Extracto de una meditación de Semana Santa en 1946
San Alberto Hurtado SJ
El hombre quiere vivir.
Anhelo profundo de nuestro espíritu, el más profundo: vivir.
Si uno ha conocido alguna belleza anhela seguir poseyéndola.
Por eso la naturaleza se resiste a morir. Cuesta morir, el hombre se defiende
-“No pierde la esperanza”-. Y quienes creen que el hombre muere, lloran la muerte, y llevan luto por la muerte. Porque el hombre no quiere morir, sino vivir. Y sin embargo ante nuestros ojos, ¡todo es muerte, separación y dolor! Hay que ser muy joven o muy santo para no conocer el dolor. “Parirás con dolor. Comerás el pan con el sudor de tu frente.
Cultivarás la tierra que te dará abrojos. Tendrás enfermedades y miserias. Morirás...”
El niño nace llorando... el hombre se muere con un gesto de supremo dolor: la última mueca;
está desencajado. Enfermedades ¿quién se escapa de alguna? La muerte ¿quién se escapa?
La grandeza de nuestro espírituPor más grande que sea su amor, siempre le queda una apetencia para algo mayor. Por eso que el hombre es el rey de la creación. Porque es el
único capaz de comprender y de tender a lo infinito. Vivir... recordar nuestro destino.
Lo infinito. Lo que no tiene límites en todo lo que es perfección.Dios, que es bello, más que el sol naciente; tierno, más que el amor de una madre; cariñoso, íntimo, más que el momento más de cielo en el amor; fuerte, robusto, magnífico en su grandeza. Santo, santo, santo, sin mancha. ¿Qué puedo yo soñar en el rapto más enloquecedor? Eso será realidad en todo lo
que tiene de belleza, y mucho más... ¿Comprensión, ternura, intimidad, compañía...? ¡Sí, la tendré! Mirar mi vida a la luz de la eternidad. Mis amores a la luz de la eternidad... Mi profesión... el uso de mi tiempo... a la luz de la eternidad. Los sacrificios que Dios me pida...
Mi vida de estudios, el tiempo que dé a esas realidades tangibles, mudables, sombra de realidad, frente a la gran realidad, la eterna... ¿Qué tiene esto que ver con la eternidad?
La santidad a la que Dios me llama, que me parece austera; la vida de oración, las mortificaciones, mi apostolado, en el que me roe el desaliento... a la luz de la eternidad...
Toda la santidad, a la luz de la eternidad: ¡¡Eso es vivir!!Alegría, ¡y qué feliz se vive cuando se piensa en lo eterno! Allí está mi morada... ¿Dolores? Pasan, pero la eternidad permanece. ¿Muerte? No, un hasta luego, sí ¡hasta el cielo! ¡Hasta muy pronto! ¿Pobreza? Pero si se aligera gran valor allí. Bienvenido. ¿Enfermedades? La deformidad pasará y con mis ojos veré a Dios para siempre. ¿Qué puede turbar a quien mira lo eterno? Con razón decía Santa Teresa: Nada te turbe; nada te espante... ¡Sólo Dios basta! Es el invencible, el inconfundible,
el que siempre ríe, el constante, el esforzado, el caritativo... el que todo lo mira a esa luz, la gran luz, ¡¡la de lo eterno!!¡Señor, qué pocos piensan así! ¡Que poco pienso yo así! Y sólo así se piensa en cristiano, ¡y toda otra visión de la vida es pagana! Pero esta visión es imposible
sin una vida de intensa oración, sin recogimiento, sin meditación, pero cualquier sacrificio vale la pena por este tesoro.Recordemos lo que decía el Señor: El Reino de los cielos es semejante a un hombre que descubrió un tesoro, y habiéndolo descubierto, ¡vendió todo para comprar aquel campo! (Mt 13,44). Venderlo todo. Es lo que han hecho los santos, los mártires, es lo que hacen los cristianos de verdad.Lo que es la vida eternaPoseer a Dios... y llenar eternamente con nuevos y nuevos aspectos mi inteligencia sedienta de verdad. No es mirar y saciarme, sino penetrar y ahondar un libro inagotable, porque es infinito y mi inteligencia permanece finita. Es un viaje infinitamente nuevo y eternamente largo.Hay momentos en que uno tiembla de ser perturbado: tan bella es la armonía, tan interesante el pensamiento; más armoniosos y más profundos serán los conocimientos del cielo. Y esto, por toda una eternidad,
sin temor que nadie nos perturbe. Éxtasis de amor en el amor. ¡El amor sin fin de Dios! ¡Dios es Amor! Y Él nos amará, y lo amaremos sin sombras, sin temor de malos entendidos.“¡Hoy estarás conmigo!”, le dijo Jesucristo al ladrón. No había para que decir en el paraíso, porque
estar con Jesucristo es el Paraíso. Cuando los Apóstoles vieron un rayito de su luz en la transfiguración… qué bueno sería quedarnos aquí. El corazón más noble, el amigo por
excelencia, el que posee todos los secretos de la grandeza humana. En el cielo, junto a mí, será mi amigo, mi maestro. ¡Vivir es vivir con Él! Los seres amados en Cristo, poseídos en Él también en el cielo. Vivir con mi madre... ¡seis meses de ausencia! Qué ganas de volver a ver
a los seres queridos... Vivir, conversar, mirarse, unirse... sin que nada los separe porque ambos amarán lo mismo, verán las cosas en la misma forma, no habrá el temor de una incomprensión, y nada, ni la muerte, que no existirá, ni el cansancio, ¡¡ni el sueño vendrá a turbar este amor que será eterno!!¡Vivir! ¡Esto es vivir! Cuando miro el viaje desde el cielo a la tierra... Desde el amor del Padre a la cruz, ¡algo muy grande debe haber pretendido!
No se explica tamaña humillación sino por un motivo muy grande. ¿Por qué el Padre nos ha dado su Hijo? Por algo muy grande: Para darnos la vida... pero ¿qué vida? La vida divina:
“Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Vino a hacernos sus hijos, verdaderos hijos de Dios, hijos verdaderos de Dios y, por tanto, herederos del cielo. ¿Demasiado bella esta doctrina? Sí, ¡demasiado para nuestra concepción humana! Imposible
para la cabeza y el corazón de un hombre... y por eso quien no se resigna a entrar en los planes de Dios, quedará extraño a la fe cristiana. “En verdad te digo, que si un hombre no nace de
nuevo no puede ver el Reino de Dios. ¿Cómo puede un hombre nacer de nuevo cuando es viejo?
¿Puede acaso entrar una segunda vez en el vientre de su madre y nacer de nuevo? En verdad te digo que si un hombre no nace del agua y del Espíritu Santo no puede entrar en el Reino de Dios (Jn 3, 3-4).
¡Señor que haga yo la verdad, para que llegue a tu luz, luz indefectible, luz alegre, luz verdadera¡ ¡luz que es vida!Señor yo quiero creer, para llegar a amar.
Señor yo quiero creer, para poder alcanzar.Señor yo quiero creer, porque quiero vivir tu vida, contigo.
Con Jesucristo mi amigo,Con mi Madre María, Con mis seres queridos,Con tus Ángeles y Santos.Por siempre jamás. Amén. Amén. Amén.
FUENTE : www.laicosignacianos.cl/
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.
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