EL TESTAMENTO DE JESÚS.
Jueves Santo
Pascua de Bérriz
PERFIL DE JESÚS
No era propiamente pobre: era carpintero, una de las profesiones mejor remuneradas de su tiempo. Pero había hecho una opción personal por los pobres.
Era un visionario. Pero no soñaba con otros mundos, sino con este mismo mundo en el que nos hallamos. Quería que la justicia, el respeto, el amor y el perdón prevalecieran sobre el odio, el egoísmo y la arrogancia. Las relaciones deberían ser de una profunda igualdad. Nadie tendría que ser llamado maestro, jefe o padre. Los que mandaban no mandaban, sino que servían a todos. Pretendía tener poder sobre dimensiones siniestras de la existencia. Y lo tenía. Por eso curaba a los ciegos, purificaba a los leprosos y tocaba a las personas a las que todo el mundo evitaba, con lo éstas recuperaban la humanidad que les era negada. Llegó a resucitar muertos: los hizo con el hijo de la viuda de Naím y con Lázaro, hermano de sus amigas Marta y María. Y se atrevía incluso a perdonar los pecados. Si alguien se sentía indispuesto con Dios, escuchaba de él estas consoladoras palabras: “Tus pecados te son perdonados; ¡vete en paz!”
Conocía profundamente el corazón de las personas, y por eso no juzgaba a nadie, sino que se mostraba compasivo y misericordioso. Era capaz de decir: “Si alguno viene a mí, yo no le echaré fuera”. Poco importaba de quién se tratara: un niño, un oficial romano, un rico recaudador de impuestos llamado Simón o un teólogo avergonzado, Nicodemo. En cierta ocasión, una mujer fue sorprendida en flagrante adulterio, y todos querían lapidarla. Jesús permaneció de cuclillas sobre la arena mientras escribía en el suelo los pecados de
3 todos los presentes, los cuales, uno a uno, fueron retirándose cabizbajos, hasta que Jesús se quedó a solas con la mujer y le dijo con enorme ternura: “Mujer, ¿nadie te ha condenado?”. Se hizo un largo y embarazoso silencio, y prosiguió: “Tampoco yo te condeno. Pero no vuelvas a hacerlo”.
Soñaba con una solidaridad sin límites, incluso para con los enemigos declarados. Si uno de ellos estuviera caído y abandonado en el camino, inclínate sobre él, recógelo, llévalo al hospital e incluso deja algún dinero para pagar los gastos.
Soñaba con que no se considerase a Dios como un juez implacable ni como un señor todopoderoso, sino como un padre o, mejor aún, como un “papá”. Tan tierno y bondadoso que se pareciera a una madre. Dios, padre y madre... no sólo de los buenos, sino de todas las criaturas, incluso los ingratos y los malos. Con el hijo pródigo, perdido en la depravación, se mostraba como padre misericordioso; y con la oveja extraviada, como pastor solícito.
Para cualquier pecado ofrecía perdón, porque para él siempre era posible comenzar de nuevo: el ser humano siempre puede ser rescatado.
No era un asceta semejante a los monjes del desierto, sino que aceptaba con gusto comer con quien quisiera invitarlo, como es el caso de Zaqueo . En cierta ocasión, asistiendo a un banquete de bodas, se apenó al percibir que faltaba vino. Su madre ya le había alertado acerca del asunto, y él hizo el milagro más espectacular de su vida: transformó el agua en vino para que la fiesta pudiera prolongarse hasta la madrugada. No es de extrañar que personas envidiosas de su libertad le acusaran de glotón, bebedor y amigo de malas compañías.
Su sueño, su utopía, su divisa personal era “el Reino de Dios”. Pero se trataba de un Reino sin rey, un Reino en el que todos fueran siervos los unos de los otros. Pero para que este Reino-servicio fuese real tenía que comenzar aquí abajo, en el fondo mismo del infierno humano. Debía iniciarse a partir de los pobres, oprimidos y pecadores. De lo contrario, no sería un Reino para todos. Sólo a partir de los últimos podría llegar a los otros, a los penúltimos, a los antepenúltimos y a todos los demás, incluidos los primeros. Por eso le gustaba decir: “¡Dichosos vosotros, los pobres, porque es vuestro el Reino de Dios!”, es decir, porque vosotros seréis los primeros beneficiarios del Reino de justicia, de benevolencia y de intimidad con el Padre y Madre de infinita ternura.
Pero un sueño a solas es pura ilusión. Por eso quería soñar con otros. Para los cual reunió a un pequeño grupo de doce a su alrededor, todos ellos entusiastas, aunque sin demasiada consistencia. Había además otro grupo más numeroso, de setenta y dos, que creían en él, aunque con muchas reticencias. Sólo el grupo de las mujeres era fiel. También ellas lo seguían, y ha llegado a decirse que María de Magdala era su compañera... De hecho, lo apoyaban generosamente y jamás lo traicionaron.
Sus primeras palabras están llenas de fuerza y de capacidad de convocatoria: “¡El tiempo de la espera se ha acabado: el sueño va hacerse realidad! Creed en esta buena noticia, que va a ser extremadamente beneficiosa para todo el pueblo. ¡Cambiad de vida y comenzad a hacer realidad el sueño allá donde estéis; de lo contrario, nunca se verificará!”.
3 Todo visionario sufre, porque la realidad se resiste al sueño. A las personas no les gusta cambiar; y cuando se las presiona, reaccionan con violencia. ¿Cuánta humanidad soporta el ser humano? Por eso se organizó un complot contra el soñador de Nazaret. Viejos enemigos como Anás y Caifás olvidaron sus desavenencias para unirse contra él. El poder religioso (levitas y fariseos) se unió al poder político (saduceos y herodianos). Las fuerzas nacionales, personificadas en Herodes, se articularon con las fuerzas transnacionales,
representadas por Poncio Pilato. Finalmente, el propio poder popular fue manipulado en su contra. Todos gritaban: “¡Fuera con él! ¡Crucificalo!”. Y fue crucificado. Y murió lanzando un grito desesperado al cielo: “¡Padre!, ¿por qué me has abandonado?”.
Y Dios que siempre escucha el grito del oprimido, escuchó también el clamor del crucificado. De pronto, a los tres días de haber sido enterrado, unas mujeres empezaron a decir que estaba vivo. Pero no como Lázaro, en quien se produjo una simple reanimación del cadáver, sino como aquel que había verificado en su realidad humana el sueño que él mismo había predicado; como aquel que había inaugurado una revolución dentro de la evolución. Y la leyenda personal se concretó: había resucitado a un tipo de vida absolutamente nueva, en la que el cuerpo asume las características del espíritu, y éste las características de aquél.
Esta versión de las mujeres hizo fortuna entre los seguidores del popular predicador y profeta, y sigue conquistando adeptos hasta el día de hoy, los cuales se reúnen por eso mismo, no ya en torno a la cruz y la muerte, sino en torno ala vida y la resurrección. No celebran la memoria de un pasado, sino la presencia de un presente. A partir de ahora, la alternativa humana es ésta: o vida o resurrección.
A base de la experiencia de las mujeres, los demás empezaron a reflexionar y a releer la vida toda y las obras de Jesús y llegaron a la conclusión de que así de humano sólo podía serlo el propio Dios. Y comenzaron a llamarlo “Hijo del Hombre”, “Hijo de Dios”, “Dios mismo encarnado en nuestra miseria”. ¡Suprema osadía de la fe!
¿De dónde había venido? Nadia sabía decirlo con exactitud. ¿De Nazaret? Sin embargo, este lugar no aparece ni una sola vez en las Escrituras del Antiguo Testamento. ¿Podía salir algo bueno de un lugar tan desconocido? ¿Quién era? ¿Cómo se llamaba?
Su nombre era Jesús de Nazaret. Después de haber dicho todo cuanto acabamos de decir, cualquier semejanza con él es pura coincidencia... intencionada, querida.
( “Del Iceberg al Arca de Noé”, Leonardo Boff. Sal Terrae.2002 ).
EL TESTAMENTO DE JESÚS.
Yo, Jesús de Nazaret, viendo próxima mi partida, quiero compartir con vosotros , mis discípulos y discípulas, todo aquello que ha sido importante en mi vida, lo que me hace ser quien soy para que allí donde vayáis, viváis como yo he vivido: amando, sirviendo, perdonando, reconciliando, curando heridas. Os entrego:
§ la estrella, a quienes estéis desorientados y necesiten ver claro para seguir adelante, y a quien desee ser guiado/a y servir de guía a otros/as.
§ el pesebre, a quienes no tenéis nada, ni siquiera un sitio para cobijaros o un fuego donde calentaros y poder hablar con una persona amiga.
§ mis sandalias, son vuestras sandalias, las de quienes deseéis emprender un camino, las de quienes estáis dispuestos a estar siempre en camino.
§ la palangana, donde os he lavado los pies. Para quien desee servir, ser pequeño/a, pues será grande por dentro.
§ el plato, donde he partido el pan, para que viváis en faternidad, para quienes estéis dispuestos a amar ante todo y a todos.
§ El cáliz, para quienes estéis sedientos/as de una sociedad más justa y de un mundo mejor.
§ la Cruz, para que os acompañe en vuestras cruces, para que os hagáis disponibles a cargar con las de vuestros hermanos y hermanas y a bajarlos de la Cruz.
También os quiero dejar las actitudes que han guiado mi vida, porque deseo que también guíen las vuestras:
5 mi palabra y mi enseñanza, para que ilumine vuestro camino, para que la pongáis en práctica.
§ la alegría y la humildad, para quien está dispuesto/a a trabajar por el Reino y a darlo todo sin esperar mucha recompensa.
§ Mi hombro, para quien necesite un amigo en quien reclinar la cabeza y a quien está abatido por el cansancio del camino. Para que podáis recuperar fuerzas y continuar caminando.
§ Mi perdón, para que seáis capaces de volver al Padre que os ama cada vez que os alejáis. Para que os hagáis misericordiosos/as y acogedores/as con los demás.
§ Mi amor, para todos, siempre, y especialmente para que lo compartáis con los más débiles.
Todo esto y aún más quisiera daros, pero sobre todo, es mi vida lo que ofrezco, soy yo mismo que me quedo con vosotros, con vosotras, para seguir caminando a vuestro lado, para seguir haciendo florecer la Humanidad y la Tierra con la Paz, la Vida y el Amor. Manteneos unidos y quereos de verdad, yo os he amado hasta el extremo y estáis en mi corazón.
De todo lo que nos ha ofrecido Jesús,
¿qué es lo que yo deseo acoger,
qué necesito más?
ORACIÓN :
ESTE JESÚS ME DESAFÍA
Tengo miedo y me dices: ¡ánimo!
Dudo y me dices: ¡confía!
Me siento angustiado y me dices: ¡tranquilo/a!
Prefiero estar solo/a y me dices: ¡ven y sígueme!
Fabrico planes y me dices: ¡déjalos!
Busco bienes materiales y me dices: ¡despréndete!
Quiero seguridad y me dices: ¡no te prometo nada!
Quiero vivir y me dices: ¡da tu vida!
Quiero ser bueno/a y me dices: ¡no es suficiente!
Quiero ser jefe y me dices: ¡sirve!
Quiero comprender y me dices: ¡cree!
Quiero claridad y me hablas en parábolas.
Quiero poesía y me hablas de realidades.
Quiero tranquilidad y quieres que esté inquieto/a.
Quiero violencia y me hablas de paz.
Pienso en venganza y me dices: ¡presenta la otra mejilla!
Hablo de paz y me dices: ¡he venido a traer la espada!
Intento ser conciliador/a y me dices: ¡he venido a traer fuego a la tierra!
Quiero esconderme y me dices: ¡muestra tu luz!
Busco el primer puesto y me dices: ¡siéntate en el último lugar!
Quiero ser vista/o y me dices: ¡reza en lo escondido!
¡No! No te entiendo, Jesús.
Me provocas. Me confundes.
Al igual que tantos de tus discípulos,
también yo quisiera hallar otro maestro
que fuera más claro y exigiera menos.
Pero me sucede lo que a Pedro: no conozco a nadie
que tenga como Tú palabras de vida eterna.
( Autor desconocido ).
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.
jueves, 20 de marzo de 2008
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