararte que te amo y me entrego por tí hasta la muerte para ser tu Vida. Tu encuentro con la Vida hará que pronto brote de tus labios y se refleje en tu rostro tu más firme convicción: "Para mí la vida es Cristo".
Querido apóstol, me ha parecido bien elegirte, a pesar de toda la resistencia con la que intentabas acallar mi voz en tu conciencia. Ha sido de mi gusto el hacer de tí otro Cristo. No es por tus obras, sino por mi propia determinación y porque te amo, que tú has sido designado para darme a conocer. No temas, ni te detengan tus flaquezas, pues mi fuerza se manifestará con mayor relieve en tu debilidad.
Sígueme de cerca. Fija tu mirada en mí. Desde el punto donde estás, lánzate hacia la meta de que ya no seas tú quien vivas sino yo quien viva en tí. Considera como pérdida todo lo que antes era para tí ganancia. Sin volver la vista atrás corre hasta alcanzarme. Y aunque no lo tengas todo conseguido, prosigue la carrera de imitarme y de hacer que otros, siendo imitadores tuyos, lleguen a imitarme a mí.
No te quiero ocultar lo que vas a padecer por mi nombre, pues no se engendran sin dolores de parto los numerosos hijos que por ti nacerán hasta el fin de los tiempos. Soporta conmigo las fatigas y las cadenas sufridas por mí y por mí Evangelio. La Palabra no está encadenada, y tú serás testigo, de que aún entre cárceles y dificultades yo mismo abriré ante tí puerta tras puerta, ciudad tras ciudad, para que lleves mi nombre ante los gentiles y extiendas mi mensaje hasta los confines de la tierra.
Nada podrá separarte de mi amor. Aunque sientas que eres indigno de esta misión, te repito que mi gracia te basta. Y no olvides nunca que el que inició la buena obra en tí la llevará a término, pues fiel es el que te ha llamado y el que te escribe, esperando tu respuesta.
Tu Dios que te hace su apóstol
( Autor desconocido ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

miércoles, 18 de junio de 2008

ORACIÓN DE LOS ENFERMOS.

ORACIÓN DE LOS ENFERMOS.

Señor: Confiamos en Ti ,por lo que eres y por lo que significas ,
por lo que representas para nosotros en el dolor y el sufrimiento.
Ayúdanos, Señor Jesús a sentir nuestro el dolor de nuestros hermanos ,para que podamos ayúdarlos y entender su enfermedad.
Tú, Señor Jesús nos enseñaste en momentos de tu vida aquí en la tierra a enfrentar el dolor.
Tú, Jesús , en el huerto de los olivos nos enseñaste a confiar plenamente en Padre Dios.
Por eso te pedimos que escuches nuestras necesidades, que perdones nuestras fallas y pecados y nuestra falta de caridad.
A ti, Padre te pedimos que derrames sobre nosotros tu Santo Espíritu y que tu amor se multiplique en nosotros, para irradiarlo a los hermanos enfermos.
Gracias, Jesús por la enfermedad que llevo a cuestas, pues tal dolor me ha hecho más humano, más páciente,más comprensivo con mis hermanos enfermos.
Gracias, Señor, por lo que haces en cada uno de nosotros,
ayúdame a no olvidar nunca el ser agradecido.
Amén.
( Luz María Gaytán ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

LEONARDO DA VINCI - LA NAVAJA.

Leonardo Da Vinci - La navaja

Un día la navaja, saliendo del mango que le servía de funda, se puso al sol y vio el sol reflejado en ella. Entonces se enorgulleció, dio vueltas a su pensamiento y se dijo: "¿Volveré a la tienda de la que acabo de salir? De ninguna manera. Los dioses no pueden querer que tanta belleza degenere en usos tan bajos. Sería una locura dedicarme a afeitar las enjabonadas barbas de los labriegos. ¡Qué bajo servicio! ¿Estoy destinada para un servicio así? Sin duda alguna que no. Me ocultaré en un sitio retirado y allí pasaré mi vida tranquila".
Después de vivir este estilo de vida durante algunos meses, salió fuera de su funda al aire libre, se dio cuenta de que había adquirido el aspecto de una sierra oxidada y que su superficie no podía reflejar ya el resplandor del sol.
Arrepentida, lloró en vano su irreparable desgracia y se dijo:
"¡Cuánto mejor hubiera sido gastarme en manos del barbero que tuvo que privarse de mi exquisita habilidad para cortar! ¿Dónde está ya mi rostro reluciente? El óxido lo ha consumido".
( Leonardo da Vinci ).

Pistas de Reflexión :
· He funcionado como la navaja cuando...
· Me da miedo comprometerme en... ¿Mi vida es tranquila? ¿Qué me quita la tranquilidad?
· Siento que Dios me pide que me desgaste en...
· Qué es lo que me ha consumido el óxido hasta ahora.
· Cuánto mejor hubiera sido gastarme en... Pero todavía puedo hacerlo en.....
· ¿Qué significaría para mí "volver a la tienda de la que salí"?
( Enrique Martínez, cmf ).

FUENTE :
www.ciudadredonda.org/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

martes, 17 de junio de 2008

SAN PEDRO, EL APOSTOL DE LAS VACILACIONES Y LOS ARRANQUES.

Su maciza y equilibrada humanidad ha sido perfectamente captada por el pueblo. Aparece lavando redes, y Jesús le distingue hasta tal punto que salta a su barca. Camina sobre el agua y duda porque se levanta un poco de viento. Pero sobre la palabra de Jesús dio crédito a su corazón. En sus negaciones se contienen todas las miserias y en sus llantos se juntan todas las noblezas. Pedro el vacilante, ya Papa, se convierte en un vendaval de actividad, de prudencia y de sabiduría.
"El Señor-decía el clásico fray Basilio Ponce de León-adoctrina a los hombres como a niños distraídos y de cortas entendederas que necesitan, para que les entre la enseñanza, figuras de bulto". La pedagogía divina es dulce pedagogía de párvulos, llena de signos plásticos y corporales. En el Antiguo Testamento, el Señor adoctrinaba a los hombres con nubes, truenos, relámpagos y visitas de ángeles. Todas las fuerzas naturales y sobrenaturales eran movilizadas por El para despertar a sus hijos adormilados. En el Nuevo Testamento, el Señor se mete por los ojos de los hombres con la estridencia de los milagros y la suavidad de las parábolas. Como Jesús entre pañales de paja, su verdad vino al mundo entre prodigios de cielo y cuentos de aldea ...

Luego, para seguir adoctrinando la humanidad con parecido estilo, a través de la Historia, el Señor se vale de los santos. En los santos está toda su doctrina, encarnada en fragmentos parciales. Como el maestro presenta al párvulo sus taruguillos de madera para que "vea" materialmente lo que es el cono y la esfera, el Señor, siguiendo su eterno estilo de pedagogía, les muestra a los hombres, de siglo en siglo, las figuras de los santos para que materialmente $"vean" lo que es la humildad, lo que es la pureza, lo que es la fe, lo que es la prudencia. A través de los santos, Dios se sigue haciendo, parcialmente, hombre para prolongar en la historia el milagro de la Redención ...

Por eso, para que la fría enseñanza de la mente sea completada con el arrebato de la voluntad, Dios ha puesto al margen de los siglos un reguero de "vidas" selectas y ejemplares, que contienen en sí las soluciones de cada instante y acentúan aquella parte del credo cristiano que, en cada instante, conviene más a las necesidades del momento. Cuando la disciplina eclesiástica se relaja nace un San Benito; cuando la sociedad se endurece, un San Francisco; cuando el protestantismo se inicia, un San Ignacio; cuando la lucha social se agrava, un San Vicente de Paúl.

Cuando la balanza de la Humanidad se desequilibra, Dios arroja en uno de sus platillos un Santo que, en definitiva, pese tanto como las necesidades y los problemas de aquel instante. Por eso, cuando había que instaurar y cimentar ese enorme edificio de dos fachadas-divina y humanaque es la Iglesia, Cristo escogió a Simón Pedro, que era el discípulo de las grandes debilidades humanas y de los grandes arranques divinos.

San Pedro, santo folklórico. Porque por esa misión que la santidad cumple de su encarnación, a fragmentos parciales, de toda la rica y múltiple variedad del credo cristiano, hay en ese espectro de la santidad franja de todos los colores y gotas de todo sabor en ese océano ilimitado. La santidad es un jardín inmenso donde todo florece, desde el nardo y la rosa del puro amor y el puro misticismo, hasta la flor del campo o la medicinal y doméstica manzanilla, de la virtud casera y el conocimiento tibio. Toda la literatura universal, con su orgiástica variedad de héroes, caballeros, princesas, bobos y graciosos no puede sobrepujar a la variedad polícroma del "Flos Sanctorum", que va desde la transverberación de Santa Teresa hasta las bobadas juglarescas de San Diego de Alcalá.

Y una de las catalogaciones que pudiéramos hacer en esta desconcertante variedad de "los santos", es aquella que sepa raña a los santos familiares y domésticos, que parece que están en los altares para sonreírnos y darnos confianza, y los santos luminosos y sublimes, que parece que están allí para anonadarnos y llenarnos de pavor y admiración. En Dios todo se abraza en la unidad; pero en los santos el foco divino se refleja en diversas haces de luz, y así, unos muestran más su misericordia y otros más su justicia y otros más su majestad. Hay santos a los que no parece posible pedirles más que el martirio o el don de rapto, pero hay santos a los que se atreve uno a pedirles que llueva e incluso que apruebe el hijo en el instituto.

Pues bien, San Pedro es santo doméstico, familiar, bondadoso y folklórico. El pueblo le ha dado una dulce catalogación de abuelo. Es uno de esos santos que el pueblo "ve" plásticamente. Tiene decididas sus características físicas. y se las dice en coplas: San Pedro, como era calvo, le picaban los mosquitos ... Como San Ignacio tenía que ser capitán intrépido y como Santo Tomás tenía que ser el ensimismado "buey mudo", San Pedro, la piedra sobre la que había de cimentarse este edificio humano y divino de la Iglesia que había de transmitir la doctrina perfecta a través de imperfectas realizaciones, tenía que ser un santo doméstico y asequible.

El llamamiento. Y parece enteramente, que a servir este propósito providencial, a hacernos accesible y fácil la figura del primer Papa, se diñge todo el relato evangélico en cuanto roza y toca con él. Los episodios petrísticos del Evangelio son, casi todos, de los que han entrado en la categoría de populares. Hay una Biblia oral y tradicional, que se transmite, al lado de la auténtica y escrita, por los fogarines aldeanos y las pláticas de las abuelas. Esta es la "Biblia" de la Verónica, de Malco, del gallo del corralillo de Caifás, del aguamanil y la toalla de Pilatos. y a esta "Biblia", en la que de San Juan apenas se sabe más, sino que tenía "el dedo tieso", se han incorporado casi todos los episodios del auténtico Evangelio, donde Simón Pedro bulle y retoza.

Sale a escena Simón en el luminoso drama del Evangelio, "lavando redes" (San Lucas 5-2); así como un personaje sencillo, secundario, casi del coro. Pero el Señor, que viene apretujado por las turbas que le seguían, lo distingue en seguida. Lo distingue hasta tal punto que, para librarse de la turba y hablar con Simón a sus anchas, salta a la barca. Ya en ese salto del Señor a la barca de Simón, está en esbozo todo: la elección, la exaltación y distinción de Pedro; la fundación de la Iglesia sobre el cimiento duro y frágil por El escogido. Seguramente en aquella turba que le seguía había personajes y personajillos de todas las clases sociales: doctores, escribas, fariseos, soldados, publicanos. Pero el Señor se separa de la masa turbia y, con el salto a la barca -como más adelante con la ascensión al Tabor-, distingue y separa al que estaba "lavando redes".

Y seguidamente, la vocación y llamamiento de Simón no se verifica con aparatos de voces y relámpagos, como la de Saulo, o con gradaciones intelectuales, como la de Agustin, el lector del "Symposio" y del "Hortensio". Jesús no tira de él con hilo de oro sino con basta soguilla bien visible. Le hace echar las redes en el lago, que durante toda la noche se había mostrado cruel con los pescadores, y las redes se llenan de peces. Entonces, Simón se arroja a los pies de Jesús: "Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador". Está, clasificado y equilibrado, todo: un acto de fe inicial, en el arrojar las redes por orden de Jesús, en el lago infecundo; un arranque ya de genuino estilo petrístico en la humilde confesión final, pero, en el medio, un prodigio carnal, utilitario, vistoso: una pesca milagrosa, inicio de otras varias, con la que el Señor tira dura y ásperamente del corazón de aquel hombre, que había de necesitar a cada instante violentos argumentos plásticos para apuntalamiento y sostén de sus vacilaciones. Ya empieza Pedro, el de los generosos arranques, a amar. Pero a amar humanísimamente, a la vista de unas redes, que se rompen de puro cargadas de pescados. No florece en su corazón de santo de bulto, de personaje folklórico, una sutil rosa de amor espiritualizado y quebradizo. Cree, ve y ama ...

La suegra. Y en seguida al fondo del relato evangélico, como una decisiva pincelada folklórica cruza la rápida visión de la suegra de San Pedro. Estaba en cama con una calentura y el Señor la sanó. Hacía falta este rasgo para acercar bien al pueblo la figura doméstica del sillar de la Iglesia. Hacía falta que San Pedro tuviera suegra para que se atreviese definitivamente con él el pueblo que siempre hizo de las suegras tema predilecto de su folklor. Hay pocos santos con suegra. Pero éste, era preciso que la tuviera, para que cupiera mejor en la copla, en el romance y en el corazón.

Los dísticos de San Pedro. Entrando así en escena Simón, tan humana y popularmente, ya todo el Evangelio es para él un recuento paralelo de sus debilidades y sus arranques; de sus caídas y de sus alzamientos. A través del Evangelio se va así construyendo a paletadas alternativas de cal y de arena el cimiento de la Iglesia. Digamos ahora los dísticos de San Pedro. El poema de sol y de sombra de su vida vacilante, donde todo tiene su contrapeso y su equilibrio. Digamos de sus pecados, corregidos por sus virtudes heroicas; digamos de sus virtudes, humanizadas por sus pecados fragilísimos. A San Pedro lo pondría yo, en mi capilla doméstica, sobre un altar de jaspe rosa y de ladrillo cocido.

La caída de la duda. Digamos primero el dístico de su fe, donde riman la duda vergonzante y la confesión valiente. "Entre tanto-dice San Mateo, 15,2~la barca estaba en medio del mar, batida reciamente de las olas ... Cuando ya era la cuarta vela de la noche, vino Jesús hacia ellos, caminando sobre el mar. Y viéndole los discípulos caminar sobre el mar, se conturbaron y dijeron: "Es un fantasma". En realidad, ya con eso sólo, estaba consumada la duda. La agresión de la fe. Tengamos en cuenta que iban en la barca los que le habían visto curar a los ciegos y sanar a los endemoniados. Tengamos en cuenta que pocas horas antes, a orilla de aquel mismo lago por el que bogaban, Jesús había realizado el prodigio de la primera multiplicación de los panes. ¡Y después de esto, cuando ven avanzar una sombra sobre el mar, creen que es un fantasmal ¿No era mucho más fácil que fuera el que, poco antes, había multiplicado los panes?

Pero ya está aquí la incredulidad. La incredulidad también consiste en creer lo dificil antes que lo fácil. Que esto es lo que sigue haciendo la humanidad: no creer en Jesús, que se acerca sobre las aguas y creer en los fantasmas. Los apóstoles, gritando que venía un fantasma, ante Jesús que llegaba sobre las olas, fueron los antecesores de toda esta pobre humanidad, que ha acabado quitándose el escapulario ... para sustituirlo por un pelo de elefante o un bu da de marfil.

Pero Simón Pedro acentuó la incredulidad con la pedantería. Cuando Jesús les dice que es El, Simón le pide una comprobación crítica. "Si eres tú mándame ir hacia Ti sobre las aguas". Y Jesús le manda venir. Y Simón va sobre las aguas pero al ir llegando, el viento arrecia, San Pedro duda y se asusta. Y en cuanto duda, empieza a hundirse ... Está aquí toda la complicada psicología de la duda. En ese admirable fragmento evangélico están, en ciernes, todas las múltiples maneras de dudar que la humanidad ha inventado. La incredulidad primero, el racionalismo luego, después la tibieza: todo el lujo de la duda.

Y, acaso, entre todas estas formas, la más humana e impresionante, esa forma central, cuando Simón va ya sobre el agua y duda y tiembla porque se levanta un poco más de viento. Va viviendo el milagro y cree todavía que un poco de viento puede disiparlo todo. Iba sobre el agua y todavía su fe no era más que pavesilla a merced de un soplo. Aceptaba un milagro moderado y de discretas proporciones. Andar sobre el agua, bueno ... , pero sin hipérboles de grandes vientos y oleajes. En aquel momento creyó Pedro, apenas, en el Cristo, cómodo y facilitón en que ahora creen tantos y tantos: un Cristo ... sin exageraciones.

El arranque de la fe. El episodio ocurre al día siguiente del anterior, como para que el contraste sea más duro. Jesús con los prodigiosos milagros de la víspera y de la noche, parece haber preparado suficientemente la base y el cimiento para toda fe. Y en su suavísimo discurso se aventura a hacer el anuncio y promesa de la Eucaristia: "En verdad, en verdad os digo, que si no coméis la carne del Hijo del hombre, y si no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros". Ante estas palabras el fracaso es rotundo: las turbas se escandalizan, los apóstoles vacilan y "desde entonces muchos de sus discípulos dejaron de seguirle". No podían creer en la locura de su amor, que era la Eucaristía.

Pero en medio de ese hervidero de dudas, de esa general deserción surge, como una flamarada de luz, el arranque de Pedro. El, distinguiéndose de todos, actúa a la inversa de todos. El que dudó sobre el agua, cree sobre la palabra de Jesús, da crédito a su corazón. Su confesión es grande, sobria, explícita: "Tú eres Cristo, el Hijo de Dios". Ahora que has escandalizado a todos, eres el Hijo de Dios. Y es que ahora el Señor había dado de Sí un testimonio mucho más grande y arrebatador que no el de sus más estupendos milagros. Había anunciado la síntesis de las cosas en su Amor: la Eucaristía.

En ningún episodio aparece tan crudo, tan inmediato, el contraste como en las tres negaciones. Es uno de los trazos más humanos del Evangelio y acaso el que más definitivamente ha acercado al primer Papa a la comprensión popular. En el "crescendo" de sus tres negaciones, psicológicamente graduadas, hasta estallar en el juramento final se contienen enciclopédicamente todas las miserias humanas: ruindad, miedo, ingratitud, egoísmo. Como luego en sus llantos amarguísimos a la puerta de casa de Caifás, están juntas todas las noblezas: arrepentimiento, humildad, amor. Este episodio dejó diseñado fuertemente, como hacía falta, la figura de Pedro, para que la iglesia tuviera cimiento de cal y arena. Por eso, el pueblo se apoderó tan fácilmente de él. No le faltaba nada para ello: ni siquiera la intervención folklórica del gallo, que es el ave del pueblo, así como las calandrias y los ruiseñores son las de los poetas cultos. Ni siquiera, luego, su prolongación legendaria en los dos canalillos que, a fuerza de llorar todos los días su negación, se dice que surcaban el rostro arrugado del Apóstol ya viejo.

La designación. Convenía así que las llaves de la Iglesia fueran entregadas a aquellas manos paradójicas de Simón: carnales y santas, temblorosas y firmes. Jesús había dejado caer, como al desgaire, varias señales de su futura designación pontifical. Le había llamado con el nombre de "piedra", no bien se decidió a seguirle. Le había profetizado, más tarde, que sobre esa piedra asentaría su Iglesia. Le había incluido siempre en la gloriosa minoría de los tres selectos. Pedro, Juan, Santiago, únicos que entraron con él en la casa de Jairo; únicos que subieron al Tabor y le siguieron a Getsemaní. Hasta que, llegada la hora, Cristo hace la designación solemne del primer Papa, a orillas del mar de Tiberíades: "Apacienta mis ovejas".

Los hechos. y en seguida el Cenáculo, Pentecostés, loas lenguas de fuego. y aquí como un rayo enérgico, que abre el nuevo capítulo de la vida de Pedro. Termina el Pedro del Evangelio, que es el de las vacilaciones y debilidades y empieza el Pedro de los hechos apostólicos, que es el de la sabiduría y la prudencia. Convenía así para que se viera que era la gracia y no él el que obraba. Convenía para que se viera que se habían inaugurado los tiempos nuevos y que las grandes cosas se harían ya con los medios débiles: ligeros de materias, faltos de peso. Jesús mismo inaugura el nuevo estilo encajando el drama todo de la redención entre un pesebre y un patíbulo.

Y, desde entonces, ese estilo queda convertido en ley. Todo lo que es providencial, lleva ese sello de la desproporción entre la causa y el efecto, que dice que Dios necesita poco para obtener mucho. Unos pescadores y unas catacumbas subterráneas le bastan para extender la Iglesia; un capitán vasco, para reafirmarla en el trance más dificil; Simón Pedro, para sostenerla y tres barquichuelas, para alumbrar un Mundo.

El Evangelio ha insistido tanto en sus debilidades para que ahora en sus prodigios de los hechos admiremos más la obra de la gracia. Pedro, el vacilante, aparece en las páginas de los Hechos, convertido en un vendaval de actividad, de prudencia y de sabiduría. La doctrina de la libertad de la Iglesia está toda ya en el "Non possumus" de Pedro, que señala a la esfera espiritual un límite de imposibilidad de transacción y de cesión. La Iglesia no invade ningún poder limítrofe; pero aguarda a todos los poderes invasores, en el dintel mismo de esa esfera espiritual, cuyas lindes "no puede" franquear. Allí están en esbozo todas las futuras y serenas virilidades de la Iglesia, desde San Ambrosio ante el Emperador, hasta Pío IX ante Victor Manuel y así en nuestros días.

El martirio. En el último instante de su vida, la cruz del martirio de Pedro, que la leyenda quiere invertida, por su voluntad, proyecta la figura de una ballesta que apuntara al cielo. Esa el último arranque del Apóstol que no se consideraba digno de morir en la misma postura que el Maestro. Vivió años de debilidad, en que el arco de la ballesta estuvo tembloroso y tenso. Pero, al fin, se disparó hacia Cristo con una plenitud de arrepentimiento y de amor. La maciza y equilibrada humanidad de San Pedro, en todo el relato bíblico, que he procurado seguir, ha sido peñectamente captada por el pueblo, al verle en la portería celestial, calvo, arrugado, bondadoso, siempre más propicio, con sus grandes llaves bodegueras, a abrir que a cerrar el portón.
( David Pérez Mata,
Sacerdote -Diócesis de Burgos, España ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.