domingo, 23 de septiembre de 2007

¿ PEDRO ?

¿ PEDRO ?



Señor,
nos invitaste a seguirte
y aceptamos.
Confiábamos.
Confiábamos, quizás equivocadamente,
en que nos harías la vida más fácil.
Confiábamos,
tal vez más equivocadamente,
que habías apreciado nuestras habilidades
y que, por ellas, nos necesitabas.
Pero no quisimos dejar nuestras redes.
¿Cómo sobrevivir sin ellas?
Asentiste calladamente,
y nos diste la libertad de cargarlas.
Pero, ¡cuántas veces tropezamos,
nuestros pies se enredaron,
nos impedían ver bien el camino!

Te pedimos caminar sobre las aguas,
y respondiste: "vengan".
Pero la voz del viento
fue más fuerte que tu orden,
y las negras aguas de borrasca
nos cubrían...

¡Sálvanos, Señor!
Tropezamos con nuestras redes,
el viento nos doblega,
nos hundimos, caemos.
Te hemos seguido, Señor,
como pudimos:
a los tumbos, en las caídas,
confesándote y desconociéndote,
a gritos, con lágrimas.
Pero tu mano poderosa y delicada
una y otra vez nos levanta,
nos sostiene,
nos pone de nuevo en el camino.

Tal vez tuvimos miedo
de conocerte más,
de ver que en tu invitación
estaba también la necesidad
de tu incapacidad elegida,
y tu ilógica libertad que escurría de nuestras redes.
Tal vez tuvimos miedo de escuchar
que nos pedías
justamente lo que más nos costaba darte.
Tal vez
confiamos más en las redes
que en ti.

Hoy somos nosotros
quienes queremos invitarte.
Sube a nuestra barca, Señor,
acompáñanos a lo profundo del lago.
Enséñanos, de nuevo, a echar la red.
El milagro depende de ti.


2004 © Red de Liturgia y Recursos de Educación Cristiana CLAI-CELADEC
Autores: Nerina González de Galdean
Fuente: Red Latinoamericana de Liturgia CLAI
Aportado por: Equipo De Selah
ENVIÓ : Patricio Gallardo V.

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