Encuentran la tumba de Herodes el Grande, saqueada por sus enemigos
Por el historiador del s.I Flavio Josefo se sabía que estaba en la fortaleza del Herodion, pero anteriores excavaciones fracasaron.
Fue realmente un rey grande. Pero también muy cruel. Vasallo y colaborador de los romanos, de sangre idumea (no hebrea), amante de la cultura y lujos helénicos, el pueblo judío le odiaba y durante la rebelión de Bar Koshba (66dC-70dc) probablemente destruyeron y despojaron su sarcófago. Los pedazos de éste se acaban de encontrar en la fortaleza del Herodion, que es donde escribió el historiador Flavio Josefo en el s.I que se le enterró, según su libro "La Guerra de los Judíos".
Herodes el Grande es conocido hoy en el mundo entero por su relación con un Niño de Belén al que intentó asesinar. Cuenta el Evangelio cómo dio orden de matar a todos los niños de la zona, esperando acabar con el rey de los judíos profetizado. San José fue avisado por un ángel para huir a Egipto con María y el pequeño Yeshuá (Jesús) y también un ángel le avisó para que volviera cuando el viejo rey murió.
La matanza de unos niños desconocidos no está registrada en otros documentos de la época pero podía ser perfectamente. Herodes tuvo 10 esposas -no todas al mismo tiempo- y más de una docena de hijos, de los cuales mató a bastantes por temor a conspiraciones, rebeliones y traiciones contra él.
Con Marco Antonio y Cleopatra
Herodes supo capear todo tipo de temporales. En la Guerra Civil entre Octavio (Cesar Augusto) y Marco Antonio y Cleopatra, apoyó a Marco Antonio, consiguiendo evitar que éste regalase Judea a la famosa reina egipcia que le tenía enamorado. Cuando Octavio ganó la guerra y se convirtió en el primer emperador romano y señor indiscutido del Mediterráneo, Herodes se le entregó con una cuerda al cuello. Octavio comprendió que no le causaría problemas y decidió mantenerle en el poder y ampliar sus territorios en Palestina, como a otros reyezuelos que hacían de tapón con el enemigo en Persia.
Emprendió enormes edificaciones, como la ampliación colosal del Templo de Jerusalén, que dio trabajo a carpinteros y constructores de todo el país durante décadas (incluyendo, probablemente, el taller de José y Jesús).
Odiado por los judíos a los que regía tiránicamente -por ser idumeo, de un pueblo árabe judeizado a punta de espada por los reyes Macabeos; también por ser colaborador con Roma- construyó una ciudad al lado del mar, Cesarea Marítima, para abrir sus dominios al Mediterráneo. Era una ciudad helenística, que los judíos ni pisaban al considerarla impura, cosmopolita, con gente de mil razas y el griego koiné como lengua franca; un puerto cosmopolita.
Muchos historiadores consideran que la mayor maravilla de Herodes fue el puerto de Cesarea, que aún hoy puede visitarse aunque la mayor parte está sumergido. No era un lugar de abrigo natural, pero él usó una innovadora fórmula de cemento rápido y encofrado submarino para levantar un puerto de la nada luchando contra el mar.
Constructor de fortalezas
También fortificó Judea, para protegerse de sus vecinos, a veces enemigos, los árabes nabateos, con capital en la ciudad comercial de Petra, excavada monumentalmente en la roca. Otros enemigos eran los partos, que ya en su juventud habían ocupado Jerusalén.
Entre las numerosas fortalezas que levantó, destacan la inexpugnable Massada y el Herodium. En este complejo, además de una fortaleza y unos palacios, preparó su tumba. Pero hasta ahora, aunque Flavio Josefo había escrito que en Herodium fue enterrado, no se había encontrado la tumba pese a varias excavaciones ya desde la Guerra de los Seis Días.
El Herodium, visto desde arriba.
El hallazgo
El profesor Ehud Netzer, del Instituto de Arqueología de la Universidad Hebrea de Jerusalén, presentó el hallazgo en rueda de prensa el martes después de haber trabajado 35 años en el Herodium, a unos 15 kilómetros de Jerusalén.
Consiste por un lado en los restos de un sarcófago "único, casi sin precedentes, propio de un rey", de unos 2,5 metros de largo. Por el otro, la imponencia de unas estructuras construidas en el lugar como parte del complejo destinado a la sepultura. El mausoleo en el que se hallaba la tumba fue destruido hace siglos. Pero permaneció en pie el podio, cuyas características, según Netzer, son propias de la sepultura de Herodes.
"Las características de los vestigios del sarcófago, realizado en piedra ocre de Jerusalén adornada con rosetones, nos permitieron concluir que se trata del sarcófago de Herodes", confirmó Netzer.
Las excavaciones del palacio del Herodium las comenzaron unos monjes franciscanos a finales de los años 50 y a partir de 1972 tomó el relevo un equipo de arqueólogos israelíes al mando de Netzer.
La investigación continuará, y a los arqueólogos les encontaría encontrar inscripciones, que por el momento no han aparecido.
Una muerte atroz
Las maldades de Herodes no quedaron sin castigo en vida. A su trágica historia familiar de traiciones y asesinatos, se le sumó en los últimos días una enfermedad terrible.
"Se adueñó de todo su cuerpo con múltiples dolores. La fiebre no era alta pero tenía un picor insoportable por toda la piel, dolores continuos en el intestino, una inflamación en los pies como la de un hidrópico, el vientre hinchado y una gangrena en su pene que producía gusanos. Además sufría asma, dificultades para respirar y espasmos en todos los miembros de su cuerpo", dice Josefo en La Guerra de los Judíos, I, 656.
Como la enfermedad arreció después de haber ejecutado unos judíos piadosos, diversos profetas y hombres de fe aseguraron, como recoge Josefo, que era un castigo de Dios.
Por su parte, Herodes quería que a su muerte un gran lamento llenase el país:
"Reunió a los personajes más destacados de cada una de las aldeas de toda Judea y ordenó encerrarlos en el llamado hipódromo. Llamó a su hermana Salomé y a su marido Alexas y les dijo: "sé que los judíos van a celebrar con una fiesta mi muerte; sin embargo, podré ser llorado por otros motivos y podré tener un brillante funeral, si vosotros atendéis mis recomendaciones. En cuanto yo muera enviad a los soldados contra estos hombres que están aquí guardados y matadlos, para que así toda Judea y todas las familias lloren a la fuerza por mí". (Fl. Josef., op. cit., I, 660).
Hizo matar a su hijo Antípatro, designó heredero a su hijo mayor Arquelao (también muy cruel, de él huiría José y su su familia retirándose a Nazareth), y murió tras 34 años de reinado (37 si contamos desde que los romanos le reconocieron el título).
Por suerte, no se cumplieron sus órdenes de masacrar a los prisioneros del hipódromo. En cambio,
"se encargaron los funerales del rey. Arquelao no escatimó ningún lujo. El féretro era de oro con piedras preciosas, la tela era de púrpura bordada, en ella estaba el cuerpo envuelto también en púrpura. En la cabeza tenía una diadema, sobre ella una corona de oro y en la mano derecha el cetro. Alrededor del féretro estaban sus hijos y el grueso de sus familiares, detrás los lanceros, el batallón tracio, los germanos y los galos, todos ellos con su equipamiento de guerra. El cadáver fue acompañado a lo largo de setenta estadios hasta el Herodium, donde se le enterró según sus disposiciones. Así fue el final de Herodes."
Décadas después, los rebeldes de la Guerra Judía entrarían y saquearían su tumba. Del oro y la púrpura no queda nada. Y un reyezuelo judío de importancia regional es noticia en todo el mundo porque se recuerda que intentó matar un niño en Belén
( MATEO 2, 1 - 23 ).
FUENTE : www.forumlibertas.com/
ENVIÓ : Patricio Gallardo V.
lunes, 24 de septiembre de 2007
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