Para vivir la comunión
La Comunidad, espacio de compartir
Para amasar nuestra vida
Algunos elementos para comprender el gesto de la fracción del Pan ( 1 )
JUAN DE BORGOÑA – LA ÚLTIMA CENA.
1. Para situarnos El texto de la Carta a los Corintios puede ser dividido en dos grandes partes: 1Co 1, 1 – 6, 11 y 1Co 6, 12 – 16, 24. En la primera parte, Pablo da órdenes, critica y condena con firmeza las faltas de algunos miembros de la comunidad, pero aún no da consejos y sugerencias de nuevos caminos. Ya en la segunda parte, él sugiere que la comunidad, a la luz de la práctica de Cristo, haga un discernimiento de su manera de actuar. Aquí el Apóstol habla de manera más serena, ofreciendo pistas y dando consejos. Él responde a preguntas muy concretas de la comunidad, como casamiento y virginidad (1Co 7, 1 – 40), carnes sacrificadas a los ídolos (1Co 8, 1 – 10, 33), buen orden en las reuniones de la comunidad (1Co 11, 1- 16), abusos practicados en la celebración de la Cena del Señor (1Co 11, 17 – 34), dones y carismas (1Co 12, 1 – 14, 40), fe en la resurrección de los muertos ( 1Co 15, 1 – 58). Estas preguntas llegaron al conocimiento de Pablo por medio de cartas y de contactos con personas de la comunidad, como la familia de Cloe (1Co 1, 11), Estéfanas, Fortunato y Acaico (1Co 16, 17). Probablemente, las preguntas sobre la Cena le llegaron por esa fuente oral. Pero, ¿cuál era realmente la situación de la comunidad de Corinto? Esta famosa ciudad griega estaba situada entre dos puertos: el de Lequeo, en el golfo de Corinto, y el de Céncreas, en el golfo Sarónico. La distancia entre ellos era de seis kilómetros. En la época del Nuevo Testamento, la importancia comercial de la ciudad de Corinto era enorme. Ahí había una mezcla de gente de diversas razas y culturas, expresadas por ejemplo por la presencia de varias sinagogas y de muchos santuarios y templos con sus dioses (Cf. 1Co 8, 5) donde se practicaba la prostitución sagrada. Corinto era también sede de juegos y competencias (1Co 9, 24-27). Todo eso le daba fama de ser una ciudad de vicios y placeres (1Co 5, 1.9; 6, 9-10. 15-20). La primera carta a los corintios presenta varias informaciones sobre la situación de la comunidad. En ella había de todo: judíos y griegos, gente rica, de mucha cultura, “los fuertes”, y gente pobre, muy simple, “los débiles”. La mayoría de los miembros de la comunidad estaba formada por griegos convertidos, gente muy pobre (1Co 1, 26), esclavos o recién liberados. Eran personas muy alegres, que se expandían en las celebraciones comunitarias, creando a veces confusión (1Co 14, 26). La experiencia de la libertad conquistada en Cristo los llevaba a pensar que de ahora en adelante, todo estaba permitido (1Co 10, 23-33; 6, 12). Había mucha división en la comunidad. Había seguidores de Pablo, de Pedro y de Apolo. Y había los que no querían aceptar ningún intermediario entre ellos y Cristo (1Co 1, 10-13). Pero el problema más serio era el escándalo dentro de la comunidad. Los novatos, que estaban en el inicio de su camino, y los de conciencia más débil (1Co 8, 7-13), que cultural y económicamente eran inferiores, estaban escandalizados con el comportamiento de los ricos y de los poseedores “de una conciencia más esclarecida” (1Co 8, 10). Éstos, además de contribuir para que los “débiles” perdieran la fe, estaban llevando una vida ambigua, adoptando maneras de actuar contrarias a Jesús. Esos problemas y divisiones de la comunidad se volvían manifiestos, sobre todo en el momento de la Cena del Señor, descripta en 1Co 11, 17-34, donde Pablo invita a la comunidad a hacer un serio discernimiento sobre su manera de actuar. Antes de detenernos en la estructura de 1Co 11, 17-34, es importante tener presente que este texto es el relato más antiguo del Nuevo Testamento sobre la institución de la Cena del Señor. Se remonta a la época de la fundación de la comunidad de Corinto, hacia los años 50-51. Para aquella comunidad, la celebración estaba profundamente ligada a su costumbre comunitaria de comer juntos como expresión de solidaridad y de compartir.
2. Un comentario
La reflexión de Pablo sobre la cena del Señor está organizada en tres momentos bien destacados: A- vv. 17-22: descripción de la situación de la comunidad, denuncia. B- vv. 23-26: la Cena del Señor, anuncio. A´- vv. 27-34: condiciones para participar de la Cena del Señor, discernimiento. 1Co 11, 17-22, denuncia: La celebración de la Cena del Señor en la comunidad de Corinto era el punto culminante de una gran comida comunitaria, donde todos traían algo de sus casas para poner en común. Los participantes compartían el fruto de su trabajo comiendo y bebiendo juntos. Esto era una experiencia de fiesta que creaba fraternidad y generaba nuevas relaciones, vida nueva. Comer un poco de todo era una forma de igualdad. Además de eso, para los pobres de la comunidad probablemente era un día de probar una comida mejor, gracias al compartir de aquellos que tenían mayores condiciones financieras, “los fuertes”. Por otro lado, para los mejor situados la Cena era una oportunidad para sentir de cerca la dureza de la vida de sus hermanos menos favorecidos. Pero ese ideal no se estaba dando. Pablo censura a la comunidad duramente: “no puedo elogiarlos, pues sus asambleas en vez de ayudarlos a progresar los perjudican”. Él señala los problemas que se estaban viviendo, pues había tenido informaciones de las divisiones en la comunidad. Si bien tales divisiones pueden tener un elemento positivo mostrando quién es cada uno, el primer motivo sin embargo era el egoísmo. Algunos, teniendo la posibilidad de llegar primero a la reunión de la comunidad comían rápidamente lo que habían traído. Ellos no practicaban el compartir que era el punto fuerte del encuentro comunitario. Así, mientras unos comían y bebían hasta hartarse, los pobres que poco o nada habían traído para colaborar y que normalmente llegaban atrasados, quedaban privados de la oportunidad de una buena comida. ¿Por qué será que llegaban atrasados? Puesto que esas celebraciones eran realizadas al final de la tarde, muchos llegaban atrasados por el trabajo. Pero también y sobre todo porque, siendo pobres y no teniendo con qué contribuir, dejaban pasar la primera parte de la reunión para zafarse de la vergüenza de no poder colaborar o ser ridiculizados por su escasa contribución o, aún más, para evitar ser considerados aprovechadores por los “fuertes”. Los apresurados, a su vez, querían evitar entrar en contacto con el sufrimiento del pobre y compartir con ellos lo que habían traído, y peor aún, tener que comer de su pobre comida. Pablo pregunta: “¿es que en sus casas no tienen ustedes dónde comer y beber?” (v. 22). O sea, si no quieres compartir, quédate en casa. No vengas a deshacer a aquellos que ya están deshechos por la sociedad. La vida comunitaria de compartir y de solidaridad no puede ser un comportamiento “haz de cuenta que”. ¡O es, o no es! Pablo da algunas órdenes y normas y presenta el ejemplo de Cristo, para que la comunidad saque sus consecuencias. Una vez más pablo dice: “en ese punto no los elogio” (v. 22). No compartir es traicionar el ser cristiano. Es ir contra el sentido de la Cena del Señor, que es exactamente el compartir todo, hasta la propia vida. 1Co 11, 23-26, anuncio: El ejemplo de Jesús es el compartir total. Un gesto así no se improvisa, sino que se construye en lo cotidiano de las relaciones fraternas y sociales. Esa es la orientación de Pablo para el compartir. Él dice: “yo recibí personalmente del Señor aquello que les transmití” (v. 23). Es la fidelidad a la tradición recibida. Y Pablo continúa: “en la noche en que fue entregado, el Señor Jesús tomó el pan, y después de dar gracias, lo partió”. Jesús toma el pan y lo reparte. Este pan, repartido hasta no sobrar nada para sí, es su cuerpo para los otros. “¡Esto es mi cuerpo que es para ustedes!”. Este gesto de compartir es más que simple recuerdo. Es memorial, esto es, el pasado que se vuelve presente y transforma nuestro hoy. La propuesta de la Eucaristía o Cena del Señor, es actualizar la acción de Jesús, su práctica de solidaridad, de compartir, de entrega total. El cáliz también debe ser “repartido” como memorial de la Nueva Alianza, sellada con la sangre de Cristo (v. 25). La asamblea reunida en nombre del Señor para comer y beber hace presente su gesto de entrega de la propia vida. Este gesto tiene dos dimensiones muy fuertes: anuncia la pasión, muerte y resurrección del Señor para nuestra salvación, y recuerda el encuentro definitivo con Él, “hasta que él venga”, la gran asamblea a la cual nadie va a faltar. Con eso, Pablo hace un llamado para que la comunidad concrete, aquí y ahora, la presencia de Cristo por una convivencia verdaderamente fraterna, marcada por el compartir. Para Pablo, participar de la Cena del Señor es formar un solo cuerpo con Cristo (1Co 10, 17). Pablo pasa entonces al tercer punto de su discurso, pidiendo que la comunidad se autoevalúe por medio de un buen discernimiento. 1Co 11, 27-34, discernimiento: Pablo retoma las expresiones “comer y beber” (v. 28) y “reunirse” (v. 33) y saca las implicancias de la participación en la Cena del Señor. Él usa un lenguaje casi “judicial” para mostrar que tal participación es, en sí misma, un juicio. Veamos sus expresiones: “reo” (v. 27); “examinarse” (v. 28); “sin discernir”, “condenación” (v. 29); “si nos examinásemos”, “no seríamos juzgados” (v. 31), “juicio del Señor”, “no seamos condenados” (v. 32) y “no se reúnan para su condenación” (v. 34). La participación en la Cena del Señor significa confrontar nuestra vida con la práctica de Jesús. Su gesto de compartir, de entrega total, es nuestro mayor criterio de discernimiento. No se puede comulgar el Cuerpo del Señor sin comulgar la vida del hermano. Participar de la Eucaristía sin vivir la solidaridad y el compartir la vida en el día a día es profanación. Es autocondenación. Pablo usa la palabra “indigno” para referirse a aquel y aquella que comen el pan del compartir habiendo optado habiendo optado interiormente por el no compartir. Eso es una contradicción, pues la Cena del Señor es don para los otros, conforme a la práctica de Jesús (v. 27). El llamado del apóstol es a que cada uno se examine a sí mismo (v. 28), pues cada uno, cada una, sabe de su opción de compartir o no. [1] AAVV. “Camino y Memoria del pueblo en la Biblia” Visión general de la historia. Ed. Centro Bíblico Ecuménico. Págs. 211 - 217
FUENTE : www.san-pablo.com.ar/
ENVIÓ : Patricio Gallardo V.
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