I Organización literaria de Jn 10
La organización literaria del capítulo 10 de san Juan se estructura a partir de la temática de los tres primeros versículos de la “comparación” o “parábola” de 10, 1-5, llamada así en 10, 6:
a) Jn 10, 1: la puerta del corral;
b) Jn 10, 2: el pastor de las ovejas, y
c) Jn 10, 3-5: las ovejas propias que escuchan su voz.
El material que sigue a Jn 10, 6 retoma uno por uno los elementos mencionados:
a) Jn 10, 7-10: la explicación de la puerta del corral; la perícopa se inicia con la fórmula de autorrevelación “yo soy”.
b) Jn 10, 11-18: la explicación acerca del pastor de las ovejas, perícopa que también se inicia con la fórmula de autorrevelación “yo soy”, y
c) Jn 10, 22-30: la explicación de las ovejas que siguen a su pastor que se inicia con una información local (Jesús en el templo, paseando por el pórtico de Salomón) y temporal (“era invierno”).
Ampliando estas consideraciones, un esquema que nos puede ayudar a comprender mejor el contenido de Jn 10 y su articulación es el siguiente:
A: Jn 10, 1-6
Introducción:
10, 1; 10, 2; 10, 3-5;
PUERTA PASTOR OVEJAS
â
B: Jn 10, 7-31
â Explicación: â
10, 7-10 10, 11-18 10, 22-30
YO SOY… YO SOY… Era invierno… la Fiesta…
El CRISTO… OBRAS…
Explicación sobre la Explicación sobre el Explicación sobre las
PUERTA del corral. PASTOR de las ovejas. OVEJAS del pastor.
â â
10, 19-21 10, 31
Incomprensión Incomprensión
â
C: Jn 10, 32-39
Controversia:
OBRAS buenas
[Gén 1, 31]
â
10, 39
Incomprensión â
¯ ÷
D: Jn 10, 40-42
Conclusión:
Éxodo de Jesús
Cuatro partes se distinguen: a) Jn 10, 1-6: Introducción: “puerta - pastor - ovejas”; b) Jn 10, 7-31: Explicación de la “puerta - pastor - ovejas”; c) Jn 10, 32-39: Controversia sobre las obras de Jesús y el testimonio del Padre, y d) Jn 10, 40-42: Conclusión: el nuevo éxodo.
En la Introducción (Jn 10, 1-6) es probable que haya que reconocer dos parábolas diversas: por una parte, la del pastor, el ladrón y el salteador (Jn 10,1-3a) y, por otra, la del pastor y el extraño (10, 3b-5). Cada parábola subraya un aspecto diverso: la primera la legitimidad del pastor; la segunda, su relación familiar con las ovejas.
I Los judíos, ladrones y bandidos
El tema de las “ovejas” ya se había insinuado en san Juan, primero en contexto cultual (Jn 2, 5) y luego en contexto de debilidad y opresión (5, 1-3; en v 2: “La puerta llamada de las ovejas”). El principio básico que abre el capítulo es que aquel que “no entra por la puerta al redil de las ovejas... ese es un ladrón y un salteador” (Jn 10, 1), porque al obrar así revela sus malas intenciones; no entra por la puerta aquel que busca aprovecharse de las ovejas. Se habla, pues, de las ovejas en función de los pastores, es decir, para fijar las condiciones de legitimidad de los pastores de Israel.
El epíteto “ladrón” (Jn 10, 1c: kléptês) en el NT lo recibe Judas Iscariote (12, 6) por apropiarse de aquello que no le pertenece. El comportamiento de Jesús es de signo contrario al de Judas, pues Jesús lo poco que obtiene de otros lo distribuye para provecho de todos (6, 11). Los fariseos –como Judas– son “ladrones” porque se han apropiado de los bienes de todos (Dios y su voluntad expresada en sus leyes) y se han apoderado de los puestos de jefes y jueces, que Dios no les ha confiado. Son los pastores aprovechadores que ya denunciaba el profeta Ezequiel (Ez 34).
El calificativo de “bandido” o “salteador” (Jn 10, 1c: lêstês) lo recibe Barrabás (18, 40) porque emplea la violencia para conseguir sus propósitos (en Hech 3, 14 foneús: “asesino”). Los Sinópticos lo describen como “preso famoso” (Mt 27, 16), encarcelado con aquellos “revoltosos que habían cometido un asesinato en una rebelión” (Mc 15, 7; cfr. Jn 18, 39). Los actos violentos infunden miedo y terror, consecuencia lógica de la tropelía, el maltrato y la agresividad. Los fariseos son “bandidos” por el terror que infunden entre los israelitas (Jn 7, 13; 9, 22) a raíz de sus exageradas interpretaciones de la Ley y de sus métodos de control sobre la vida religiosa del pueblo (1, 19; 2, 18; 5, 10.33; 8, 15). Son hijos del Diablo, homicida desde el principio y padre de la mentira (8, 44).
I Jesús, la puerta de las ovejas
El pastor legítimo entra por la puerta “al redil” de las ovejas (Jn 10, 1: aulê).
El griego aulê (“redil”) se emplea en los LXX para indicar el recinto donde se encontraba la Tienda del Encuentro y, en épocas posteriores, designaba los atrios del templo (Ex 27, 9.12.16; Lev 8, 31), patios cercados (2 Sam 17, 18; cf. Jn 18, 15) y palacios reales (1 Re 3, 1; Est 1, 1.5; 2, 19). Nunca –a excep-ción de Is 34, 13– se utiliza en los LXX para indicar un recinto de animales. Por tanto, el sentido de “entrar por la puerta al redil” no es entrar por la puerta al “corral de las ovejas”, sino a la institución judía, donde los fariseos –malos pastores– dominan y gobiernan tiránicamente el rebaño de Dios.
El Ungido penetra en la institución judía con la finalidad de llamar a sus ovejas y formar el rebaño de Dios (Jn 10, 3b). Las ovejas reconocen en el Ungido al Buen Pastor que da luz y vida, que las saca del templo/sinagoga judía (el “redil”; comp. Jn 10, 3c con 2, 15), lugar de opresión y muerte, y las reúne como el nuevo rebaño de su Padre Dios. Jesús no ha venido a reimpulsar y potenciar las instituciones de Israel, sino a crear una comunidad nueva para Dios (cfr. Lc 5, 36-39).
Aún más, Jesús mismo se autoproclama la “puerta” (thúra), no solo por donde deben entrar los dirigentes, sino también las ovejas (10, 7.9). El que entre por esta puerta encontrará “pastos” (10, 9), es decir, nomê (“pasto”) y no nomos (“ley”; nótese el juego de palabras en griego), y el “pasto” que ofrece la puerta-Jesús es el pan de vida que es Él mismo (6, 35.48-51) y su palabra que salva de la muerte (8, 51). La Ley interpretada y enseñada por los rabinos de los fariseos no da vida, y Jesús la reemplaza por el verdadero alimento (pan y palabra del Mesías) que sí otorgan la vida en plenitud (10, 10b).
Una vez que todas sus ovejas están fuera del corral (de la institución judía), el pastor se pone delante de ellas (Jn 10, 4). Se habla de “sus ovejas” (“todas las suyas”), por lo que es probable que varias hayan quedado en el redil de la institución judía, pues no reconocen la voz del pastor (6, 37). Algunos, como el ciego expulsado de la sinagoga (9, 34), reconocen la voz del pastor; otros, como los padres del ciego (9, 22), se mantienen en el antiguo sistema legal/cultual representado por el mundo judío/fariseo. Al presentarle una opción novedosa de vida, Jesús nos enseña que en realidad el ciego no fue expulsado por los fariseos, sino que con su intervención salvífica Jesús le ofreció al ciego una nueva relación con Dios en una nueva comunidad (15, 16) y bajo la hegemonía de un nuevo Pastor (Núm 27, 16-17). Cuando el ciego logra “ver” (= fe) se da cuenta de inmediato de la diferencia.
La autorrevelación de Jesús como “puerta” (Jn 10, 7-10) permite deducir el tipo de comunidad que se está inaugurando: suscitada y reunida por el Mesías de Dios, la comunidad contará con pastores legítimos quienes contribuirán a su crecimiento y fortalecimiento con el alimento mesiánico adecuado (pan y palabra del Mesías) a fin de que obtenga la vida en plenitud y la libertad (10, 9: “salir y entrar”).
I Jesús, el buen pastor de las ovejas
Según el AT, el pastor de Israel es Dios y aquel rey mesiánico, descendiente de David, que Dios suscite.
La característica distintiva de Jesús pastor mesiánico es reunir a las ovejas dispersas de Dios (Jn 10, 16; cfr. Ez 34, 11-12.31), apacentarlas (Jn 10, 9; cfr. Ez 34, 15) y dar la vida por ellas (Jn 10, 11.15; cfr. Is 50, 6-7; 52, 13ss, sobre todo 53, 10-11). Esta fue la misión que recibió de su Padre (Jn 10, 17-18; cfr. Is 42, 6-7; 49, 5) y que transmite a los pastores que deja a cargo de sus ovejas (Jn 21, 15-17). Para transmitir la vida plena (10, 10b), Jesús se ofrece a sí mismo en sacrificio (12, 24), máximo signo del máximo amor a su Padre y a las ovejas que Él le encomendó (13, 1; 15, 13).
Jesús es el modelo verdadero y perfecto de todo pastor, modelo –por tanto– que legitima la función de los pastores en la Iglesia, Pueblo de Dios.
La motivación distingue al mal pastor del bueno. Mientras este se entrega por amor a su misión, aquel por el salario. Por esto, el buen pastor compromete su vida ante cualquier peligro de las ovejas (Jn 10, 11), en cambio, el mal pastor huye, dejando que las ovejas perezcan en las fauces del lobo (10, 12b). El buen pastor, por el amor, hace de las ovejas “su rebaño”, y no lo va a dejar solo; para el asalariado, siempre serán las ovejas de “su patrón” y por ellas no va a entregar su vida (10, 12a.13).
Los peligros por los que pasan las ovejas se ejemplariza con la mención del “lobo” (Jn 10, 12: lúkos) que arrebata y dispersa a las ovejas, al igual que el ladrón que roba, mata y destruye (10, 10a). En la Fuente Q (textos propios de Mateo y Lucas), el lobo rapaz es el falso profeta que se disfraza con piel de oveja (Mt 7, 15; cfr. Hech 20, 29); los apóstoles deben ejercer entre estos y otros lobos su ministerio (Mt 10, 16; Lc 10, 3). Jesús, a diferencia del ladrón, ha venido a dar vida (10, 10b), y a diferencia de la acción del lobo, a reunir a las ovejas dispersas (10, 16; cfr. 11, 52). Así también los pastores que Él ponga al frente de su rebaño (Jn 17, 18.21).
La contraposición entre Jesús, buen pastor, y los malos pastores se completa con el empleo del verbo “conocer”: “Conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí” (Jn 10, 14-15). Ya se había afirmado en Jn 10 esta relación de cercanía cariñosa al decir que las ovejas “conocen” la voz de su pastor y lo siguen (10, 4).
En Juan, “conocer” (ginóskô) equivale a “experiencia, trato, aprendizaje” y sobre todo a “amor” (Jn 17, 25-26), pero en virtud de la presencia y acción del Espíritu de Dios (3, 5-6; 4, 24). Este amor, fruto del Espíritu, hace posible la íntima unidad tanto de Jesús con su Padre (17, 21a) como de los discípulos –que el Padre le da– con Jesús (14, 20; 17, 23), y de los discípulos entre sí (17, 21-22).
Por tanto, esta red de unidad y comunión no se produce por causas humanas y externas (simpatía, mismo trabajo, mismas aspiraciones...), sino por la unión profunda que crea la acción de un mismo Espíritu en todos, quien establece lazos de amor en razón de que se comparte una y la misma vida (Jn 1, 12-13; 4, 24; 6, 63), la que se encuentra en Dios (5, 26; 6, 57) y que regala por medio de su enviado Jesucristo (1, 4; 5, 21). “Conocer”, pues, equivale a comulgar en el amor, fruto del Espíritu... y nadie conoce mejor que aquel que ama. Por eso se entiende que la vida plena consista en conocer (= amar) a Dios y a su enviado Jesucristo (17, 3).
El rebaño reunido por el Ungido no está destinado a vivir en un nuevo corral, pues Jesús no lo saca de un templo/institución para conducirlo a otro. El fin del rebaño es la comunión de conocimiento/amor con el Padre por medio del Enviado gracias a la acción del Espíritu.
I El nuevo éxodo de Jesús a la cabeza del rebaño
Después de salir del templo, Jesús “cruza a la otra orilla” del río Jordán (Jn 10, 40). Antes ya había cruzado el mar de Galilea o de Tiberíades (6, 1). En ambos casos, la decisión de cruzar a la otra orilla ocurre después de haber estado en el templo de Jerusalén celebrando alguna fiesta judía y después de haber realizado allí un “signo” de la misericordia de su Padre y haber sido rechazado por los judíos.
El sentido no parece ser solo temporal-cronológico, sino también simbólico con el fin de indicar que Jesús consuma su ruptura con el mundo religioso-institucional judío, e invita a seguir tras de sí a todos aquellos que estén dispuestos a formar el “nuevo Israel”, donde se adore a Dios –su Padre– en espíritu y en verdad (Jn 4, 23-24).
Jesús –el nuevo Moisés y buen pastor– conduce a la comunidad reunida por Él a una tierra nueva de libertad y vida plenas (Jn 10, 3-4). Para esto se pone a la cabeza de un nuevo éxodo o pascua (5, 24) por cuanto saca a los suyos de las fronteras religiosas, legales e institucionales del antiguo Israel (10, 3-4), es decir, de “este orden” o mundo, para conducirlos a la tierra nueva (10, 42: a “aquella región” o “allí”), espacio opuesto al templo y a Jerusalén donde tendrá lugar la adhesión y la fe de muchos al Mesías pastor: “Y en aquella región muchos creyeron en Él” (10, 42; cfr. 6, 1-2).
Jesús no pertenece a “este orden” (el mundo), por ello crea un orden nuevo e invita a los suyos a realizar el paso de la antigua creación a la nueva en virtud de la donación y acción del Espíritu. Para éstos tiene preparado un alimento de tal calidad bajado del cielo que quien lo coma “vivirá para siempre” (Jn 6, 58).
I Pauta de oración
Jn 10: Jesús, buen pastor, y mi ministerio pastoral
I. Lectio Divina
– Jn 10, 1-42: Jesús, el Buen Pastor.
– Jr 23, 1-8: Denuncia de los malos pastores, y el rey futuro.
– Ez 34, 1-31: Juicio contra los pastores de Israel.
II. Reflexión - oración
1) Hay textos bíblicos duros contra los malos pastores:
Jer 10, 21: “Los pastores son unos necios y no buscan al Señor. Por eso no han prosperado y todo su rebaño está disperso”.
Is 56, 10-11: “Los guardianes están ciegos, ninguno sabe nada. Son todos perros mudos incapaces de ladrar; vigilantes perezosos a quienes gusta dormir, perros hambrientos que jamás se hartan. ¡Y son ellos los pastores! Pero no saben comprender; cada uno va por su camino, cada cual busca su interés”.
Discierno con sinceridad de corazón y humildad cuándo soy mal pastor y cuándo un buen pastor al estilo de Jesús.
2) Como buen pastor, ¿de qué corrales saco a las ovejas?, ¿de qué o quiénes las defiendo?, ¿de qué las alimento?
3) La Iglesia del Buen Pastor según Jn 9-10. El Buen Pastor marca un estilo. ¿Qué estilo nos señala el Buen Pastor respecto a la imagen de Dios?, ¿a la Iglesia?, ¿a una pastoral renovada (del encuentro, del “gesto”, kerigmática y catequética, que interpela…)?, ¿a la Iglesia que asume la “ley de la encarnación” y proclama al Mesías?, ¿a la Iglesia de comunión y participación?…
III. Trasposición
– Jn 10, 14: Jesús es el Buen Pastor y yo una de sus ovejas.YO SOY una de las OVEJAS (como el ciego) que anhela encontrarse con un pastor cercano, preocupado, capaz de darme el alimento que necesito. Si anhelo un pastor y un rebaño que me acoja (Jn 10, 27-29), pero me topo con pastores al estilo de los fariseos de Jn 9 (ver Mt 23, 13-36), ¿cómo reaccionaría?, ¿qué pasaría con mi fe que busca crecer?… Y si la gente de mi parroquia o lugar de apostolado experimenta estos mismos sentimientos… ¿Qué pasa con mi ministerio?, ¿a qué pastor represento?
ENVIÓ : Patricio Gallardo V.
FUENTE : www.iglesia.cl
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