domingo, 30 de septiembre de 2007

TECLA DE ICONIO

Madres de la Iglesia
1. Tecla de Iconio

Una mujer "igual-a-los-apóstoles"


Junto con María, Madre de Jesús y Madre de la Iglesia a pleno título, encontramos ya en las páginas del Nuevo Testamento, una gran cantidad de mujeres que bien merecen asociarse a la maternidad espiritual de la Virgen Santa. Así en la Iglesia de Jerusalén, encontramos a María Magdalena, la primera testigo de la Resurrección, que seguramente tuvo un rol de importancia en la Primera Comunidad... (más allá de las conjeturas de algunas actuales versiones novelescas). Está María, la madre de Marcos, con la comunidad reunida en su casa (el cenáculo) y con su inquieta servidora Rosa (o Rodé). Están Tabita y Lidia, Evodia y Síntique, Eunice y Loida, María de Roma y Persis. Están la diaconisa Febe y también Julia, Olimpia, Trifena, Trifosa, la hermana de Nereo y la mamá de Rufo, de la Comunidad de Roma .

Aquí quisiéramos recordar la historia de las "Madres de la Iglesia", de los primeros tiempos de la Iglesia, no recordadas en el Nuevo Testamento, pero igualmente reconocidas en la tradición eclesial.

Empezamos recordando la historia de Tecla de Iconio, que tiene el grandioso título de Isoapóstola (Igual a los apóstoles). Tecla fue seguramente el modelo de cristiana más popular de los primeros tiempos de la Iglesia. Los más destacados "Padres de la Iglesia" se refieren a ella como modelo para las muchachas que quieren entregar su vida a Cristo; así, por ejemplo, Juan Crisóstomo, Ambrosio de Milán, Gregorio de Niza y el mismo Tertuliano...

Durante el año 48, en la ciudad de Iconio, San Pablo predicaba en la casa de un amigo. Enfrente vivía Tecla, hija de Teoclia, una joven de familia rica, prometida en matrimonio a Tamiris.

Tecla quedó extasiada con la predica de Pablo y decidió seguirlo en su peregrinar. Su prometido denunció a Pablo por hechicero y éste fue encarcelado. Ante esta situación, Tecla repartió sus joyas entre los pobres y las utilizó para conseguir la liberación de San Pablo. A partir de este momento, Tecla y Pablo viajan juntos, predicando el Evangelio. Posteriormente la santa siguió sola su misión en Seleucia. Fue perseguida por las autoridades romanas, encarcelada y sometida a terribles tormentos de los que salió incólume.

Los "Actos del martirio" de Tecla incluyen, entre otros, los siguientes tormentos: fue lanzada a un foso con reptiles venenosos, que no la tocaron. Se la ató entre dos bueyes, para despedazarla, y éstos perdieron su fuerza. La colocaron sobre una pira para quemarla viva, pero el fuego se apartó y quemó a sus verdugos. Finalmente, fue lanzada a los leones, los cuales lamieron sus heridas y sanó. Esta persecución, que empezó cuando tenía 18 años, la hace "protomártir" de las mujeres. Derrotados, sus perseguidores la dejaron en libertad y ella vivó en una cueva, como ermitaña, dedicada a la oración hasta su vejez.

Así, "la protomártir, apóstola y virgen de Dios, vivió otros 72 años", como nos recuerdan los "Actos de Pablo y Tecla", un manuscrito griego de Asia Menor, del siglo II. Hay un dato interesante en el relato de la persecución, y es que todas las mujeres de Iconio se pusieron, solidariamente, al lado de Tecla, protestando frente a la autoridad: "¡Perezca la ciudad a causa de esta iniquidad! ¡Mátanos a todas nosotras!; esto es un espectáculo atroz, y tu sentencia, procónsul, es malvada".

Además de las palabras, las mujeres pasaron a una solidaridad efectiva, tirando sus perfumes y otros objetos personales para distraer a las bestias del circo y logrado su propósito, alabaron a Dios, gritando: "¡Hay un solo Dios; el Dios que ha salvado a Tecla!".

Ya anciana, y en una nueva agresión, le fueron enviados unos soldados para ultrajarla. Tecla de Iconio oró para librarse del nuevo tormento y permanecer pura. La cueva se derrumbó, transformándose en su tumba. Después de su muerte, ese lugar se transformó inmediatamente en lugar de peregrinaciones y de gran veneración. Otra mujer excepcional del siglo IV, la peregrina Egeria (también ella una de las "Madres de la Iglesia") nos relata que durante su peregrinación encontró en Seleucia el santuario dedicado a Santa Tecla, y animado por la diaconisa Marthana, que dirigía un monasterio de mujeres y hombres. Las dos mujeres ya se habían conocido antes en Jerusalén, y ahora podían abrazarse nuevamente, en este lugar mítico, que Tecla de Iconio con su coraje y su radicalismo cristiano, había transformado en lugar de memoria para todas las mujeres cristianas, y para toda la Iglesia.

Quinto Regazzoni

FUENTE : www.chasque.net/umbrales
ENVIÓ : PATRICIO GALLARDO V.

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