martes, 29 de julio de 2008

UNA CONFESIÓN DE GANDHI.

UNA CONFESIÓN DE GANDHI.
" Gandhi narra una confesión que tuvo que hacer a su propio padre por haber robado. Es de una belleza impresionante este episodio de amor y perdón.Podremos comprender a Dios cuando nos perdona a todos nosotros. "
“Sin embargo, infinitamente más grave que esa rapiña, fue el robo del que fui culpable un poco después.La rapiña de monedas se situó alrededor de mis 12 años o aún antes. Cuando cometí este robo tenía 15 años. Esta vez fue un pedazo de oro que saqué de la pulsera de mi hermano. El usaba en su muñeca una pulsera de oro macizo y era un juego hacerle saltar un pedacito.Fue lo que hice.Pero ese gesto me comenzó a pesar atrozmente. Tomé la resolución de no robar nunca más.También decidí confesarle todo a mi padre. Pero no me animaba a hablarle a viva voz. No porque me tuviera el miedo de ser golpeado. ¡No! No recuerdo que nuestro padre haya golpeado alguna vez a alguno de nosotros.Temía la pena que le iba a causar. Pero sentía que tenía que correr el riesgo y que solo una confesión franca podría lavarme. Finalmente me resolví a escribir mi confesión, para someterla a mi padre y pedirle perdón. La escribí en un pedazo de papel y yo mismo la entregué.No confesaba únicamente mi falta sino que también reclamaba un castigo apropiado y le juraba que nunca más volvería a robar. Al tenderle esta confesión a mi padre yo temblaba. En aquel entonces él sufría de una dolencia que lo obligaba a guardar cama. Esta era una simple tabla. Le extendí mi carta y me senté del otro lado de la madera. Leyó la carta sin perder palabra y las lágrimas aparecieron corriendo sobre sus mejillas y mojando el papel. Se había sentado para leer. Se acostó nuevamente. Yo también lloraba. Podía ver que él sufría atrozmente. Si fuese pintor me sería fácil, aún hoy, fijar toda la escena, porque permanece muy clara en mi espíritu.Esas perlas de dolor y de amor purificaron mi corazón, lavándolo del pecado. Hay que haber conocido un tal amor para darse cuenta de su belleza.Esta especie de perdón sublime no era natural en mi padre. Yo esperaba una explosión de cólera y, en cambio, lo encontré extraordinariamente apacible, gracias a mi confesión sincera, estoy convencido de ello. La confesión sin reservas, seguida de la promesa de no cometer nunca más el pecado, cuando se la hice a quien debe recibirla, es el tipo de arrepentimiento más puro.Sé que mi confesión calmó a mi padre, en lo que me concernía un sentimiento de absoluta seguridad, y que su afecto por mí se encontró extraordinariamente aumentado”.

ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO VARGAS.

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