domingo, 16 de septiembre de 2007

ALIANZA : AMISTAD CON DIOS - LUIS GONZÁLEZ

ALIANZA : AMISTAD CON DIOS- LUIS GONZÁLEZ QUEVEDO

Rembrandt - " Moisés "


"Según la Biblia, el amor de Dios por Israel se manifiesta en el concepto de Alianza (berît, tratado, compromiso de amistad, bajo juramento). A lo largo de toda la historia de Israel, el Dios Creador y Libertador actuó como Aliado de Israel, Amigo y Compañero, Esposo. Pero fue en el episodio central de la estada del pueblo en el desierto del Sinaí, que YHWH (Adonai, el Señor) ofreció a Israel, de forma solemne, una Alianza de amor.La Alianza con los patriarcas, Abraham, Isaac y Jacob, era unilateral; resaltaba la promesa de Dios (Gén 17,8). La Alianza del Sinaí es bilateral; incluye la responsabilidad del pueblo. La iniciativa es de Dios, pero conlleva una exigencia de fidelidad exclusiva del pueblo hacia YHWH. La Alianza en el Sinaí es el sacramento fundacional del pueblo elegido.El compromiso recíproco de YHWH e Israel se expresa en la palabra hebrea heded, que puede ser traducida como amor, bondad, misericordia, gracia. Esta relación de amor recíproco implica una responsabilidad mutua entre quienes se pertenecen el uno al otro.El núcleo de la fe de Israel está contenido en el Shemá, que el judío piadoso reza todos los días, por la mañana y por la noche: "oye, Israel: Yahvé nuestro Dios, Yahvé uno es. Y amarás a Yahvé tu Dios desde todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todo tu poder (Dt 6,4-5). Estas palabras no son una fórmula estereotipada, sino una invitación, siempre renovada, a establecer una relación de amor con el Creador.Para el judío piadoso, la Alianza no es una idea, sino una realidad vivida diariamente. Dios eligió Israel, gratuitamente, por puro amor: "no por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Yahvé, y os ha escogido; porque vosotros erais los más pocos de todos los pueblos; sino porque Yahvé os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres (Dt 7,7-8). Y el pueblo de Israel sintió que Dios estaba siempre con él”. En las llanuras de Moab, donde Moisés va a morir, la Alianza será renovada, una vez más (Dt 29,1-30,20). En Siquén, es Josué quien comanda la renovación del compromiso de fidelidad del pueblo: "que nunca acontezca, que dejemos a Yahvé para servir a otros dioses (...) A Yahvé nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos" (Jos 24,1-28).Adoptado por el Señor como un hijo (Ex 4,22-23), Israel deberá vivir en obediencia y de forma dulce hacia Él. Para explicitar la relación de Israel con Dios, la Sagrada Escritura usa también la imagen marital. En el libro Cantar de los cantares, el amor humano es parábola viva del amor de Dios por su pueblo.En la Encíclica Dios caritas est, Benedicto XVI cita dos palabras hebreas usadas por el Antiguo Testamento, para designar el amor: dodim (=“amores”, plural de dôd = amado, amor), expresa “el amor todavía inseguro e indeterminado”, como lo del joven inexperto y sin juicio seducido por la prostituta (por ejemplo, en Pro 7,18).Pero, en el idioma hebreo, el amor es expresado también con otros términos derivados del verbo aheb (= amar, gustar, enamorarse): ahab, ohab, ahabà. Es con este amor que Dios ama a Israel: "porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé..." (Is 43,4). Con tal amor, también, Israel debe amar a Dios, como una esposa ama a su esposo.En la traducción griega del Antiguo Testamento, ahabà fue traducido como ágape, que será el término característico de la concepción cristiana del amor. En esta, escribe Benedicto XVI, “el amor se transforma en cuidado del otro y por el otro. Ya no se busca a si mismo, no se busca la inmersión en la embriaguez de la felicidad; se busca, en cambio, el bien del amado”.En el Nuevo Testamento, la vida cristiana consiste en una Nueva Alianza de la humanidad con Dios, en Cristo. Por su vida, su pasión y su muerte, Jesucristo realiza la plena y definitiva Alianza de Dios, no sólo con el pueblo de Israel, sino con toda la humanidad. En la Última Cena, Jesucristo sella una Nueva Alianza con su sangre, que es derramada por muchos (= por todos). La Carta a los Hebreos opone la Nueva a la antigua Alianza, citando Jer 31,31-34. La Alianza sellada con la sangre de Cristo es una “eterna Alianza” (Heb 13,20), una “Alianza mejor” (Heb 8,6), que cancela la antigua (Heb 8,13). El acto simbólico sacramental de la Nueva Alianza en Jesucristo es el Bautismo, por el cual un ser humano (o sus padres, a su nombre) renuncia a todo lo que le aparta de Dios, comprometiéndose a vivir enteramente para Él. En la confirmación (sacramento del crisma), los bautizados confirman este compromiso. En el sacramento del matrimonio, los esposos se comprometen a amarse y respetarse, para toda la vida, volviéndose signo visible del amor de Cristo y su Iglesia. En la vida consagrada, por la profesión de los consejos evangélicos, la persona se compromete, “por un nuevo y peculiar título” (Vaticano II), a pertenecer íntegramente al Señor. La Alianza de amor puede ser expresada, también, con el concepto de “amistad”. En la amistad, dos personas se encuentran y se reconocen mutuamente como únicas, en la singularidad de cada una. En ese reconocimiento recíproco se experimenta el misterio de la presencia del otro. Al mismo tiempo, al revelarse al “tú”, el “yo” se descubre a sí mismo. Cada uno de nosotros le puede decir al Señor: “yo soy aquél (o aquella) a quien Tú amas”.La experiencia humana de la amistad es perfume y bálsamo, que alegra y suaviza la dureza de la vida. La verdadera amistad puede ser vista como parábola de la Alianza que Dios hizo con la humanidad, en Jesucristo. Pero para que la amistad humana sea epifanía del amor de Dios, es necesario que ésta no se cierre en sí misma, sino que permanezca abierta al Otro y a los otros.Como todo amor verdadero, la Alianza o amistad entre Dios y los seres humanos es “para siempre”. El don que Dios nos da en Cristo se prolonga hasta la vida eterna. Sin embargo, como es un don, la amistad que Dios nos ofrece no se impone, sino que pide nuestra libre aceptación, porque el verdadero amor respeta la libertad de la persona amada.


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Luís González-Quevedo, S.J.Miembro del Centro de Espiritualidad Inaciana de Itaici, Brasil.


Este texto fue sacado del libro Um sentido para a vida: Princípio e Fundamento, San Pablo, Ediciones Loyola .

FUENTE : http://www.miradaglobal.com/

ENVIÓ : Patricio Gallardo V.

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